Luo sale de su oficina en Pekín en un día de una fuerte contaminación, que difumina los rascacielos de la zona de negocios. "¿Ves todo este smog? He leído que, cuando Inglaterra se estaba industrializando, en el siglo XIX, Londres también tenía esta niebla", cuenta. "Es necesario para el desarrollo de China", añade.
El crecimiento acelerado del país en las últimas décadas y su enorme tamaño lo han situado en el primer puesto de emisores de gases de efecto invernadero del mundo. Y eso se nota en la capital china, rodeada de industrias. Los picos de contaminación en Pekín, especialmente fuertes hace unos años, causaron una indignación momentánea. Sin embargo, las opiniones conformistas como la de Luo abundan entre la población, en general poco interesada en el cambio climático y mayoritariamente confiada en que el Gobierno desarrolla las políticas adecuadas.
Howey Ou representa lo opuesto y espera que su postura tenga cada vez más voz. La joven, de 16 años, ha sido catalogada por algunos medios occidentales como "la Greta Thunberg china". Ella se presenta como activista climática en sus redes sociales y se confiesa inspirada por su colega sueca. Sin embargo, Ou se esfuerza por que su lucha no caiga en saco roto. La joven intentó iniciar el movimiento Fridays for Future en China y llegó a protestar durante días frente a las oficinas gubernamentales en la ciudad de Guilin el pasado mayo, pero se sintió frustrada por la apatía de sus vecinos y las múltiples trabas con las que el sistema chino impide las protestas ciudadanas.
Ou decidió entonces llevar a cabo una lucha menos arriesgada y comenzó a plantar árboles. Su objetivo es llegar a 150 y convencer a la mayor cantidad de gente posible de que haga lo mismo. "Decidí concienciar a los chinos sobre la crisis climática y decirles que el activismo funciona, que no podemos depender solo del Gobierno", afirma en un vídeo grabado por ella misma en Twitter.
Sus esfuerzos fueron reconocidos por Naciones Unidas en septiembre, cuando fue seleccionada para participar en la primera Cumbre de la Juventud sobre el Clima, que se celebró el 21 de ese mes en Nueva York, a la que finalmente decidió no acudir, según explica, para no tener que viajar en avión.
China ha pasado en pocos años de ser vista como uno de los mayores impedimentos para la lucha mundial contra el cambio climático a ser considerada por la comunidad internacional el gran líder en temas medioambientales.
En la cumbre del clima de Copenhague de 2009, China recibió buena parte de las culpas por la imposibilidad de alcanzar un acuerdo para la limitación de emisiones. Pekín se aferraba, a pesar de su vertiginoso crecimiento económico, al consenso de 1992 que permitía contaminar a los países en vías de desarrollo y acotaba las obligaciones a los estados ricos industrializados.
Sin embargo, las cosas han cambiado desde entonces. La economía china de baja calidad que crecía por encima del 10% y estaba basada en una gigantesca fuerza laboral pobre que fabricaba productos baratos se ha agotado. El Gobierno chino apuesta desde hace años por la innovación tecnológica en un contexto de economía más madura que ve en las energías limpias una nueva oportunidad de desarrollo.
La lucha contra el cambio climático es, además, buena publicidad para un país que no cuenta con una imagen demasiado positiva a nivel internacional. China quiere ahora presentarse ante el mundo como superpotencia fiable y líder responsable, especialmente desde la llegada al poder en 2013 del actual dirigente, Xi Jinping.
Durante el XIX Congreso Nacional del Partido Comunista chino en 2017, Xi declaró la lucha contra el cambio climático una de sus tres prioridades y afirmó que el país debía ser abanderado en políticas medioambientales. Y la salida de EEUU del Acuerdo de París le puso el liderazgo en bandeja.
La firma china de dicho acuerdo en 2016 fue considerada, además, uno de los grandes triunfos a favor del clima. Pekín se comprometió a alcanzar su pico de emisiones para 2030, un objetivo, para algunos poco ambicioso, que cree que consumará con creces.
El Gobierno chino ha hecho gala durante los últimos años de cumplir sus metas medioambientales antes de tiempo. Zhao Yingmin, viceministro de Ecología y Medioambiente, afirmó esta semana que China rebajó en 2018 sus emisiones de carbono por unidad de PIB un 45,8% por ciento con respecto a 2005, lo que supone un 0,8% más allá de lo planeado para 2020.
China es también el país con más energía eólica y solar del mundo. Según Naciones Unidas, ha sido el mayor inversor global en el sector durante la última década, con una apuesta de más de 680.000 millones de euros entre 2010 y 2019.
Además, transformó en 2018 el Ministerio de Protección Medioambiental en el nuevo y más potente Ministerio de Ecología y Medioambiente, que unificó y absorbió competencias de otras agencias gubernamentales.
Las concentraciones de partículas PM2.5, las más dañinas para la salud y provenientes de la quema de carbón, cayeron, según Greenpeace, un 33% de media en las principales ciudades chinas, especialmente en 2014 y 2015. Los resultados se han visto en Pekín, donde en los últimos años el número de episodios de alta contaminación se ha reducido y el uso de mascarillas y filtros de aire ha descendido. Pero en la actualidad la contaminación está repuntando.
La relajación de las normas medioambientales en los últimos tiempos ha hecho volver a crecer la producción de industrias como las del acero o el cemento en las provincias que rodean la capital, lo que aumentó el consumo de carbón un 13% en 2018 en estas zonas, las más afectadas por la polución. Esto volvió a disparar los niveles de contaminación un 6,5% el pasado invierno.
La economía china todavía depende en buena parte del carbón, responsable del 80% de las emisiones de dióxido de carbono del país pero que genera electricidad barata para la población. China logró reducir el porcentaje de esta energía del 68% en 2012 al 59% este año. Sin embargo, últimamente ha vuelto a apostar por el carbón con el plan de construcción de nuevas centrales con una capacidad de 226 gigawatios, según la Global Coal Exit List, que se añadirían a los 1020 gigawatios con los que cuenta actualmente.
Además, la inversión china en energías renovables se ha desplomado en los últimos años. Según Bloomberg, esta ha caído un 39% en la primera mitad de 2019, en medio de una reducción de los subsidios gubernamentales.
La ralentización de la economía ha hecho temer que China deje la lucha contra el cambio climático en un segundo plano y vuelva a dar prioridad absoluta al crecimiento.
Li Gao, director de cambio climático del Ministerio de Ecología y Medioambiente chino, expuso hace pocos días la que podría ser la nueva tendencia en la política del país: "Factores externos como la guerra comercial entre China y EEUU han generado una incertidumbre mayor en la economía mundial. Esto hace más difícil para China abordar el cambio climático".