‘Bloody Sunday’, una herida que sigue abierta 50 años después
El 30 de enero de 1972 catorce personas murieron y quince resultaron heridas cuando el Ejército británico disparó contra una marcha pacífica católica en Derry
Aquella masacre que trató de encubrir el Gobierno británico espoleó la violencia sectaria entre católicos irlandeses y unionistas protestantes en Irlanda del Norte
Los familiares de las víctimas llevan cinco décadas luchando para que los culpables sean juzgados y para que se haga justicia
“La última vez que vi a mi hermano, estaba subido a un árbol grabando la marcha en Creggan con una cámara de Súper8”, recuerda Mickey McKinney. McKinney rememora la marcha del domingo 30 de enero de 1972 en la ciudad de Derry, en la frontera noreste de Irlanda del Norte, que acabó en una masacre conocida como ‘Bloody Sunday’, el 'Domingo Sangriento'. El Ejército británico disparó de forma indiscriminada contra los 15.000 civiles congregados matando a catorce personas e hiriendo de bala a otras quince. Este domingo se celebra el 50 aniversario y todavía la herida sigue abierta y los familiares de las víctimas, entre ellos McKinney, siguen buscando justicia y siguen persiguiendo la verdad.
Mickey McKinney tenía 20 años entonces y su hermano William, o Willie, como le llamaban en casa, 27. Era el cuarto de nueve hermanos de una familia humilde y obrera. Willie era el hermano mayor. Residían en Creggan, que era un complejo de pisos sociales en los suburbios de Free Derry (Derry Libre), la parte católica de Londoderry (como la conocen los británicos) o Derry (como la conocen los nacionalistas) y donde vivían unas 5.000 personas, todas ellas católicas irlandesas. Fue allí, en lo alto de esa colina, donde empezó la marcha y donde Mickey vio por última vez a su hermano. Willie trabajaba como maquetador en el periódico local ‘Derry Journal’ pero su gran afición era grabar con su cámara Súper8 eventos que sucedían en la ciudad como las marchas por los derechos civiles de los católicos. Algunas de esas imágenes se mostraron en documentales.
MÁS
El Domingo Sangriento de 1972 se produjo en el momento más delicado de los ‘Troubles’, como se conoce el conflicto entre católicos nacionalistas irlandeses y unionistas protestantes británicos en Irlanda del Norte entre 1968 y 1998, cuando se firmaron los acuerdos de paz, y que dejó 3.000 muertos. El noroeste de Irlanda había quedado dentro del Reino Unido después de independencia de la República de Irlanda del Reino Unido en 1922. Se considera el 5 de octubre de 1968 como el principio de los ‘Troubles’ cuando la Organización por los Derechos Civiles de Derry convocó una marcha contra la discriminación de la comunidad católica.
La discriminación de los católicos
Reclamaban el derecho a votar porque en algunas elecciones solo se permitía votar a aquellos que tuvieran negocios, que eran básicamente los unionistas, con mayor poder adquisitivo. Se oponían al ‘gerrymandering’, término que se refiere a la manipulación de los límites de los distritos electorales para beneficiar a unos partidos políticos, en este caso los unionistas. Derry tenía 80.000 habitantes, había una clara mayoría católica irlandesa, pero la ciudad era gobernada por la minoría unionista británica. Y lo mismo sucedía en el resto de Irlanda del Norte. Protestaban también porque no tenían acceso viviendas sociales ni a empleo. La marcha del 5 de octubre de 1968 fue prohibida, pero se celebró igualmente y acabó con la policía norirlandesa, la RUC (Royal Ulster Constabulary) cargando contra los manifestantes. Las cámaras de las televisiones captaron a la policía empleándose con excesiva violencia contra los civiles, generando tres noches de disturbios.
La tensión y la violencia sectaria se incrementó en los siguientes meses y años. Hasta llegar a la marcha pacífica del 30 de enero de 1972, que también había sido prohibida por la policía. En ese caso la marcha había sido convocada para protestar por la ley que permitía arrestar y encarcelar sin cargos a sospechosos de pertenecer al IRA y que discriminaba a la comunidad católica. La marcha empezó a las tres de la tarde en Creggan. Mickey McKinney acudió con unos amigos. Descendieron hasta William Street. La intención era llegar al centro de la ciudad. “Nos encontramos con las barricadas de los militares —cuenta McKinney—. Se produjeron los primeros disturbios, lanzamiento de piedras, pero nada serio, y nos desviaron a Free Derry Corner”.
Corredizas y gritos
Había perdido a sus amigos. Pensó en ir a buscarlos otra vez a William Street, pero no lo hizo. Se dirigió a Glenfeda Park para reunirse con su novia, que estaba con una amiga. Allí se encontró con su hermano George que le dijo que Willie estaba bien y que seguía sacando imágenes. Él temió por su otro hermano Joe, de quien no sabía nada. La policía empezó a lanzar gas lacrimógeno. Corrieron a refugiarse a casa de su tía, que vivía a dos cientos metros. “Cuando nos dirigíamos allí, en St Columbs Wells, más allá de Free Derry Corner, vi que pasaban vehículos blindados de combate TBP y Ferrets y me sorprendió porque desde hacía seis meses no entraban en aquella zona porque estaba vetada a los militares y a la policía (era una ‘No-go area’)”, recuerda.
El Primer Regimiento de los Paramilitares había sido desplegado a las cuatro de la tarde. “Estábamos en St Columbs Wells y la situación se convirtió en una locura —cuenta—. Llegaba la gente corriendo y gritando desde la esquina donde estaba Free Derry Corner. El Ejército había abierto fuego y había empezado a disparar contra la gente”. Llegaron a casa de su tía y se quedaron allí hasta que cesaron los tiros. Se contabilizaron hasta 108 ráfagas de disparos realizadas por 21 soldados. Luego fueron a casa de la madre de su novia y a las seis de la tarde asistieron a misa. Todo el mundo comentaba lo sucedido aquella tarde. Cuando Mickey llegó a su casa después de misa, explica que le sorprendió encontrar al cura allí. El día anterior habían disparado a dos vecinos y pensó que tal vez aquel ese era el motivo de su visita. “Cuando entré en casa encontré a mi madre llorando, estaba siendo consolada por unas vecinas, mi padre se acercó a mí y me dijo que Willie estaba muerto, que lo habían matado en Glenfada Park, y rompió a llorar”, rememora.
Las mentiras del Gobierno
Al día siguiente, el 31 de enero, el ministro de Interior británico, Reginald Maudling, declaró en el parlamento de Londres que “el Ejército devolvió los disparos dirigidos contra ellos y causó numerosas bajas a quienes les atacaban con armas de fuego y con bombas”. El primer ministro, el conservador Edward Heath, anunció la apertura de una investigación oficial inmediata liderada por Lord Witgery, el presidente del Tribunal Superior. "El Gobierno decía que todas las personas asesinadas, incluido mi hermano, eran miembros del IRA —dice McKinney—. A través de la embajada británica de Dublín al día siguiente los nombraron uno a uno diciendo este llevaba una pistola, este otro cargaba una bomba. Todo era mentira, fue un encubrimiento absoluto".
“La rapidez con que se anunció la investigación cerró cualquier intento de debate o discusión porque, ante cualquier pregunta, decían vamos a esperar al veredicto de Witgery”, explica Robin Percival, coordinador del Bloody Sunday Trust, la organización que ayuda a las familias de las víctimas, y del Museo de Free Derry, y presidente inaugural de ambas organizaciones. El Museo de Free Derry cubre el periodo de los ‘Troubles’ en Derry entre el 5 de octubre de 1968 y la madrugada del 31 de julio de 1972, cuando el Ejército británico ejecutó la ’Operación Motorman’ con el despliegue de más de 20.000 soldados en las llamadas ‘No-go Areas’ (zonas controladas por el IRA Provisional, escisión del IRA de 1969) de Derry y de Belfast. “Hubo masacres en el mundo con más muertos que el ‘Bloody Sunday’, pero en Reino Unido no era habitual. Había que remontarse al siglo XIX para buscar un precedente. Eran civiles en una marcha pacífica y esto provocó una gran conmoción y los dirigentes entraron en pánico”, añade Percival.
La embajada en llamas
El 2 de febrero, tres días después de la masacre del Domingo Sangriento, el mismo día que enterraban en Derry once de las víctimas, más de 20.000 manifestantes en Dublín caminando con ataúdes vacíos lanzaron cócteles molotov contra la embajada británica, incendiándola. En las semanas posteriores se extremó la violencia entre católicos y protestantes. Se incrementó el alistamiento en el IRA y se intensificaron sus acciones. Aquel año, 1972, fue el año en que hubo más muertes de todo el conflcto, 450 en total. La vista de Lord Witgery duró apenas siete semanas. Se celebró a treinta kilómetros de Derry, en Coleraine, una ciudad unionista. Lord Witgery concluyó que los primeros en disparar fueron los manifestantes católicos y que los soldados británicos se defendieron.
“La investigación fue una desgracia —lamenta Percival—, rechazó llamar a la mayoría de los testigos civiles, y los soldados cambiaron el testimonio”. En los días posteriores al Bloody Sunday los militares hicieron una serie de declaraciones en entrevistas que todavía se conservan reconociendo que se equivocaron, pero en el juicio cambiaron sus declaraciones. “Ante Lord Witgery, los soldados declararon como testigos, no como sospechosos", dice McKinney.
Las dos investigaciones oficiales
La lucha de McKinney para que los soldados que mataron a su hermano fueran juzgados no cesó y en 1993 inició junto con familiares de otras víctimas una campaña para que se repitiera la investigación de Lord Witgery. Consiguieron que en 1998 Tony Blair anunciara una nueva investigación dirigida por Lord Saville, juez del Tribunal Supremo. Se produjo después de los Acuerdos de Paz del Viernes Santo entre católicos y protestantes. Esta investigación duró doce años. En 2010 Lord Saville concluyó que todas las víctimas eran inocentes y que los soldados dispararon sin que hubiera peligro para ellos. O sea, culpó al Ejército, pero exoneró a los altos rangos. El entonces primer ministro, David Cameron, pidió perdón a las víctimas en nombre del gobierno británico y dijo que los hechos fueron “injustificados e injustificables”.
Unionistas y lealistas criticaron las conclusiones y denunciaron que Lord Saville actuó presionado por las víctimas. Criticaron también que el gobierno se hubiera gastado 200 millones de euros en la investigación por 14 muertes de nacionalistas y se olvidara de las víctimas unionisttas del IRA. “La pregunta clave que nadie ha respondido es por qué desplegaron al Regimiento de los Paracaidistas —reflexiona Percival—. Nunca antes los habían desplegado en Derry. Los paracaidistas son soldados totalmente inapropiados para actuar contra civiles, están entrenados para matar a gente, no para detener a personas y preguntarse si son un peligro, son enviados a peligrosas situaciones de conflicto y primero disparan y después tal vez preguntan. También operaban en Belfast y habían estado involucrados en numerosos y controvertidos asesinatos y tiroteos. Y esto no se trató en ninguna de las dos investigaciones”. No encontraron pruebas de que hubiera miembros del IRA en la marcha.
El ‘Soldado F’
Las conclusiones de Lord Saville dieron pie a los familiares a denunciar a los autores de los disparos. En 2019 McKinney llevó a los tribunales al llamado ‘Soldado F’ como sospechoso por la muerte de William McKinney, su hermano, y de Jim Wray. Pero la fiscalía norirlandesa desestimó el pasado mes de julio esta causa y las otras que estaban en marcha por considerar que no había pruebas suficientes. “Desestimó las declaraciones de los soldados en los días posteriores al ‘Bloody Sunday’ (en las que reconocían sus errores) porque no las hicieron bajo custodia policial”, explica Percival.
Los familiares han llevado la decisión al Tribunal Supremo y están a la espera de una sentencia que esperan que sea favorable y les permita juzgar por fin a los responsables. No será fácil porque el Boris Johnson está intentando aprobar una ley para que no se puedan juzgar a los militares británicos por actos cometidos durante los ‘Troubles’ y esto incluye a los autores del 'Bloody Sunday’. “Si finalmente se aprueba también vamos a llevar la decisión al Supremo”, avisa McKinney, que ya tiene 70 años y sigue trabajando como taxista en Derry. “Todavía sigo buscando justicia. El tiempo no juega a nuestro favor porque nos hacemos mayores y no nos queda mucho tiempo”, dice McKinney.