Las organizaciones de protección de animales aplauden un éxito que llevaban mucho tiempo esperando en Indonesia: la encarcelación de un comerciante de carne de perros (10 meses de prisión y alrededor de 10.000 euros de multa). El significado es enorme porque se trata de la primera ocasión en la que esto sucede, aunque a juzgar por los datos, todavía queda un largo camino por recorrer. Las estimaciones más conservadoras apuntan a que cada año se sacrifican a un millón de canes en el país con el fin de comercializar su carne. Se trata de un vasto mercado ilegal (no por el hecho de vender la carne, ofrecida por restaurantes de algunas regiones, sino el de hacerlo sin las medidas de salubridad apropiadas) que también se lleva cabo en otras naciones como China, Tailandia o Vietnam. Las leyes locales y la presión internacional no están siendo capaces de frenar este negocio.
El comerciante procesado fue detenido mientras transportaba 78 perros. La mayoría habían sido robados (aún mantenían sus collares tras el alto) y otros eran callejeros. Algunos habían muerto por el estrés y no había prueba alguna del estado de vacunación de ninguno de ellos. Uno de los mayores temores cuando la carne llega a la calle es si está infectada con enfermedades como la rabia. Indonesia es el quinto país de Asia con más casos de este tipo.
El negocio es fructífero a pesar de que en Indonesia se estima que sólo un siete por ciento de la población la consume. Para la mayoría musulmana es un alimento prohibido y culpan a los misioneros cristianos de introducirlas en la sociedad. Java es una de las regiones del país donde más se comercializa la carne de perro, que se suele consumir en ceremonias religiosas y celebraciones familiares y multitudinarias. En lugares como Bali, vendedores ambulantes prueban suerte e intentan colocársela a turistas sin que lo sepan, haciéndoles creer que es pollo o cerdo.
El viaje de los perros es descrito por los protectores de animales como una “experiencia horrorosa”, donde algunos perecen mientras son transportados debido a ataques al corazón, deshidratación o tras haber recibido palizas de sus captores. Aquellos que sobreviven el trámite, acaban siendo sacrificados con crueldad. En el proceso, hay un conglomerado de ladrones de perros, de traficantes, de comerciantes y de consumidores que hacen de este negocio una auténtica mina de oro. El modus operandi no tiene desperdicio.
Todo comienza en las calles, donde estos cazadores furtivos están obligados a actuar de manera rápida, discreta y sigilosa. Dos personas en motocicleta se encargan de esta parte del trabajo por alrededor de siete euros por can. Esto, en muchas ocasiones suele proporcionarles el triple o más del salario mínimo de países como Indonesia o Vietnam. En este último utilizan unas pistolas eléctricas caseras con las que someten a sus presas. Es el trabajo del que no conduce la moto: tener la destreza suficiente como para utilizarla mientras los perros tratan de escapar. Otro de los artilugios que se usan en movimiento es un lazo de alambre colocado al extremo de un palo. Lo enganchan en el cuello del perro mientras van a toda velocidad hasta que el animal, exhausto, cede ante sus captores. Otros métodos incluyen descargas con otro artilugios caseros. Las amenazas para los ladrones no son sólo las de los canes, también la los vecinos, a los que no les suele temblar el pulso a la hora de usar la fuerza contra ellos. Los perros suelen ser los centinelas de los propietarios de grandes propiedades.
Los traficantes de perros suelen pagar a los ladrones alrededor de 50 euros al día después de una larga jornada de trabajo. Luego los transportan para ser vendidos clandestinamente. Los canes suelen acabar apaleados, electrocutados, colgados o sacrificados con una falta de humanidad que recuerda al trato de otros animales que también pasan por este tipo de calvarios. Tras la reciente detención del comerciante indonesio, hay esperanza en que poco a poco las aplicación de las leyes sean más laxas. Otros piensan que mientras haya clientes interesados en esta carne, siempre habrá un mercado para ella, ya que se piensa que es una carne saludable para prevenir muchas enfermedades.
“Este primer enjuiciamiento manda un mensaje contundente a los comerciantes de carne de perro de que este comercio brutal es ilegal y no será tolerado en Indonesia”, afirma Lola Webber, directora de campaña de End Dog Meat en Humane Society International, a VICE World News. “Los perros son capturados en las calles y robados de las casas de la gente para ser llevados en largos viajes -que a menudo duran días- apretados en camionetas o en sacos de arpillera, con la boca atada para que apenas puedan respirar”, relató Webber. “Luego los llevan a mataderos inmundos donde ven cómo se sacrifica a otros mientras esperan su turno, temblando de miedo”.
Otros, en cambio, piensan que la situación no está tan cerca de mejorar por la gran demanda que existe, aunque la demanda va en declive. “La ciudad de Solo (en Java) está realmente loca por vender carne de perro”, ha afirmado el representante de Dog Meat Free Indonesia (DMFI), Mustika (no quiso dar su apellido).
El Covid-19 ha tenido que ver con prohibiciones de consumo de carne de perro en algunos puntos como la ciudad china de Shenzhen, que se convirtió en la primera urbe del país en prohibir su consumo tras una campaña contra este negocio que relacionaron con el coronavirus. El Gobierno local declaró que “prohibir el consumo de perros y gatos y otros animales de compañía es una práctica habitual en los países desarrollados (…) esta prohibición también responde a la exigencia y al espíritu de la civilización humana”.