La catedral de San Pedro de la capital de Marruecos, sede de la Archidiócesis de Rabat, cumple este mes de noviembre sus primeros cien años de vida luciendo su bella y vanguardista figura en el céntrico barrio de Hassan. Su feligresía es escasa -pues apenas viven apenas 30.000 cristianos en todo Marruecos-, pero constante y leal.
El templo fue construido durante el Protectorado francés de Marruecos (1912-1956). Comenzó a erigirse en 1919 y fue inaugurado dos años más tarde en una ceremonia presidida por el residente general Louis Hubert Lyautey, figura clave en la historia contemporánea de Marruecos y también de la ciudad de Rabat. La construcción de influjo art déco y oriental y elementos neogóticos es obra del arquitecto galo Adrien Laforgue. Con la designación por parte de la Santa Sede de un vicario apostólico en 1933, la iglesia se convirtió en catedral. El templo no pasó a ser propiedad de la Iglesia hasta 2018 tras dos años de proceso jurídico. Curiosidades de la historia y del proceso de independencia de Marruecos, hasta entonces pertenecía a un antiguo arzobispo de Rabat, Jean Chaubert, que la dejó en herencia a la Iglesia católica.
El edificio es hoy símbolo incuestionable de Rabat: su silueta, con las dos características torres en forma de aguja –culminadas en 1937- que evocan sendos minaretes, puede apreciarse desde numerosos puntos de la capital de Marruecos. Su antiguo presbiterio acoge hoy una de las sedes del Instituto Francés de Rabat.
La feligresía que acude a la catedral de San Pedro es fundamentalmente subsahariana, jóvenes estudiantes o trabajadores residentes en Rabat. También hay fieles de origen europeo, sobre todo franceses y españoles. Igualmente, por su céntrica ubicación, a ella acuden turistas y gentes de paso. La catedral se encuentra plenamente integrada en la arquitectura del barrio de Hassan, de herencia colonial francesa; por la plaza del Golán –antiguamente denominada del cardenal Lavigerie- pasan dos líneas del tranvía capitalino y el lugar es frecuentado por muchos jóvenes y estudiantes de la zona.
Solo se ofician misas –las hay casi a diario; solo los domingos en el altar mayor- en lengua francesa en San Pedro. Para escucharla en español (o en inglés), los católicos rabatíes han de acudir a la iglesia de San Francisco de Asís, situada a la espalda del Parlamento marroquí y, por tanto, junto a la avenida de Mohamed V y la antigua medina. El otro templo que celebra misas es la iglesia de Pío X.
A pesar del indudable aroma y raigambre francés, al frente de la Archidiócesis rabatí –una de las dos de Marruecos, la otra es la de Tánger- se halla el salesiano Cristóbal López Romero. Natural del municipio almeriense de Vélez-Rubio, el arzobispo de Rabat desde 2018 –nacionalizado uruguayo- es además administrador apostólico de la Archidiócesis de Tánger. Una plaza vacante desde que el Vaticano aceptara la renuncia del gallego Santiago Agrelo después de 12 años como arzobispo de la antigua ciudad internacional.
“Nuestra iglesia es insignificante, porque es minúscula, pequeña, diminuta, pero es significativa. Porque tenemos un mensaje que comunicar, algo que decir a este país y al mundo entero. Algunos me dicen: 'En Marruecos no se puede evangelizar'. Y yo doy un puñetazo sobre la mesa y digo: '¿Cómo que no? Si no se pudiese, no estaríamos aquí”, afirmaba recientemente el cardenal López Romero a la agencia EFE.
Lo cierto es que, además de lugar de culto, la catedral de San Pedro constituye un eje fundamental de la actividad social de la Iglesia hacia los más necesitados de la ciudad, especialmente los inmigrantes subsaharianos. Durante los peores meses del confinamiento, el templo se convirtió en centro de llegada y reparto de alimentos y ropa para estas comunidades especialmente desfavorecidas.
“Las catedrales en Francia, aunque son lugares de culto por excelencia, son vistas por muchas personas como museos debido al aspecto estético que se remonta a la Edad Media. La situación en Marruecos es diferente. Los feligreses, a menudo subsaharianos, consideran la catedral como un lugar de encuentro donde los lazos son familiares y religiosos, lo que crea un ambiente muy agradable. En Marruecos hay una tolerancia muy clara y una convivencia pacífica entre las religiones”, resumía Claude, director de recepción de la catedral, al diario marroquí L’Opinion.
No hay en Marruecos libertad religiosa, pues está prohibido a los musulmanes hacer apostasía. Pero sí hay en Marruecos numerosos templos cristianos –católicos, anglicanos y ortodoxos- y varias sinagogas que ofrecen de manera regular servicios religiosos. El 99% de la población marroquí es musulmana. Además de los citados 30.000 cristianos, queda en Marruecos una exigua minoría judía de apenas 2.000 almas (a finales de la década de los 40 la comunidad hebrea marroquí, la más numerosa de todo el mundo árabe, superaba los 250.000 miembros).
En 31 de marzo de 2019 la catedral de Rabat recibió la visita del papa Francisco, que tuvo ocasión de encontrarse con religiosos católicos de todo Marruecos. El pasado sábado día 20 de noviembre, el cardenal López Romero ofició una Eucaristía que abría las celebraciones del centenario. “Una iglesia centenaria para una comunidad cristiana bimilenaria”, fue el título de la conferencia celebrada este martes en el templo. El próximo 29 de junio, con ocasión de la solemnidad de San Pedro y San Pablo, y como culminación de los actos de celebración de su centenario, la catedral celebrará un jubileo. En estos meses habrá, por tanto, conferencias, conciertos, noches de oración y peregrinaciones.
Con sus dos agujas como dos brazos abiertos hacia el cielo de Rabat y el blanco cegador de sus muros, la catedral de San Pedro avanza ya hacia su segundo centenario como símbolo de la Iglesia en el norte de África y de lo mejor del pluralismo religioso de Marruecos. Y, sobre todo, en regalo visual cotidiano para los rabatíes de toda condición y confesión.