En los últimos días de campaña electoral se ha desatado una verdadera batalla por el voto. Estado a estado y cuerpo a cuerpo, los candidatos están haciendo un auténtico maratón para asentar su ventaja, en el caso del candidato demócrata, y para recortarla o establecer la suya propia, en el caso del republicano. Como si de una película ochentera se tratara, asistimos a una pugna en la que los Rose, en su famosa guerra familiar, dan paso a las trifulcas de otras dos sagas, las de los Trump y los Biden, ya dispuestos a todo.
Así quedó claro en la estrategia de los dos debates presidenciales en los que el actual mandatario empezó a focalizar su discurso de ataque sobre Hunter Biden, el hijo del exvicepresidente con Obama, de quien llegó a decir que “le expulsaron con deshonra del ejército por darle a la cocaína” en el primer encuentro televisivo y que “no tuvo trabajo durante mucho tiempo”, en el segundo. La acometida ha ido aumentando de intensidad en los últimos días, en los que Trump llama a los Biden “empresa criminal” en los mítines de campaña, en un intento de desprestigio basado, ente otras acusaciones, en la difusión del contenido de un supuesto ordenador portátil de Hunter.
La historia comienza el pasado 14 de octubre, cuando el periódico The New York Post publica un artículo con información proporcionada por el abogado de Trump, Rudy Giuliani, y su exdirector de campaña, Steve Banon. Se trata de unos correos electrónicos de 2015, no verificados, en los que Vadym Pozharskyi (un asesor de la empresa ucraniana Burisma en la que acabó trabajando Hunter) daba las gracias a este por darle “la oportunidad de conocer a tu padre”. Esto fue usado en su momento por los republicanos para acusar a Biden de haber presionado a los funcionarios ucranianos, para evitar la investigación sobre dicha empresa, y para alegar el enriquecimiento de la familia Biden gracias a este tipo de conexiones.
Sin embargo, algunos reporteros del New York Post, como Brice Golding, autor principal del mismo, no quisieron firmar el artículo y cuestionaron su credibilidad. Los principales editores -según publicó al respecto el New York Times- se reunieron el 11 de octubre para discutir cómo utilizar el material proporcionado por Giuliani. Finalmente el artículo apareció el miércoles con dos firmas: Emma-Jo Morris, editora adjunta de política que nunca antes había firmado un artículo en el periódico y Gabrielle Fonrouge, reportera del Post desde 2014. La cuenta de Morris de Instagram, que se estableció como privada poco después de la publicación de la noticia, incluía fotos de ella posando con los ex miembros de la administración Trump, incluido Steve Bannon.
Pero además de los correos, las redes sociales especialmente y algunos medios (como los conservadores Fox News y el periódico Western Journal) han publicado informaciones sobre las posibles implicaciones de Hunter en “un problema de pornografía infantil” que pudieran ser desveladas por el material incluido en el portátil. Tras ser preguntado por ello en Fox, el senador republicano y presidente de Seguridad Nacional del Senado, Johnson, dijo que no quería especular. “He escuchado todo tipo de cosas que probablemente se revelarán en los próximos días”, señaló.
Dichas informaciones podrían estar basadas en unas fotos de Hunter supuestamente consumiendo drogas y manteniendo relaciones sexuales con una mujer de la que incuso se ha dicho que era menor de edad. Si bien las fotos parecen más explícitas en cuanto al consumo de droga (el hijo de Biden parece sostener en los labios una pipa como las que las que se usan para fumar crack), no se puede acreditar la edad de la mujer que le acompaña.
El propio Hunter ha reconocido en declaraciones al New Yorker que durante años fue alcohólico y que había pasado por varias terapias de desintoxicación para superar sus adicciones al crack y la cocaína. Su padre Joe Biden, a pesar de la utilización que de ello han hecho sus adversarios políticos, siempre se ha mostrado “orgulloso de él, estoy orgulloso de mi hijo”, dijo en el primer debate con Trump, a lo que añadió: “tuvo sus problemas con las drogas pero los ha superado”. En los últimos días ha añadido que “nadie ha demostrado que lo que hizo en Ucrania estuviera mal” y en los correos que supuestamente se han encontrado en el ordenador portátil le decía “buenos días mi hermoso hijo”, a Hunter, cuando este fue ingresado en un centro de rehabilitación, demostrando un amor incondicional por él, en caso de que se demuestre su veracidad.
Pero a día de hoy, esta no es la única de las teorías de las que las redes sociales y algunos medios se hacen eco. En esta campaña electoral han sido varias las supuestas noticias que han tenido acogida entre la opinión pública como ocurrió con el pizzagate, que ha vuelto a parecer en el último tramo de la campaña.
Esta teoría, que involucra a líderes demócratas como Bill y Hillary Clinton en una red de delitos sexuales con menores, difunde la idea de que existe una red de tráfico sexual que trafica con niños y que es dirigida desde el sótano de una pizzería, en Washington DC. Esta fue la razón por la que Maddison Welch fue condenado a cuatro años de prisión, tras ir a la pizzería Ping Pong el 4 de diciembre de 2016, disparar contra una puerta con un rifle de asalto y ahuyentar a los clientes. El propio Departamento de Justicia vinculó esta acción con el anterior “rumor infundado”, en un comunicado de prensa difundido en junio de 1017, al publicar la sentencia.
Algunas de estas hipótesis son alentadas por los seguidores de Quanon, un movimiento de extrema derecha cuyos seguidores creen en la existencia de un grupo satánico que dirige redes de tráfico sexual de menores y mueve los hilos del poder en la oscuridad. Empezó en internet pero su crecimiento de los últimos meses y el apoyo de algunos candidatos republicanos al Congreso ha provocado que el FBI haya tenido que considerarlo como un grupo terrorista de ámbito doméstico.
Desde Quanon defienden que Trump es quien puede salvar al país de una élite pedófila y corrupta y tiene una curiosa relación con el presidente de los Estados Unidos, que ha eludido el rechazo público del grupo y comparte en las redes sociales algunos de los mensajes de los seguidores. Todo con el objetivo de ganar votos en esta campaña electoral que cada día se vuelve más dura. Según dice el refrán popular, “en el amor y en la guerra todo vale” y parece ser que en la política, en algunas ocasiones, también.