Tic, tac, tic, tac. Los sonidos de las explosiones no son los únicos que definen la invasión rusa de Ucrania. También lo es el de las manecillas del reloj. Rusia no ha atacado todavía las líneas de abastecimiento ucranianas. Pero los expertos bélicos lo consideran inminente. Por ello, los aliados occidentales de Volodímir Zelenski se afanan en hacer llegar armas y sistemas de defensa a Kiev. En apenas seis días, más de 17.000 armas antitanque han cruzado la frontera desde Polonia y Rumanía, de acuerdo con The New York Times.
Entre estos envíos se encuentran los misiles antiblindados Javelin de fabricación estadounidense o los sueco-británicos NLAW. También los célebres Stinger antiaéreos. La OTAN no planea enviar soldados, pero muchos de sus países miembros (e incluso otros que no lo son) están armando de urgencia a Ucrania.
Como ejemplo del cambio de paradigma podemos mirar a Estados Unidos. El paquete de armas de 60 millones de dólares prometido el pasado agosto no se completó hasta noviembre, según el Pentágono. Pero, cuando Joe Biden aprobó el gasto de 350 millones de dólares en ayuda militar, solo hicieron falta 48 horas para que las primeras remesas aterrizaran en la frontera.
Europa tampoco se queda atrás. Alemania ha anunciado el envío de 1.500 armas antitanque y antiaéreas, en lo que constituye un giro radical a su negativa de proporcionar armas. Suecia envía 5.000, Dinamarca, otras 2.700 y Noruega 2.000 más. Bélgica y Países Bajos suman 200 cada uno.
¿Y cómo es el armamento enviado? Son de la llamada categoría MANPAD, misiles tierra-aire lanzados desde el hombro. Son una gran amenaza para la aeronaves en vuelo bajo y objetivos estacionarios como carros de combate y blindados.
Los Javelin fijan el blanco y el lanzador puede ponerse a cubierto para limitar su exposición al fuego enemigo -a diferencia de los misiles TOW suministrados a los sirios-. Además, un solo misil lanza dos cabezas explosivas, una detrás de la otra, atravesando el blindaje de los vehículos rusos. Los soldados necesitan tampoco necesitan formación extraordinaria para utilizarlo. Los NLAW funcionan de forma similar. El ejército ucraniano incluso ha compartido vídeos explicando su uso.
El otro armamento portátil que recibe Ucrania es el Stinger, desarrollados hace décadas por Estados Unidos. En plena Guerra Fría, la CIA suministró estos misiles a los muyahidines afganos que luchaban en los años 80 contra la ocupación soviética de su país. Demostraron su letalidad contras los helicópteros y aviones a baja altura.
A estos misiles se suma artillería más ligera y munición y material no letal. Es el caso del envío de España: 1.370 lanzagranadas C90 y 700.000 cartuchos de fusiles, que han llegado este lunes a Ucrania. El arma antitanque, de fabricación zaragozana, puede destruir vehículos blindados a una distancia de hasta 750 metros. Al ser desechable, no necesita mantenimiento o munición extra. También se lleva al hombro y es de fácil manejo.
Aunque estas son sólo las contribuciones más visibles. De acuerdo con fuentes del Times, escondidas en bases de Europa del Este, están fuerzas del Comando Cibernético de EEUU. Su misión es interferir en los ataques y comunicaciones digitales de Rusia.
Los funcionarios de inteligencia se apresuran descifrar las intercepciones electrónicas rusas y transmitir la información a las unidades militares ucranianas. En apenas una o dos horas. Aunque medir su nivel de éxito es más difícil que en el caso de objetivos abatidos.
El ciberconflicto es también un nuevo territorio a la hora de discernir si el país que apoya a Ucrania en este ámbito también está "combatiendo". Según la interpretación estadounidense, puede interrumpir temporalmente la capacidad rusa sin realizar un acto de guerra. La inutilización permanente sería más problemática. El problema, es que, cuando un sistema ruso cae, sus agentes no saben su duración o quien es el responsable.
Del mismo modo, compartir información de inteligencia es peligroso. Los funcionarios estadounidenses sospechan que las unidades ucranianas están pobladas de espías rusos, por lo que evitan distribuir inteligencia bruta que pueda revelar las fuentes. Tampoco transmiten información específica que podría indicar a las fuerzas ucranianas cómo ir tras objetivos concretos. La preocupación es que hacerlo daría a Rusia una excusa para decir que está luchando contra Estados Unidos o la OTAN, no contra Ucrania.
Y es que Occidente camina en una fina línea. Otra de las propuestas pasa porque Polonia ceda sus cazas MIG-29 de fabricación soviética, que los soldados ucranianos ya saben pilotar. Los polacos recibirían a cambio cazas F-16 estadounidenses. Una cesión que Vladimir Putin podría considerar como una intromisión directa de un tercer país en la contienda.
El domingo, el Ministerio de Defensa ruso emitió un comunicado en el que advertía a los países de la OTAN, de que no permitieran que sus bases se utilizaran como refugio para los aviones ucranianos. Si lo hacen, cualquier "uso posterior contra las fuerzas armadas rusas puede ser considerado como la participación de estos estados en un conflicto armado". El presidente ruso también advirtió el sábado que cualquier nación que intentara imponer una zona de exclusión aérea sobre Ucrania, como ha pedido Zelenski, estaría "participando en el conflicto armado".
Como las definiciones de lo que constituye entrar o no en conflicto de ambas partes difieren, el riesgo de escalada de las hostilidades es grande. "La ventana para hacer cosas fáciles para ayudar a los ucranianos se ha cerrado", explica al Times el general de división Michael S. Repass, excomandante de las fuerzas de operaciones especiales de Estados Unidos en Europa.