Ha hecho falta que un grupo de violentos asaltase el Capitolio de Estados Unidos para que la inquebrantable defensa republicana a los cada vez más disparatados argumentos de Trump mostrase sus primeras grietas. Tras el histórico episodio del miércoles, dos miembros del gabinete del presidente saliente han presentado su dimisión acusando a Trump de haber avivado las llamas de la protesta en un discurso horas previas al asalto.
Son sólo unas pequeñas grietas. La inmensa mayoría de los Republicanos mantuvo su apelación a los resultados en distintos estados incluso después del asalto. El partido conservador sigue defendiendo que en las presidenciales se produjo un fraude electoral masivo que robó a Trump la reelección. No importa que hasta 60 tribunales no hayan sido capaces de encontrar evidencias de fraude y hayan desestimado las demandas del rocambolesco equipo de abogados que lidera un cada vez más vilipendiado Rudy Giuliani.
Pero la pregunta ahora es cómo es posible que se haya llegado a este punto.
El germen de lo que ocurrió el pasado miércoles en Washington D.C. brota en la misma campaña de Trump. Frente al establishment del Partido Republicano, el presidente saliente se presenta como un outsider, alguien que no forma parte del aparato y de la tradición política estadounidense. Eso a lo que Trump llama una "ciénaga" que promete drenar y que convierte en uno de sus lemas de campaña.
Frente a la clase política dominante, Trump abraza lo que entonces se calificó como 'Alt-Right', la derecha alternativa. Lo que hasta entonces eran grupúsculos de ultraderecha escondidos en lo más oscuro de las redes sociales dieron un salto a la primera línea de la política estadounidense.
El problema es que esa ultraderecha convivía en Internet con todo tipo de teorías de la conspiración. Los seguidores de la derecha alternativa estaban acostumbrados a consumir su información política en publicaciones que al mismo tiempo hablaban de conspiraciones mundiales como que las vacunas generan autismo. Una teoría que Trump abrazó públicamente durante su campaña.
En ese caldo de cultivo es en el que nace 'Q-Anon', un peligroso movimiento que Trump se niega a condenar y que ya tiene un asiento en el Congreso de Estados Unidos. La principal conspiración que defienden sus seguidores es que la élite del Partido Demócrata, las grandes estrellas de Hollywood y grandes empresarios progresistas dirigen un círculo secreto en el que violan y se comen a inocentes niños estadounidenses, y todo silenciado por miembros infiltrados en las altas instituciones del país y los grandes medios de comunicación.
'Q-Anon' nace, como no podía ser de otra manera, en '4chan' y '8chan', dos gigantescos foros de Internet en los que lo más destacable es que no existe ni moderación ni censura y sus usuarios participan de forma anónima. Esos dos foros, al igual que ocurre en España con Forocoches, no son intrínsecamente malos. Sin embargo, a diferencia de otras grandes webs de debate como Reddit, o redes sociales como Facebook o Twitter, en '4chan' se puede decir lo que te dé la gana sin miedo a que sea censurado.
Muchos de los grupos expulsados de los foros y redes más convencionales han encontrado su hogar en '4chan'. En su interior puedes encontrar, sin proponértelo demasiado, grupos de extrema derecha, machistas o negacionistas que difunden su "verdad" sin que nadie se lo prohíba. En uno de esos grupos es donde nace 'QAnon'.
La primera vez que aparece es en 2017. Por aquél entonces, 'Q' -todavía no había adquirido el apellido- respondió a un mensaje que vaticinaba el inminente arresto de Hillary Clinton (todavía resonaban los cánticos de "lock her up" entre los seguidores de Trump cada vez que el presidente estadounidense aparecía en público). En su primer mensaje, este supuesto alto cargo del Gobierno con información privilegiada daba más detalles de cómo sería el supuesto arresto de Clinton que nunca se produjo.
Fue su segundo y más críptico mensaje el que aceleró la rueda conspirativa. Su segundo "drop" (así llaman sus seguidores a las píldoras de información que 'Q' va dejando en la red) parecía escrito en clave y disparaba a todo lo que se movía. Los expertos aseguran ahora que una de las claves del éxito de 'Q' es, precisamente, ese estilo críptico en sus "drops".
Es dentro de ese caldo de cultivo en el que el argumento del fraude electoral masivo encuentra una cálida acogida. Acostumbrados a leer sobre todo tipo de conspiraciones, toda esa gente asume con total naturalidad que los Demócratas urdieron un plan para darle un vuelco a la "aplastante" victoria de Trump a través del voto por correo a pesar del revés de los tribunales y de no existir ninguna prueba.
La convivencia de la 'Alt-Right' en prensa e Internet explica cómo los seguidores del movimiento MAGA (Devolver la Grandeza a América, por sus siglas en inglés) aceptaron sin medias tintas la palabra de Trump al hablar de fraude. Luego, los candidatos Republicanos necesitaron el apoyo de Trump para ganar sus elecciones locales y los que alzaron la voz fueron casos excepcionales.
Pero cómo es posible que un grupo de exaltados tuviese el coraje de romper la barrera policial sin miedo a morir tiroteado.
Puede que haya que remontarse al atropello de una activista del movimiento 'Black Lives Matter' en Charlottesville en agosto de 2017 a manos de un supremacista blanco para encontrar una respuesta a esa pregunta. Tras la tragedia, Trump se negó insistentemente a condenar a los ultraderechistas que habían convocado la contramanifestación. Habló de "malos" en "los dos bandos" y a pesar de la presión le costó mucho trabajo condenar a la ultraderecha.
Esa reacción del presidente saliente se convirtió después en un patrón en la comunicación de la Casa Blanca. Trump y los suyos se han negado a condenar sistemáticamente a cualquier grupúsculo del que pueda sacar rédito electoral. Desde los conspiranoicos de 'Q-Anon', de los que en su día se limitó a decir que lo único que sabía de ellos es que él les gustaba mucho y que era gente que amaba a su país, a los matones callejeros de los 'Proud Boys'.
Y entonces llegó la pandemia. Los defensores de la conspiración consiguieron convencer a muchos de que todo se trataba de una gran farsa y el movimiento MAGA se sumó a los conspiranoicos al considerar las medidas para atajar el contagio de Covid un inaceptable ataque a su libertad individual, en especial el uso de mascarillas.
Movilizaciones contra los Gobiernos locales a los que acusaban de "traidores" y "tiranos" que se fueron transformando en un desafío abierto a los resultados electorales.
En enero del pasado año, varios miles de manifestantes armados tomaron la capital del estado de Virginia para protestar contra el anuncio de nuevas leyes para un mayor control de armas de fuego tras la victoria demócrata en las elecciones locales. Cánticos como "no obedeceremos" comenzaban ya a resonar en aquellas marchas. En lugar de llamar a la calma y denunciar las protestas armadas, Trump decidió elogiar a los manifestantes.
El pasado 30 de abril, una muchedumbre entre los que se encontraban miembros de milicias de ultraderecha intentaron irrumpir en el Capitolio del estado de Michigan para protestar contra el confinamiento forzoso. Imágenes muy similares a las vividas el pasado miércoles en Washington, aunque en esa ocasión las fuerzas de seguridad sí consiguieron evitar su avance. Sólo unos días antes, Trump había llamado a las protestas contra las medidas anticovid en varios estados:
Tanto en Michigan como en Virginia, ambos incidentes se saldaron sin apenas detenciones.
Fue precisamente en Michigan donde se produjo otro de los grandes avisos de lo que podía ocurrir el pasado día 6. En octubre, el FBI fue capaz de desmantelar un complot a manos de los "Vigilantes de Wolverine", una milicia armada de escépticos del coronavirus que pretendía secuestrar a la gobernadora del estado, la Demócrata Gretchen Whitmer.
Su intención era someter a Whitmer a un "juicio por traición" y que su secuestro desembocase en una guerra civil que derrocase a los gobernadores que consideraban "tiranos" e "ilegítimos".
Ya entonces, Biden hizo un llamamiento a Trump para que le pidiese a todas estas milicias que se disolviesen y respetasen el orden constitucional.
Tras lo ocurrido en Washington, muchos dedos acusadores apuntan a la prensa ultraconservadora. Cadenas surgidas en los últimos años como Newsmax o One America News han defendido abiertamente algunas de las más disparatadas conspiraciones. Pero cadenas como las mencionadas no dejan de ser minoritarias, sobre todo si lo comparamos con el gigante Fox News, más moderada y muchísimo más poderosa.
La Fox es la cadena de noticias e información más vista de todo Estados Unidos. Un medio conservador que presume de moderado, pero que jugó en su día un papel fundamental en la victoria electoral de Trump, y que durante su legislatura ha defendido o jugado al despiste en temas más que polémicos en favor del presidente saliente.
Tal y como recoge Margaret Sullivan en un artículo publicado en el Washington Post, figuras visibles de la cadena se han subido al carro de asuntos como:
Otra de las grandes incógnitas que quedan por resolver es cómo es posible que la seguridad del Capitolio no estuviese preparada el miércoles pasado para hacer frente a los violentos. En ocasiones anteriores, cuando los que se manifestaban en las calles de Washington pertenecían al movimiento 'Black Lives Matter' o incluso durante la protesta feminista contra el nombramiento al Supremo de la jueza ultraconservadora Amy Coney Barret, el fortísimo cordón policial, apoyado por agentes federales y la Guardia Nacional, habría hecho imposible cualquier intento de asalto.
Una enorme diferencia con lo que se vivió el miércoles. Los expertos apuntan a un error de previsión. A pesar de que los servicios de inteligencia habían identificado mensajes que llamaban al asalto para evitar la confirmación de Joe Biden como presidente, las autoridades menospreciaron la amenaza. Los responsables consideraron que nadie que se considerase un "patriota americano" intentaría algo parecido a lo que acabó ocurriendo.