Cuatrocientos kilómetros al norte del Círculo Polar Ártico, se esconde la ciudad rusa de Norilsk, una de las más gélidas del planeta. Con temperaturas que bajan al abismo de los 50 grados bajo cero, sobre todo durante la noche polar.
Durante dos meses al año, el sol desaparece del cielo. La ciudad es un gigante minero alimentado de su metal más preciado: el níquel, la principal fuente de riqueza, pero también de una situación medioambiental catastrófica ya que los gases expulsados de sus fábricas, la convierten en una de las 10 ciudades más contaminadas del mundo.
Tiene una esperanza de vida inferior a 50 años, esta ciudad fue fundada por prisioneros de los gulags soviéticos y solo se puede visitar con un permiso especial. Aun así, las continuas heladas, complican y mucho llegar hasta el lugar.