Carrie Symonds, la más influyente primera dama británica
La dimisión del principal asesor de Johnson tras una disputa con su prometida ha evidenciado el poder adquirido por ella
Ha creado un equipo a medida para tirar adelante su propia agenda en Medio Ambiente y protección de animales
Ni Denis Thatcher ni Cherie Blair llegaron a tener tanto peso en la toma de decisiones de sus parejas
Carrie Symonds apenas tiene treinta y dos años, lleva dos años saliendo con Boris Johnson, veinticuatro años mayor, ni tan siquiera están casados (aunque tienen un hijo en común) y ya muchos la consideran la primera dama más influyente de Downing Street. Ha llamado la atención tras provocar la dimisión del asesor principal de Johnson, el todopoderoso e indestructible Dominic Cummings, y de su jefe de comunicación, Lee Cain. Eran las dos personas no electas más influyentes sobre su marido, de la facción brexitera dura. Symonds mantenía un pulso con ellos, un pulso que ganó.
Procede de una familia de periodistas. Su padre fue uno de los fundadores del diario ‘The Independent’, su abuelo editor del ‘Daily Herald’ y europarlamentario del Partido Laborista y su abuela trabajó para la BBC. Estudió historia del arte y teatro, aunque rápidamente se arrimó a la política. En 2009, con 21 años, entró a trabajar en la oficina de prensa del Partido Conservador. Fue asesora de los ministros John Whittingdale y Sajid Javid, quien suena para ocupar el puesto que ha dejado vacante Cummings.
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En el 2012 se incorporó al equipo de Johnson para la campaña de las elecciones a la alcaldía de Londres que ganó. En el 2017 se convirtió en la jefa de comunicación del partido, cargo que dejó un año después. Unos apuntan que fue forzada a dimitir por bajo rendimiento y por haber declarado gastos de más y faltar a reuniones clave. Otros dicen que lo dejó por su relación con Johnson. Su dimisión se produjo justo después de que Johnson dimitiera como ministro de exteriores en julio de 2018. Y coincidió con la revelación en los medios de su relación con Johnson, que por entonces seguía casado con su segunda esposa, Marina Wheeler, con la que tenía cuatro hijos.
Tras dejar el partido, Symonds se incorporó a la organización benéfica Oceana, que se dedica a la conservación de los océanos y para la que sigue trabajando. Es parte de su equipo de comunicación internacional. Tras nueve años en el partido, Symmonds sabe muy bien cómo funciona y quién es quién. Algunos comentaristas ya han empezado a llamarla la “duquesa de Downing Street” porque su sombra es cada vez más alargada por los pasillos de Downing Street.
Gintonics y palos de golf
En el Reino Unido no existen unas funciones preestablecidas para las primeras damas. Aunque se espera que adopten un rol discreto y de apoyo a su marido o esposa, cada uno lo ha adaptado a sus intereses. Denis Thatcher, el marido de Margaret Thatcher, fue el primer marido de una primera ministra entre 1979 y 1990. Era un astuto hombre de negocios, un millonario del petróleo, excomandante de los ingenieros reales en la Segunda Guerra Mundial, aficionado al gintonic y al golf. Ya estaba jubilado cuando su esposa ganó las elecciones.
Asumió con relativa discreción el nuevo cometido. Pese a tener unas ideas políticas incluso más duras que las de su mujer, no trató de influir demasiado. Su amigo y periodista Bill Deedes, con quien compartía partidas de golf, dijo una vez: “A los periodistas les cuesta llegar a conclusión de que Denis tuvo la más mínima influencia en las políticas de su esposa”.
A Denis Thatcher le siguió la modista Norma Major, casada con John Major, primera dama entre 1990 y 1997. Fue la discreción personificada. Dijo sentir “terror” cuando Thatcher nombró a su marido ministro de exteriores en 1989. Su “terror” se incrementó cuando un año más tarde se convirtió en primer ministro. Huyó de los flashes de las cámaras y de las crónicas de los diarios. Trabajó para organizaciones benéficas y escribió dos biografías, una sobre la soprano australiana Joan Sutherland y otra sobre Chequers, la casa de campo del primer ministro.
Una abogada con apellido propio
Más importancia que su predecesora tuvo Cherie Blair, casada con el laborista Tony Blair y primera dama entre 1997 y 2007. Era una abogada de altos vueltos, una eminente jurista especializada en derechos humanos que mantuvo su carrera y su apellido de soltera (Booth) mientras residió en Downing Street. En ocasiones lideró causas que iban en contra de los intereses del gobierno de su marido. Solo una vez se pronunció públicamente y fue a favor de la integración de la Convención Europea de los Derechos Humanos en las leyes británicas.
Solían llamarla por teléfono los diputados laboristas para que intentara influir en su marido sobre cualquier asunto que les interesara, sabedores de la enorme autoridad que tenía sobre él. Ella bromeaba y decía que su marido se encargaba de poner a los niños en la cama porque ella siempre regresaba más tarde a casa.
Le sucedió Sarah Brown, la esposa de Gordon Brown, entre 2007 y 2010. Era una brillante relaciones públicas e intentó cambiar la percepción que tenía la gente de su marido, un político gris y sin carisma. Su intervención en el congreso del Partido Laborista de 2008 evaporó un complot para derrocarlo. Era una ponderada activista por los derechos de los gays y por la concienciación del autismo.
Su sutil influencia se manifestó, por ejemplo, cuando Gordon Brown pidió disculpas públicas por el trato dedicado al matemático Alan Turing quien, tras descifrar los códigos nazis y ayudar a ganar la Segunda Guerra Mundial, en 1952 fue procesado por ser gay. La decisión de Sarah Brown de invitar a la madre del ‘hacker’ británico Gary McKinnon a Downing Street provocó un conflicto diplomático con la administración Obama. McKinnon, que padecía Asperger, era reclamado por la justicia estadounidense por haber entrado en el sistema informático del Pentágono.
El test de Sam
Samantha Cameron, casada con David Cameron y primera dama entre 2010 y 2016, tuvo menos influencia política que Sarah Brown. Redujo su jornada como directora creativa de Smythson, una empresa de marroquinería de lujo, cuando entró a vivir a Downing Street. Pese a sus orígenes aristocráticos, era percibida como una persona sencilla y con los pies en la tierra, tal vez por sus bohemios años en Bristol como estudiante de Bellas Artes. Desempeñó un papel clave durante la campaña electoral de 2010 de su marido, ayudándole a conectar con la gente y suavizar su imagen de niño pijo etoniano y elitista. Luego dio un paso al lado. David Cameron decía que todas las decisiones que tomaba debían pasar “el test de Sam”, como llamaba a su esposa. A ella se le atribuyen las decisiones de legalizar los matrimonios gay y de aceptar refugiados sirios.
El predecesor de Symonds fue Philip May, el marido de Theresa May, el segundo hombre después de Denis Thatcher en ejercer el cargo entre 2016 y 2019. Era un importante banquero de inversión, miembro muy activo del Partido Conservador. Como Denis Thatcher, aceptó un rol secundario, de apoyo emocional, fundamental para una primera ministra, Theresa May, que estaba atrapada entre las luchas internas ‘tories’ por el Brexit y las imposibles negociaciones con Bruselas. Solo se entrometió una vez al recomendar a su esposa que persistiera en la búsqueda de un acuerdo que satisficiera a los euroescépticos y a sus socios unionistas norirlandeses. Esta interferencia le valió la represalia del jefe de gabinete, que le acusó de frustrar los planes de un Brexit más suave que incluyera a otros partidos.
Un equipo hecho a su medida
Carrie Symonds sucedió a Philip May. Cruzó la puerta negra de Downing Street como primera dama el 24 de julio de 2019. Su influencia sobre su marido se empezó a percibir cuando éste mostró un 'look' más cuidado y anunció que estaba a dieta. Symonds está muy involucrada en la protección del Medio Ambiente, en la transformación de los hábitos alimenticios de la gente y en los derechos de los animales. Está construyendo un potente equipo potente a su alrededor para implementar su agenda. Ha contratado a la prestigiosa relaciones públicas Sarah Vaughn-Brown como asesora personal. También terció en el nombramiento de Allegra Stratton como nueva responsable de prensa de Downing Street.
En enero el sindicato de agricultores denunció ante los tribunales la relación de Symonds con la decisión del gobierno de prohibir el sacrificio de tejones. En Reino Unido se permitía sacrificarlos para evitar que contagiaran de tuberculosis al ganado. Al parecer, dos semanas antes del anuncio, Symonds se reunió en Downing Street con el director ejecutivo de la principal organización protectora de esos mamíferos. Finalmente, la Corte Suprema dio la razón al gobierno.
Se intuye que Symonds también está detrás de la cruzada emprendida por Johnson contra la obesidad. Considera que fue uno de los motivos por los que contrajo el coronavirus en marzo. Johnson ha prohibido la publicidad de comida basura en la franja televisiva nocturna y en internet. Y ella también está detrás del giro medioambientalista del gobierno con decisiones como la prohibición del ‘fracking’, lo que ha supuesto un cambio de la política energética del partido de los últimos diez años. Sin Cummings ni Cain, su peso puede ser todavía mayor.