Las colas del hambre en Milán o la nueva pobreza urbana
La pobreza aumenta sobre todo en el norte, tradicional motor económico italiano
La pandemia y el desempleo son los factores clave de una pobreza más joven y urbana
Cientos de personas esperan su turno en una interminable cola que se extiende por la acera. Al final del larguísimo recorrido, fuera del alcance de los focos, un grupo de voluntarios reparte un paquete de comida diaria. Las fotografías han vuelto a circular esta semana en Italia. El fenómeno no es nuevo, pero según avanza la pandemia se van añadiendo individuos a esas imágenes. Las colas del hambre de Milán reflejan un cambio de paradigma. La pobreza ha dejado de ser exclusiva de un sur empobrecido, para trasladarse cada vez con más fuerza al norte, el motor económico que tira del país.
La asociación ‘Pane Quotidiano’, fundada en Milán a finales del siglo XIX, se encarga de suministrar el rancho. De lunes a viernes, en dos puntos distintos de la ciudad. Su vicepresidente, Luigi Rossi, explica al teléfono que en las últimas semanas el número de solicitantes “ha aumentado entre un 10% y un 15%”. De unas 3.000 o 3.500 personas al día a más de 4.000. De ellos, aproximadamente un tercio son italianos y el resto, extracomunitarios.
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La ONG nació con la premisa de que el pan debería ser “un derecho para todos”. Ahora los necesitados se llevan una bolsa que también incluye leche, yogures, fruta, verduras, queso o legumbres. Lo básico para una comida y una cena individual. “Vienen familias enteras, sobre todo compuestas por ciudadanos africanos o de la Europa del Este, pero lo habitual es encontrar personas solas”, señala Rossi.
El vicepresidente de la asociación detalla que “en los últimos meses se ha incrementado mucho el número de jóvenes, gente que ha perdido el trabajo y a la que no le queda más remedio que pedir para comer”. Con la ayuda de sus voluntarios, ‘Pane Quotidiano’ hace lo que puede. Las donaciones de individuos o de decenas de empresas asociadas del sector alimenticio intentan colmar parte de las necesidades a las que el Estado no llega.
Incremento en el norte
Es la eterna realidad de la pobreza. Sólo que antes este fenómeno tenía su epicentro en esa Italia olvidada de los campos del sur y ahora se torna cada vez más urbana. Los últimos datos del Instituto italiano de estadística (Istat) aportan una base científica a las imágenes de las colas del hambre de Milán. Revelan que el año pasado la pobreza creció sobre todo en el norte. La Italia meridional todavía concentra un número mayor de familias sin acceso a lo más básico, un 9,3% del total. Aunque la Italia rica se acerca a estas cifras, con un 7,6% de individuos por debajo del umbral de la pobreza.
Lombardía, la región a la que pertenece Milán, fue desde el principio el corazón de la pandemia en Italia. A este territorio pertenecen todavía un tercio de los fallecidos por covid-19. También otras zonas circundantes e igualmente prósperas, como Piamonte o Emilia Romaña, sufrieron por encima de la media. La economía italiana cayó finalmente un 8,9% el pasado año, lastrada sobre todo por el mazazo que sufrieron sus regiones más pujantes.
En términos globales, esto llevó la pobreza a niveles récord. Tras cuatro años de descensos relativos, en 2020 el número de italianos en situación de pobreza absoluta llegó a 5,6 millones. O lo que es lo mismo, un 9,4% de la población nacional no tiene ni para comer adecuadamente. El gasto medio de las familias también se redujo drásticamente, hasta alcanzar niveles del año 2000, justo cuando la economía del país transalpino comenzó su lento declinar.
A lo largo de los últimos meses esas imágenes de las colas del hambre se han venido repitiendo. En especial en Milán, donde además hay una infraestructura solidaria mejor preparada, pero también en otras ciudades. Asociaciones como Cáritas tuvieron que aumentar en un 50% su suministro de alimentos en Roma y otros puntos del país. “En las colas se ve a gente resignada, a la que le cuesta mucho hablar, porque han entrado en un túnel del que es difícil salir”, asegura el vicepresidente de ‘Pane Quotidiano’.