El apoyo al independentismo en Escocia ya ha alcanzado el 56 por ciento, según JL Partners, algo impensable hace apenas seis meses. El 79 por ciento afirma que el rechazo a Johnson es el principal motivo para apoyar la independencia. “Es difícil mirar estos datos y no concluir que la unión de nuestro país está dañada — ha afirmado James Johnson, director de JL Partners, unionista y ex asesor de Theresa May —. Es el momento más duro de la causa unionista en nuestra historia reciente”. Otra encuesta de Ipsos Mori es incluso más contundente y otorga a la independencia un apoyo del 58%.
En septiembre de 2014, los unionistas se impusieron en la histórica consulta sobiranista escocesa con un 55 por ciento de los votos y los independentistas sacaron solo el 45 por ciento y aceptaron la derrota. Parecía que la cuestión quedaba zanjada. Entonces, ¿cómo se ha llegado a este punto? Ha habido distintos factores como el relevo de Alex Salmond por Nicola Sturgeon, que se ha mostrado como una líder más aglutinadora y sensata. Pero el factor clave fue el referéndum del Brexit, refrendado por el 52% de los británicos y rechazado por el 62% de los escoceses.
El Brexit ponía de manifiesto las discrepancias políticas entre las cuatro naciones que integran el Reino Unido (Inglaterra, Gales, Irlanda del Norte y Escocia). Irlanda del Norte también lo rechazó. Y avisaba que muy probablemente el precio del Brexit sería la unión de Inglaterra con el resto de naciones, que datan de 1707 con Escocia y de 1284 con Gales. Los nacionalistas escoceses sostienen que el Brexit es una forma de nacionalismo inglés. Uno de los principales argumentos de los unionistas en 2014 era que Escocia se quedaría fuera de la Unión Europea (UE) si se separaba. Dos años más tarde el Reino Unido votaba separarse.
Incluso Sturgeon, la ministra principal escocesa, que había asegurado que la votación independentista era la única que tendría su generación, aseguró que los términos habían cambiado. En octubre de 2014, tras la derrota en las urnas, se constituyó en Escocia una plataforma para promover causa separatista que se llamaba ‘Todos bajo la misma bandera’. Pese a la campaña y pese al Brexit, el apoyo a la independencia apenas subió dos o tres puntos. Sturgeon también había dicho que solo daría apoyo a un nuevo referéndum si el apoyo era claro y sostenido en el tiempo. Estaban muy lejos.
La balanza empezó a decantarse en Escocia con la llegada de Johnson al poder del Partido Conservador y del gobierno el 24 de julio de 2019 con su promesa de un Brexit duro. Su llegada provocó la dimisión de Ruth Davidson, la líder tory en Escocia. Davidson era carismática, europeísta y estaba conteniendo a los independentistas con un mensaje moderado. Sin ella se rompió la presa de contención unionista. Cuatro meses más tarde, en las elecciones generales que ganó Johnson, los conservadores perdieron 7 escaños en Escocia y el Partido Nacional Escocés (SNP) ganó 13.
Johnson desbloqueó en noviembre las negociaciones del Brexit cuando realizó una serie de concesiones a la UE en Irlanda del Norte y aceptó establecer una doble frontera. Esto le permitió cerrar el acuerdo y arrasar en las generales de diciembre despejando el camino para declarar la independencia de la UE el 31 de enero. En septiembre se retractó de esos compromisos, que quedaron anulados por la ley de mercado interno y la UE llevó al Reino Unido a los tribunales por incumplimiento de acuerdos internacionales.
Pese a todo, en diciembre, el independentismo en Escocia solo había subido hasta el 50 por ciento. De forma inesperada la pandemia lo cambió todo y rompió la balanza y el idilio de Johnson con la población. Su aletargada reacción y su apuesta inicial por la inmunidad de grupo fueron letales para su imagen. Por su parte, Sturgeon empezó antes que Johnson a tomar medidas. Escocia siempre ha reaccionado antes y ha impuesto medidas más contundentes logrando rebajar la incidencia del coronavirus.
La pandemia ha conseguido lo que dos referéndums y años de campaña no pudieron. Primero, separar las competencias del gobierno central con respecto a los tres gobiernos regionales o nacionales con competencias transferidas en sanidad. Escocia, Gales e Irlanda del Norte han podido gestionar la pandemia según su propio criterio y necesidades. Las decisiones de Johnson eran efectivas únicamente en Inglaterra. Esto ha permitido comparar políticas.
También ha permitido diferenciar la forma de mandar. Johnson ha estado más ausente y pasivo. Sturgeon ha dado la cara ante los medios y ante la gente todos los días desde marzo. La encuesta de JL Partners revela que el 84 por ciento consideran que Johnson ha gestionado mal la pandemia y que el 74 por ciento destaca la buena gestión que ha hecho la ministra principal escocesa, Nicola Sturgeon, pese a que Escocia tiene uno de los índices de mortalidad más altos de Europa junto con Inglaterra y Gales.
La pandemia también ha permitido establecer una frontera hasta ahora totalmente invisible entre Escocia e Inglaterra porque Sturgeon recomienda a los escoceses no viajar a Inglaterra y viceversa y ha colocado policía en la frontera. Un estudio de las universidades de Londres y Singapur sitúan a Sturgeon entre los pocos líderes mundiales que han sabido dar un mensaje claro a la población sobre la pandemia junto con Angela Merkel en Alemania y Jacinda Ardern en Nueva Zelanda. La popularidad de Sturgeon crece con el Covid. La de Johnson se hunde.
Incluso el sustituto de Davidson en Escocia, Douglas Ross, ha admitido que “creo que mucha gente objetiva diría que Sturgeon es mejor comunicadora que Johnson”. Ross ha pedido a su jefe que incluya al gobierno escocés en las negociaciones del Brexit por el acuerdo comercial y por la política de inmigración, las dos principales reinvindicaciones del gobierno de Holyrood. También ha pedido una reforma de la Cámara de los Lores, la cámara alta de Westminster, para incluir “una representación formal de las cuatro naciones y regiones”.
Johnson no acepta un nuevo referéndum en Escocia. Nicola Sturgeon ya ha dicho que en las elecciones regionales del 6 de mayo de 2021 incluirá el compromiso de celebrar un segundo plebiscito de independencia. El SNP incluirá una moción para ser votada en el congreso de su partido del 28 al 30 de noviembre que rechaza el derecho a veto del gobierno de Londres en caso de ganar las elecciones. El SNP es claro favorito para las elecciones. Los sondeos indican una intención de voto del 58 por ciento para el SNP y del 19 por ciento para los conservadores.
Bloomsberg News explica que ha tenido acceso a un informe secreto de Hanbury Strategy, una consultoría de estrategia política vinculada al Partido Conservador y al Brexit, realizado para el gobierno y que avisa del peligro del auge del independentismo en Escocia. “Si el SNP aprovecha este impulso, podría desencadenar en una crisis constitucional en toda regla o un segundo referéndum de independencia —dice el informe—. Cualquiera de estos resultados consumiría un capital político significativo para el gobierno [de Londres]”.
Hanbury recomienda a Johnson un cambio de estrategia. Dice que seguir oponiéndose al segundo referéndum es “contraproducente” y recomienda que desarrolle una nueva relación con el gobierno de Edimburgo. Propone la cesión de más competencias, aquellas relacionas con el Brexit como la inmigración. E incluso preparar un nuevo plan constitucional para implementar en caso de victoria del SNP en mayo y ratificarlo a través de un referéndum que, creen, podría apaciguar las demandas del SNP de un voto de independencia.
La unión, en peligro
Sin embargo, Johnson parece no hacer caso a estas recomendaciones. Ha amenazado con un Brexit duro a la UE a dos meses de la separación, se ha visto obligado a confinar a los ingleses y sigue diciendo que no es momento para hablar de la independencia de Escocia. “Johnson está haciendo lo contrario y quiere robar más poderes aún a Escocia”, comentó Kirsten Oswald, la vicelíder del SNP en Westminster, sobre el informe de Hanbury.
El rechazo a Johnson, el Brexit y el Covid no solo han disparado el independentismo en Escocia sino también en las otras dos naciones. En Gales, pese a que votaron a favor del Brexit en 2014 y que los nacionalistas del Plaid Cymru son la tercera fuerza política, el independentismo ya alcanza el 33%. Era del 14% en 2014. Una comisión parlamentaria galesa recomienda establecer una hoja de ruta para llegar a un referéndum galés.
En Irlanda del Norte los republicanos nacionalistas proirlandeses del Sinn Féin ya están pidiendo un referéndum de reunificación de la isla de Irlanda si Johnson sigue adelante con su Brexit. Incluso Peter Robinson, el exlíder de los unionistas católicos probritánicos de Irlanda del Norte, el DUP, ha pedido a los suyos que se preparen para un referéndum de reunificación. El pulso nacionalista se va intensificar en los próximos meses tras las elecciones plebiscitarias de mayo. Y Johnson tienes otros frentes abiertos como las negociaciones finales del Brexit y la lucha contra la pandemia y la depresión económica.