Europa, azotada por los rebrotes de coronavirus, lidia con una "situación muy seria", alerta la Organización Mundial de la Salud; mientras, China, zona cero de la pandemia, proclama su supuesto éxito frente al virus. Ha cumplido más de un mes sin contagios locales y solo registra casos importados. ¿Por qué? ¿Qué ha hecho el gran país asiático que no hayamos hecho nosotros? ¿Cuánto pesa en este resultado el carácter autoritario del régimen, el férreo control sobre la población o la falta de datos contrastados?
Wuhan, la localidad en la que surgió la Covid-19, ha reanudado esta semana -tras ocho meses- los vuelos internacionales en un paso más hacia la tan anhelada y cacareada normalidad. A continuación, los grandes ejes de la lucha del gigante asiático contra la pandemia.
Las autoridades no han dudado en imponer estrictos y selectivos confinamientos a la población. Esta misma semana, por ejemplo, han decretado la cuarentena a toda una ciudad de 210.000 habitantes en la frontera con Birmania (Ruili, en la provincia de Yunnan, al oeste del país).
La medida se tomó tras conocerse tres positivos en coronavirus de viajeros procedentes del país vecino. Con tan solo esos tres contagios, se ha ordenado a los habitantes de Ruili que se queden en sus casas, se les ha prohibido salir de la ciudad y se han establecido fuertes controles para vigilar el cumplimiento de la medida. Todos los negocios han cerrado, excepto los supermercados y las farmacias. Se está cumpliendo una política estricta de "inspección y cuarentena. No hay entradas ni salidas", han afirmado autoridades locales .
China sigue prohibiendo la entrada al país de la mayoría extranjeros. Las fronteras están cerradas para los turistas. Y a todos los viajeros que entran en el país se les impone una cuarentena de dos semanas en un hotel indicado por las autoridades.
En el caso de la ciudad de Ruili, donde se detectaron los tres casos importados esta semana, se ha advertido de que se tomarán "medidas enérgicas contra la migración ilegal" y que se "deportará a cualquier residente que no pueda demostrar una residencia fija o un lugar de trabajo", ha dicho el vicealcalde Yang Bianqiang.
Pekín considera clave en su lucha contra la Covid-19 la realización de pruebas masivas para su detección. Por ejemplo, en la ciudad de Ruili las autoridades han afirmado que toda la población -sus más de 200.000 habitantes- serán sometidos a esos test tras confirmarse tres contagios importados. Para ello, se han instalado 360 puntos y se han desplegado 1.200 personas. Se realizan pruebas durante las 24 horas del día, según ha informado AFP.
Frente a las dudas que generan en otros países por el temor a la violación de la privacidad, Pekín ha echado mano -desde un principio- de aplicaciones en los teléfonos móviles para rastrear los casos de coronavirus y los contactos de los infectados.
Lo hace con acceso a bases de datos de todo tipo y código QR (códigos de respuesta rápida) que gobiernan, en muchos casos, la vida de los ciudadanos. Se controlan los movimientos con tres colores: si en la pantalla aparece el verde, se permite la entrada del usuario a zonas públicas; en caso de ambar o rojo, se le prohíbe.
La población china, contrariamente a la europea, estaba habituada al uso de la mascarilla antes del estallido del coronavirus. Y la utilizaron, por ello, desde el inicio de la pandemia. Allí ya se percibía entonces como lo más seguro y considerado.
El pasado 21 de agosto las autoridades chinas retiraron la obligación de llevar mascarilla en la capital, Pekín. Pese a ello, una gran parte de la población ha continuado usándolas, informaba Reuters, ya sea por que se sienten más seguros o por presión social.
La falta de libertades, sin embargo, propicia las acusaciones de oscurantismo en la estrategia y el manejo de datos de Pekín. Frente a la versión oficial, por ejemplo, familias de víctimas de coronavirus en localidades como Wuhan acusan a los gobiernos provinciales de ocultar el brote cuando surgió a finales de 2019.
Entretanto, el ritmo del próximo otoño lo marca la promesa de una vacuna contra la Covid-19. El país ha dicho que cree que habrá una vacuna disponible en noviembre o diciembre. Miles de trabajadores sanitarios chinos y personal de empresas estatales ya han recibido vacunas experimentales.