China respira normalidad y ya no teme una segunda ola de covid en otoño
El país lleva dos semanas con cero contagios locales, las medidas de prevención se han relajado y quedan pocos lugares con restricciones de aforo
En Pekín las mascarillas ya no son obligatorias por la calle, pero la mayoría de la población las sigue usando
Las autoridades han comenzado a vacunar a trabajadores de profesiones de riesgo, según algunos medios
El mundo se llevó las manos a la cabeza la semana pasada al ver las imágenes de miles de personas de fiesta en una gran piscina del parque acuático Maya Beach de Wuhan. Los asistentes, en bañador, con flotadores y sin mascarillas, se amontonaron en el agua para bailar al ritmo de los djs que pinchaban sobre el escenario.
A muchos fuera de China, ver el que fue el epicentro de la pandemia de covid hace pocos meses convertido en una pool party masiva les hizo sentir escalofríos. Sin embargo, dentro del país la celebración se ha visto como algo natural. “En Wuhan, la vida ahora es prácticamente igual que antes de la epidemia”, cuenta Li, un joven que vive en la capital de la provincia de Hubei. Cuatro meses y medio después de la reapertura de la ciudad y sin que haya habido nuevos casos en el municipio desde mayo, Li no ve razones para no celebrar este tipo de eventos. “Todo el mundo que conozco está tranquilo. Ya no hay peligro, estamos seguros. Mis amigos y yo queríamos ir a la fiesta, pero al final no pudimos”, se lamenta.
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Y, desde el Gobierno, sin cuyo permiso hay pocas cosas que sucedan en China, se fomentan estas opiniones. “Este evento muestra que Wuhan ha logrado la victoria en su lucha contra la epidemia”, afirmó hace unos días Zhao Lijian, portavoz del Ministerio de Exteriores chino, después de que saltara la polémica en Europa.
Normalidad y menos controles
China logró aplanar su curva de casos de covid en marzo y, desde entonces, ha tenido pequeños rebrotes del virus en diversos puntos del país que ha sofocado con confinamientos locales y test masivos. Pero desde hace dos semanas no tiene ningún contagio en su territorio, tan solo unos pocos casos importados al día, según las cifras oficiales.
La vida en las ciudades chinas -salvo en la región de Xinjiang, donde se mantienen las restricciones de movimiento a pesar de la ausencia de casos- tiene apariencia de normalidad, nada que ver con febrero. Las oficinas y los establecimientos están abiertos, los restaurantes llenos y en los gimnasios se vuelve a hacer pesas. Han vuelto el tráfico, la contaminación y las señoras bailando en las plazas y existe la sensación de que las medidas de prevención que se mantienen son más un resquicio de una crisis pasada que una solución a un problema presente.
Jin acaba de volver de vacaciones y ha quedado a media tarde con unos amigos para tomar unos cócteles en una terraza de una zona de moda de Pekín. Llega sin mascarilla. “Ya solo la llevo en el metro o cuando es obligatorio en algún centro comercial”, afirma. Tras 14 días sin casos, las autoridades de la capital levantaron a mediados de agosto la exigencia de cubrirse boca y nariz y ya no es necesario hacerlo al aire libre. Aun así, la mayoría de la población sigue llevando la mascarilla por la calle, aunque de forma mucho más relajada que durante los primeros meses del año.
Para poder sentarse en la terraza, solo hay que escanear a la entrada un código QR con la aplicación móvil de la ciudad de Pekín para el rastreo de contagios y mostrar que el resultado generado automáticamente es verde. “Esa es la única medida de prevención que mantenemos”, afirma el gerente del local. “Hasta el mes pasado teníamos límite de aforo, registrábamos el nombre y teléfono de la gente y tomábamos la temperatura. Ahora ya no hay muchos controles”, comenta.
“Tengo sensación de seguridad viviendo en China, hago casi vida normal”, asegura Jin, que en una de las pocas cosas en las que ha notado que este verano es diferente es en que no ha podido viajar al extranjero como solía hacer. La complicada situación de la pandemia en terceros países, el cierre de fronteras y los elevados precios de los vuelos han hecho que opte por destinos nacionales. China exige una cuarentena de 14 días y un test negativo a los que vuelven al país, casi todos chinos porque la entrada de extranjeros continúa muy limitada, pero ya no lo pide a los que se desplazan entre provincias.
Las limitaciones de aforo sí se mantienen en algunos lugares, como centros turísticos y cines, y las autoridades están teniendo especial precaución con la vuelta de los alumnos a clase, que en la mayoría de regiones comienza a principios de septiembre de forma escalonada.
Vacunas en pruebas frente al otoño
El Gobierno chino ve ahora la situación menos cruda de cara al otoño y el invierno que hace unos meses. Wu Zunyou, epidemiólogo jefe del Centro para la Prevención y el Control de Enfermedades de China, afirmó hace pocos días que las autoridades no prevén una nueva oleada de casos en el país cuando bajen las temperaturas.
“La epidemia de covid-19 en China no volverá a ser tan severa como lo fue en Wuhan a principios de año”, afirmó Wu. “Tras más de medio año de experiencia, China tiene la capacidad de detectar los brotes en su etapa inicial y controlarlos rápidamente”, aseguró.
Por si acaso, una de las armas chinas contra una posible segunda oleada es ya la vacunación. Esta semana, Zheng Zhongwei, director de la Comisión Nacional de Salud de China, afirmó en una entrevista en CCTV que el país lleva un mes vacunando a trabajadores de profesiones de riesgo, como médicos o agentes fronterizos.
El Gobierno chino autorizó el uso de vacunas en pruebas en situaciones de emergencia el pasado 22 de julio, aunque se desconoce qué vacuna ha sido inoculada, si se ha utilizado más de una y a cuántas personas se les ha administrado. El objetivo, según Zheng, es extender estas vacunaciones a empleados de mercados, del transporte y de la industria para crear un “escudo protector” frente al virus.
El Gobierno chino había anunciado ya la vacunación de militares en junio y algunos medios, como el diario nacionalista Global Times, aseguran que la vacuna ya ha sido inoculada a trabajadores de empresas públicas con viajes programados al extranjero.
Antes de terminarse su cóctel, Jin recuerda la fiesta en la piscina de Wuhan y muestra su confianza en la labor de las autoridades, una opinión extendida entre la población china. “Estoy tranquila. Después de vivir una crisis tan desagradable, el Gobierno no se va a arriesgar si no hay plena seguridad”.