Corea del Norte en emergencia máxima
Por primera vez en dos años de pandemia, el país asiático está sufriendo su peor brote de COVID-19
Sus fronteras han permanecido cerradas incluso a importaciones de China para evitar el virus
Los casos se extienden en una población sin vacunar y con un sistema sanitario incapaz de lidiar con la pandemia
Las amenazas exteriores han sido la obsesión histórica del régimen de Kim Jong Un en Corea del Norte sin que, al menos recientemente, haya prestado atención a dos factores: que el enemigo también ataca desde dentro y que éste no tiene por qué vestir uniforme militar ni ser estadounidense.
El 26 de febrero y el 4 de marzo de este año se llevaron a cabo sendas pruebas militares que se centraron en el lanzamiento de misiles balísticos en el Mar de Japón, incluido un intercontinental con rango superior a 5.500 kilómetros y con capacidad para llegar a cualquier punto de Estados Unidos.
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Según la inteligencia estadounidense, otro misil fue lanzado sin éxito el 4 de mayo. Para entonces, la variante ómicron ya había sorteado el férreo control de las fronteras norcoreanas, había comenzado a extenderse sin freno entre su población sin vacunar y comenzaba a poner a prueba su incapacitado sistema sanitario. Después de dos años de pandemia y de haberse jactado del éxito de su política de ‘COVID cero’, Corea del Norte ha intentado intimidar a los enemigos equivocados y no le ha dado la importancia necesaria a un virus que, a juzgar por lo que ha sucedido en el resto del mundo, mermará su población de casi 26 millones de habitantes.
Entre finales de abril y el 14 de mayo, 820.620 personas se infectaron y 42 perdieron la vida. En sólo 24 horas, entre el 13 y el 14 de mayo, casi 300.000 personas presentaron síntomas y se produjeron 15 decesos. Los últimos datos apuntan a que se han reportado un millón y medio de casos de “fiebre”, el eufemismo que las autoridades utilizan para evitar hablar de COVID.
Kim Jong Un ha ordenado cierres en todo el país para intentar frenar la propagación del virus y ha desplegado al Ejército en lo que la Agencia Central de Noticias (KCNA) ha descrito como una misión de 3.000 efectivos para suministrar medicamentos en todas las farmacias. El Partido del Trabajo de Corea ya habla de “máxima emergencia nacional”, de que tienen a casi un millón y medio de profesionales sanitarios trabajando en “intensivas revisiones y tratamientos médicos científicos” en diferentes puntos del país, de la creación centros de cuarentena, de puestos para realizar pruebas PCR y de una “campaña ideológica para frenar la crisis sanitaria”. “En particular”, reza una de las publicaciones de KCNA, “se están tomando medidas para cuidar a los que participan en la labor de prevención de epidemias y ayudar a los hogares en condiciones difíciles. Se están mostrando las virtudes y los rasgos comunistas en todo el país”.
Dignidad nacional frente al fracaso
Entre esos rasgos destaca uno que, por encima de todos los demás, podría marcar el trágico devenir en Corea del Norte: un enorme sentimiento de dignidad nacional que durante dos años les ha llevado a percibir cualquier tipo de ayuda internacional relativa a la pandemia como un insulto.
El régimen norcoreano rechazó millones de dosis de vacunas de AstraZeneca y Sinovac ofrecidas en 2021 por el programa COVAX dirigido por la Organización Mundial de la Salud. Rusia también ofreció sin éxito vacunas en dos ocasiones, China les instó a aceptar tres millones de dosis y los ofrecimientos llegaron incluso desde Corea del Sur.
Junto a Eritrea, Corea del Norte es el único país que no ha vacunado a su población, dicen algunos expertos, que por miedo a los efectos secundarios. Este orgullo norcoreano provocó que desde el inicio de la pandemia se cerraran sus fronteras incluso al comercio con su mayor socio, Pekín. Las autoridades llegaron a amenazar con “disparar a matar” a quien cruzara desde China. Con esta política se evitó que no se registrara ni un solo caso hasta ahora -no se descarta que haya habido algún brote controlado que no ha sido reportado- y que se diera por hecho que el virus pasaría de largo sin necesidad de inocular a su gente.
Sin cifras oficiales, varios informes apuntan a que el índice de vacunación es cercano a cero. Según Amnistía Internacional, los casi 26 millones de norcoreanos que habitan el país “están potencialmente en grave riesgo de contraer el virus, ya que la gran mayoría de su población sigue sin tener acceso a las vacunas COVID-19”.
A esto se le unen las carencias de la sanidad, incapaz de hacer frente al potencial aluvión de casos. Un estudio de 2019 sobre la capacidad de los sistemas sanitarios nacionales para hacer frente a una epidemia, que fue realizado por el Centro de Seguridad Sanitaria de la Universidad Johns Hopkins, Corea del Norte ocupó el puesto 193 de 195 países en cuanto a su capacidad para hacer frente a una crisis sanitaria. Esta fragilidad se debe a que su equipamiento médico es corto y muy anticuado, a que no cuentan con suficientes unidades de cuidados intensivos, además, la nación se enfrenta a una enorme falta de suministros -incluidos medicamentos-, provocados por dos factores: las sanciones exteriores y las consecuencias del cierre de sus fronteras a las importaciones, que han elevado los índices de pobreza y desnutrición.
Jong-Un detiene sanitarios
“El mayor problema es la capacidad sanitaria y la distribución”, esgrime el profesor de la Universidad de Busan, ciudad de Corea del Sur. “Corea del Norte no tiene un sistema médico preparado para distribuir mascarillas, tests o vacunas. Incluso los países más ricos necesitaron seis u ocho meses para que arrancaran estos procesos. En Corea del Norte será peor”, vaticina. “Los norcoreanos no son particularmente buenos compartiendo información. Han mentido mucho durante los años especialmente sobre su programa de armamento. Ahora están en una situación tan mala que están desesperados. El enfoque de Corea del Norte ha sido el de impedir todo el tráfico exterior.
Desde el punto de vista norcoreano es algo factible: sufren sanciones fuertes y apenas comercian, por eso cerrar su país no es difícil para ellos porque ya lo han hacían. Es impresionante que hayan logrado evitar el virus durante dos años y también que no se hayan preparado durante ese tiempo”, agrega.
Las tensiones son cada vez más palpables en Corea del Norte. El pasado domingo, en una reunión con su Ejecutivo, Kim Jong Un denunció que los suministros de medicamentos no se estaban distribuyendo a tiempo en las farmacias debido a su “actitud de trabajo irresponsable” y a la falta de organización. Algunos informes apuntan a que el líder está realizando otras críticas contra su propio equipo y que se están llevando a cabo detenciones de funcionarios sanitarios.
Sin complejos para dar la cara a la hora de anunciar su “exitosa” política de ‘COVID-cero’ y para evitar responsabilidades ante la falta de un ‘plan b’, Kim Jong Un no acierta con el enemigo que tiene dentro de sus fronteras y que está poniendo en riesgo real a su población, mientras la inteligencia estadounidense y surcoreana advierten que Corea del Norte podría estar preparando otra prueba nuclear inminente.