Chile le conoció como un líder sindical estudiantil de pelo largo, barba desaliñada y brazos tatuados que, altavoz en mano, pedía enseñanza gratuita para todos. Ahora, con 35 años, Gabriel Boric aspira a convertirse en el presidente más joven de la historia del país latinoamericano. En unas elecciones muy polarizadas, el candidato izquierdista se disputa el poder con José Antonio Kast, el ultraderechista que reivindica el legado del dictador Augusto Pinochet. Uno de los dos será el sucesor del mandatario Sebastián Piñera.
El Boric presidenciable se ha cortado el pelo, se ha arreglado la barba y a veces lleva gafas. Aunque no ha sucumbido a la corbata, prenda que considera "el invento más inútil de la humanidad", según aseguró en una entrevista a la cadena CNN en 2014.
Hijo de padre croata y madre de origen catalán, soltero y sin hijos, lidera las encuestas como aspirante de la coalición Apruebo Dignidad (formada por el Partido Comunista y Frente Amplio).
Hace una década, cuando era alumno de la Facultad de Derecho, formó parte del grupo de líderes estudiantiles al frente de las protestas que sacudieron Chile en 2011. Pedían una educación gratuita y de calidad que acabara con las desigualdades y las reminiscencias de la dictadura de Pinochet (1973-1990). Como presidente de la Federación de Estudiantes, Boric anunciaba un movimiento para "transformar el país".
En su batalla por el Palacio de la Moneda se ha comprometido a impulsar la agenda de aquellos manifestantes: subir impuestos, aumentar el gasto público, eliminar planes de pensiones privadas, reducir la semana laboral... También, la adopción de otra reformas que aboguen por los derechos de mujeres, minorías o grupos indígenas. "Nos interesa el crecimiento, pero no es posible crecer en un país que está fracturado socialmente", ha dicho.
Sus detractores dicen temer que siga los pasos del fallecido presidente venezolano Hugo Chávez, radicalizándose en el poder e impulsando un estado socialista autoritario.
En los último tiempos, como su rival, Boric ha moderado su discurso para ampliar el caladero de votantes y pescar también en el disputado centro o entre indecisos y escépticos. Ha reducido, por ejemplo, su anunciada subida de impuestos a las empresas y a las personas más ricas. En esa maniobra, ha de vadear también las tensiones internas (especialmente con el Partido Comunista) y las críticas de quienes no ven con buenos ojos sus guiños a un electorado más moderado.
Boric nació en Punta Arenas, al sur del país, el 11 de febrero de 1986. Estudió en el colegio privado The British School. Desde niño, como él mismo ha contado, sufre Trastorno Compulsivo Obsesivo (TOC). En 2018, explicó que tenía que tomarse una baja médica de un par de semanas para recibir tratamiento.
"Como lo he dicho antes, desde chico tengo TOC (Trastorno Obsesivo Compulsivo) y por recomendación médica decidí ser responsable y tratármelo (...). Sería bueno que más adelante hablemos más de los TOC y en general de salud mental, porque sé que a mucha gente le pasa y es un tema que se aborda poco", escribió en su cuenta de Instagram.
"Cada vez que entro a mi habitación tengo que pestañear cuatro veces o tengo que girar cuatro veces la perilla", contó en una entrevista a la revista Sábado en 2014.
Su andadura parlamentaria comenzó en 2014, cuando se convirtió en diputado por la región de Magallanes (en la zona austral de Chile); fue reelegido en 2017. En el estallido social que se produjo en el país en 2019, cientos de miles de personas se echaron a las calles para protestar contra la desigualdad y exigir mejoras en la sanidad o la educación. Boric adquirió, entonces, un papel protagonista en las negociaciones que derivaron en el acuerdo político que dio pie a la redacción de una nueva Constitución.
Pero fue el pasado verano cuando se convirtió en la gran sorpresa al ganar las primarias de la izquierda chilena. Contra todo pronóstico, derrotó al comunista Daniel Jadue, a quien los sondeos daban como vencedor. "Si Chile fue la cuna del neoliberalismo en Latinoamérica, también será su tumba", dijo Boric al conocer su victoria.
"Se nos ha encomendado la disputa por la democracia, la justicia, la inclusión, el respeto, por la dignidad de todos y todas", afirmó tras los comicios del pasado 21 de noviembre al conocer su pase a la segunda vuelta frente a un candidato antagónico y con las tradicionales opciones políticas fuera de juego.
Boric mantiene una buena relación con los españoles Pablo Iglesias e Íñigo Errejón y admira al expresidente uruguayo José -Pepe-, tiene el coraje de tener utopía, de pensar en un mundo mejor”, dice el uruguayo en un vídeo de apoyo al candidato chileno.
Él mantiene que su objetivo es luchar contra la endémica desigualdad del país e impulsar un Estado del bienestar similar al de las democracias europeas. Ante él, un rival en las antípodas ideológicas, que en una tensa campaña no ha dudado en acusarle de consumir drogas. En el último debate televisado, Boric le respondió monstrándole un test negativo. Le recriminó por hacer una campaña "sucia", plagada de "mentiras" y de inventar historias clínicas falsas. Incluso anunció que podía querellarse contra él por acusarle de "abuso sexual" en otro debate previo (Kast pidió disculpas por esas últimas acusaciones).
Si Boric se convierte en ganador, conformaría el Gobierno más izquierdista de la historia del país desde el de Salvador Allende en los años setenta, antes de ser derrocado por la dictadura de Pinochet (en 1973). Ante esa posibilidad, proclama: "Estamos orgullosos de que esta generación se levante para decirles a todos que Chile puede ser distinto, que puede ser justo".