El debate horario en Estados Unidos ha resurgido en los últimos años. Suele ocurrir en primavera, cuando llega el cambio que trae una hora menos de sueño a un país en el que 1 de cada 3 adultos no duerme lo suficiente. Entonces se reactivan los argumentos. Y las dosis de café.
Recientemente una decena de estados del país empezaron a cuestionar que haya que cambiar de hora dos veces al año y los movimientos activistas a favor de dejar el reloj como está viven un aumento de popularidad, con el hashtag #LockTheClock (bloquear el reloj) en las redes sociales.
Argumentan que hay beneficios económicos y emocionales al tener días más largos durante todo el año, y citan problemas de salud asociados al cambio de hora, desde ligero aumento de riesgo de infartos y embolias, a las crecientes tasas de obesidad infantil. Pero, sobre todo, insisten en que es confuso y engorroso. En contra están quienes advierten que prolongar la oscuridad a primera hora de la mañana puede ser problemático y extremadamente impopular.
Estados como Washington, Massachusetts, Delaware, Maine y Florida han aprobado leyes para eliminar el cambio de hora de otoño y mantener el horario de verano durante todo el año. Pero es necesario que el Congreso estadounidense las apruebe a nivel federal. Y hay demasiados frentes abiertos en la capital como para que el debate sea prioritario en este momento.
Lidera la batalla para cambiar la ley federal el estado de Florida, 'el Estado del Sol'. En 2018 aprobaron la Ley de Protección del Sol (Sunshine Protection Act, en inglés), con apoyo bipartidista, para que el horario de verano sea permanente. Los senadores Marco Rubio y Vern Buchanan se encargaron de llevarla a Washington. "Ha quedado claro que esta anticuada práctica ya no tiene ninguna finalidad", escribió Rubio en una carta al comité de Comercio, Ciencia y Transporte, que es la comisión clave para empezar el debate en el Senado estadounidense.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, también manifestó su apoyo a la ley en marzo. Aseguró en las redes sociales que le parecía bien hacer permanente el horario de verano. Es el presidente quien en última instancia tendría que firmar la ley para su entrada en vigor a nivel nacional. Pero desde entonces poco se ha vuelto a hablar en Washington sobre este asunto. Y no hay previsiones de que vaya a hacerse.
Así que los relojes retrocederán una vez más en noviembre, como ha ocurrido en las últimas seis décadas. Estados Unidos implementó el horario de ahorro de luz diurna o DST (Daylight Saving Time, por sus siglas en inglés) por primera vez en 1918, durante la Primera Guerra Mundial para ahorrar recursos.
Después se retomó durante la Segunda Guerra Mundial. Para entonces a muchos estadounidenses les había parecido ya una buena idea. Y se siguió aplicando en algunos estados y ciudades, lo que llevó al "caos de los relojes", como lo bautizó la revista Time en 1963.
En un viaje en autobús de 56 kilómetros entre Ohio y West Virginia, los pasajeros tuvieron que cambiar su reloj siete veces en 40 minutos. En 1966, el presidente Lyndon B. Johnson firmó la Ley de Horario Uniforme (Uniform Time Act) para poner fin al problema. Pocos meses después, los estados de Hawái y Arizona (a excepción de la Nación Navajo) se desmarcaron, argumentando que no tenía mucho sentido en esas latitudes. Solo les hizo falta un verano para saberlo.
Estados Unidos tiene un total de nueve husos horarios estándares, de los estados a los territorios. Y cada uno tiene sus razones, dependiendo de su actividad económica, geografía y clima. El debate social resurge cada cierto tiempo, en torno a la realidad del ahorro energético y el impacto en la productividad.
Pero ahora mismo no hay previsiones de que llegue al Congreso en el futuro cercano, en medio de un proceso de destitución contra Trump y al borde de un intenso año electoral 2020.