El confinamiento de Shanghái ha derivado en un atasco en su puerto que amenaza con dejar una subida de precios global
Faltan trabajadores portuarios y camioneros al estar en sus casas
La fábrica de Opel en Figueruelas ha detenido dos cadenas de montaje
La población de Shanghái lleva desde finales de marzo confinada. Las autoridades chinas aplicaron el cierre por un brote de coronavirus que ha terminado en transmisión comunitaria. La medida, protestada por los ciudadanos, ha provocado un atasco en el puerto debido a que faltan trabajadores. La amenaza de una subida de precios global vuelve a sobrevolar.
Las imágenes de satélite muestran hasta 500 barcos esperando en las cercanías del puerto chino. El motivo es la falta de camioneros y personal portuario, ya que están en sus casas a causa del confinamiento de la ciudad de 26 millones de habitantes. Este contratiempo hace que los cargueros no puedan cargar. Los problemas de suministro se acentúan y el incremento de los precios está en el horizonte.
"Esto significa que la fábrica del mundo se ha estropeado. Los materiales que produce no pueden ser llevados a Occidente", explica el economista Gonzalo Bernardos. La economía española, al igual que la de otros países occidentales, depende de los objetos llegados desde Asia: recambios, materias primas y microchips, entre otros. Una de las consecuencias es el retraso en la entrega de vehículos. En la fábrica de Opel en Figueruelas ya han detenido dos líneas de montaje.
Las autoridades de la ciudad financiera han comunicado un endurecimiento de las ya de por sí severas restricciones. "La situación epidemiológica es aún grave y el trabajo de prevención y control está en un momento crítico", han explicado en un comunicado.
La metrópoli ha reportado este viernes 17.629 contagios y 11 muertes por el patógeno. Son sus cifras más elevadas desde el comienzo de la pandemia, si bien el Gobierno chino nunca ha sido trasparente con los datos epidemiológicos. Su estrategia actual pasa por el cierre y la realización de pruebas masivas. Una de las medidas más críticas ha sido el sacrificio de mascotas de contagiados, pese a que no hay evidencia científica suficiente que avale la zoonosis entre los animales domésticos y los humanos.