Por primera vez en su historia, el próximo 8 de septiembre –miércoles, una fecha también inédita- Marruecos celebrará conjuntamente elecciones legislativas, regionales y municipales; una decisión pensada para movilizar en la medida de lo posible al electorado en un momento marcado por la situación sanitaria y sus rigores. Porque las consecuencias económicas de la pandemia, que alcanzó a comienzos de mes los peores números desde que en marzo de 2020 se detectase el primer caso de covid-19 en Marruecos, es la gran preocupación de los marroquíes hoy. Doce días de campaña electoral –que arrancó este jueves-, con la vida alterada por las duras restricciones impuestas para combatir la pandemia, tienen por delante los partidos por delante para convencer de sus bondades los inscritos en el censo.
Lo tendrán que hacer sin mítines concurridos –pues el Gobierno ha restringido a un máximo de 25 personas las concentraciones- y evitando baños de masas en la calle, por lo que será la campaña más virtual que se conozca. Del puerta a puerta y los mercados a las redes sociales; un prometedor desplazamiento que protagonizarán las activas nuevas generaciones de marroquíes urbanos. Una realidad que, sin embargo, no debe hacer olvidar que en Marruecos los mayores de cincuenta años son casi totalmente ajenos al fragor dialéctico en la Red, así como la brecha tecnológica entre ciudad y mundo rural.
“Esta campaña tendrá la particularidad de focalizarse en la Red debido a las restricciones sanitarias, así que no habrá mucha campaña en la calle”, advierte a NIUS el analista político marroquí Ayoub Touati. “Un hecho que puede afectar negativamente de manera particular a los islamistas del Partido Justicia y Desarrollo, que se beneficiaban de la fórmula tradicional de movilización en la calle”, explica el antiguo responsable e impulsor de la ONG Simsim-Participation Citoyenne, nacida para impulsar la participación de la sociedad en los asuntos públicos –incluida la actividad parlamentaria- en Marruecos.
Si no fuera porque nos lo recuerdan los periódicos y agencias de noticias, pocos indicios nos daría la calle de que la triple campaña electoral ha comenzado. Ni rastro de los carteles electorales en las principales arterias de Rabat, por ejemplo. Aunque en un principio el Gobierno había prohibido la propaganda electoral en papel para limitar la transmisión del virus, ha acabado aceptándola como mal menor. Una paradoja marroquí –como tantas otras-: una medida dura, casi exagerada, la de prescindir del papel mientras la tela o el papel de las mascarillas apenas sirven a la mayoría de ciudadanos para cubrirse el mentón como si de un adorno se tratase.
Con todo, hay datos alentadores. Casi 18 millones de marroquíes, 900.000 más que en los últimos comicios, están inscritos en los censos electorales. El 46% de ellos son mujeres. “Con nuestra organización hemos constatado que las mujeres son las más activas a la hora de interesarse por la labor de los diputados y electos locales, pero los partidos siguen apostando por elegir como candidatos a notables con arraigo en el territorio antes que por la mujer”, explica Touati. En fin, todos ellos, hombres y mujeres, elegirán a los 395 diputados de la Cámara de Representantes –la cámara baja del Parlamento marroquí- y más de 31.000 representantes municipales y regionales.
Año y medio de pandemia han hecho verdadera mella en la macro y microeconomía marroquí. Entre el 30% y el 40% de la economía marroquí –y hasta la mitad de la fuerza laboral del país- se desempeña en el sector informal, por lo que una parte importante de la población, al quedar fuera del sistema de protección social, ha sido duramente golpeada por la pandemia. “La gente está más preocupada por el tema económico que por las elecciones”, admite a NIUS Said Kirhlani, profesor visitante de la Universidad Rey Juan Carlos especializado en procesos electorales y políticos en Marruecos.
Recordemos que sigue en vigor el estado de emergencia sanitaria –al menos hasta el 31 de octubre- que, entre otras medidas, impone un toque de queda desde las nueve de la noche hasta las cinco de la mañana. Y el cierre de comercios y establecimientos hosteleros a la misma hora (la paradoja, otra más, de la coincidencia horaria entre el momento en que cafés y tiendas echan la persiana y los vecinos han de estar ya en casa se resuelve con un poco de manga ancha). Lo cierto es que a la misma hora que, con la caída del sol, al otro lado del Estrecho la gente comienza a salir a la calle para disfrutar de las terrazas, en Marruecos el respetable regresa a casa con resignación.
“Los marroquíes están cansados de la pandemia; muchos no pueden permitirse cumplir con todas las restricciones porque antes tienen que buscar en la calle los medios para poder sacar adelante a sus familias; aquí las ayudas del Estado son insuficientes”, confía a NIUS el propietario, de nacionalidad canadiense y raíces en el Golfo, de un restaurante de cocina de Oriente Medio en el centro de Rabat. “Nosotros los hosteleros lo estamos pasando especialmente mal con estos horarios”, asegura.
Previsiblemente, el actual ambiente general augura una participación electoral baja. No parece que la elección de un miércoles como fecha de la triple cita con las urnas vaya a favorecer la movilización del electorado. En 2016 la tasa de participación fue del 42,3% y del 45,4% en 2011, en medio de la efervescencia de las Primaveras Árabes.
Las restricciones de movilidad y las mencionadas limitaciones de las concentraciones tendrán una especial incidencia en las zonas rurales, donde el electorado está más acostumbrado al contacto humano con sus candidatos y la campaña –menor penetración de Internet y uso de las redes- no será tan virtual y digital como en las ciudades. “En las grandes ciudades la actividad de los candidatos en la calle no es ya tan importante, pero en el mundo rural es fundamental”, subraya el doctor en Estudios Árabes e Islámicos por la UAM Said Kirhlani.
Los dos partidos que parten como favoritos para encabezar la Cámara de Representantes tras los comicios del 8 de septiembre son el islamista Partido Justicia y Desarrollo (PJD), principal fuerza del Parlamento –se impuso en las elecciones de 2011 y de 2016-, y el Reagrupamiento Nacional de Independientes (RNI), que lidera el empresario –según Forbes el hombre más rico de Marruecos- y actual ministro de Agricultura Aziz Akhannouch. Los expertos apuntan a los liberal-conservadores del magnate como posible ganador de la cita del 8 de septiembre. “Creo que el RNI tendrá un avance muy notorio. Es el caballo con el que va a apostar el majzén [oligarquía o poder en la sombra]”, asegura Kirhlani.
Para Ayoub Touati, “los resultados del PJD y el RNI estarán muy igualados”. “Aunque al ser el más votado en las anteriores elecciones y estar al frente del Gobierno el PJD debe ser el más afectado por el desgaste de la crisis, pero el PJD ha hecho una inversión masiva en favor de los profesionales liberales en los últimos años”, recuerda el analista independiente. Además, a juicio del politólogo, los islamistas “tienen la baza de la figura del ex primer ministro Abdelilah Benkirane [2011-2017]”, quizás el político más carismático y popular de Marruecos.
Decisivo en el resultado será la reforma de la ley electoral, aprobada este año a instancias del ministro del Interior Abdelouafi Laftit, un independiente. En esencia, la ley introduce un nuevo cociente para la obtención de escaños que hace muy difícil que un partido gane más de un diputado por circunscripción y suprime el suelo del 3% de los votos para la obtención de representación. Resultado previsible: una Cámara de Representantes más fragmentada y un mayor número de formaciones políticas con escaño. “Va a haber cinco o seis partidos muy parejos en número de diputados como resultado de la nueva ley. Ningún partido tendrá mayoría absoluta y ello impedirá que se produzcan situaciones de bloqueo en el Parlamento como ocurrió en 2016”, augura a NIUS Said Kirhlani.
Al margen de la pandemia, la actualidad de Marruecos en los últimos meses ha venido marcada por cuestiones de política exterior: desde el reconocimiento estadounidense de la soberanía marroquí sobre el Sáhara hasta el restablecimiento de relaciones con Israel, pasando por la enésima querella con Argelia –que ha desembocado esta semana en ruptura diplomática total-, los vaivenes en las relaciones con España y la crisis con Alemania. Sin embargo, la política exterior es prerrogativa exclusiva de Palacio, por lo que previsiblemente no tendrá influencia en los resultados de los partidos el día 8 de septiembre, pues sencillamente las decisiones de la diplomacia marroquí no dependen de ellos.
Diez años después de la Primavera Árabe –que implicó a una parte de la sociedad marroquí en el proceso político-, con un poder que reside en última instancia en la Corona y el Majzén y resignados ante una pandemia cuyas consecuencias se dejarán notar aún durante mucho tiempo, el pueblo marroquí mira de soslayo, casi indiferente, la triple cita del 8 de septiembre.