Una gira histórica para tiempos convulsos e impredecibles para Europa y el Mediterráneo. El secretario de Estado Antony Blinken culmina en el Magreb una tournée regional –llegado de Israel y Cisjordania- en circunstancias algo más que particulares: la invasión rusa de Ucrania y una intensa estrategia diplomática y económica de aislamiento de Moscú, una profunda crisis energética internacional, un Magreb revuelto desde hace meses por mor de las tensiones entre las dos principales potencias, Rabat y Argel, a propósito del Sáhara Occidental, y año y medio después de la firma de los Acuerdos de Abraham, que comienzan a forjar un nuevo orden regional.
El jefe de la diplomacia estadounidense llega al Magreb con un doble objetivo: rebajar la tensión regional –recordemos que Argelia rompió relaciones diplomáticas con Marruecos en agosto pasado y en noviembre la tensión parecía abocarnos a una escalada violenta en el Sáhara Occidental- y una mayor implicación de las dos potencias magrebíes en la estrategia contra Moscú en un momento en que, con la guerra en Ucrania enquistándose, la Casa Blanca no quiere más sobresaltos a las puertas de Europa. Recordemos que los representantes marroquíes se ausentaron el pasado 2 de marzo de la votación de una resolución de condena a Rusia por su invasión de Ucrania; la razón: una supuesta neutralidad entre Washington y Moscú para no enemistar al presidente Putin, puntal fundamental del régimen argelino.
Además, Blinken aterriza en el Magreb menos de semana y media después del respaldo español al plan de autonomía marroquí para el Sáhara Occidental, lo cual está enfangando las relaciones entre Argel y Madrid –aunque por ahora la crisis no ha pasado de la retirada del embajador en la capital española- y soliviantado los ánimos un poco más entre los dos vecinos malhadados del norte de África. En el otro lado de la frontera, Marruecos se siente más respaldado que nunca –tras los respaldos de Estados Unidos, Alemania y España- en relación al dossier capital de su política exterior.
En Marruecos, Blinken, que se entrevistará entre el martes y el miércoles con el jefe del Gobierno Aziz Akhannouch y con su homólogo Nasser Bourita, expresará nuevamente su apoyo a la propuesta regionalista avanzada bajo soberanía de Rabat para la ex colonia española. Además, el secretario de Estado se encontrará en Rabat con el gobernante de facto de EAU, el príncipe heredero de Abu Dabi Mohamed bin Zayed Al Nahyan.
No en vano, en la nota difundida por el Departamento de Estado –profusa a la hora de destacar la cooperación bilateral- en la víspera de la llegada a Rabat se destacaba que Washington “continúa viendo el Plan de Autonomía de Marruecos como serio, creíble y realista y una aproximación potencial para colmar las aspiraciones del pueblo del Sáhara Occidental”. Unos términos desde luego más comedidos que los expresados por el presidente del Gobierno Pedro Sánchez en su carta a Mohamed VI. Recordemos que en la misiva que selló el fin de la crisis bilateral entre Rabat y Madrid –tras año y medio de desencuentro- Sánchez aseguraba que la iniciativa autonómica marroquí –nótese el superlativo- es “la base más seria, realista y creíble para la resolución del diferendo” sobre el Sáhara.
La gira culminará este miércoles en Argel, donde, además de insistir en la cooperación bilateral y discutir cuestiones de la actualidad regional con las autoridades del gigante magrebí –la nota al respecto del Departamento de Estado es parca y apenas alude a la promoción de los derechos humanos y las libertades fundamentales-, el líder de la diplomacia estadounidense volverá a pedir a las autoridades argelinas –la agenda contempla una reunión con el presidente Abdelmadjid Tebboune y con el canciller Lamamra- que reconsideren la apertura del gasoducto Magreb Europa, que transportaba una parte del gas del país magrebí hacia España pasando por suelo marroquí. Hace menos de tres semanas la subsecretaria de Estado Wendy Sherman pedía sin éxito en Argel la puesta en funcionamiento del tubo en un momento en que Europa busca alternativas al gas ruso.
Para el consejero diplomático marroquí Samir Bennis, “el hecho de que la visita de Blinken a Marruecos y Argelia tenga lugar poco más de tres semanas después de la de la subsecretaria de Estado, Wendy Sherman, a ambos países y España indica que el diferendo del Sáhara estará en el centro de temas abordados”. “El momento en que se produce esta visita hace indicar que Estados Unidos procurará presionar a Argelia para que tome el cauce de la negociación con Marruecos para zanjar el conflicto del Sáhara, teniendo en cuenta que las resoluciones del Consejo de Seguridad adoptadas desde 2018 han destacado el papel de Argelia en el conflicto”, explica el especialista en relaciones hispano-marroquíes a NIUS.
“Teniendo en cuenta la guerra en Ucrania y los cambios geopolíticos que ella podría acarrear a corto, medio y largo plazo, creo que hay una firme voluntad estadounidense de usar su influencia y peso diplomático para acabar con el diferendo del Sáhara. El objetivo principal de esta política consiste en consolidar el flanco sur de la OTAN en el Mediterráneo occidental y evitar el estallido de conflictos que puedan amenazar la paz en la región y los intereses estratégicos de los EE. UU y sus aliados europeos”, abunda el también subdirector del digital Morocco World News. “Contrariamente a lo que algunos comentaristas alegan, el apoyo americano a la soberanía marroquí sobre el Sáhara ya se ha convertido en política oficial de Estados Unidos. La cuestión no es ahora ya preguntarse si Washington mantendrá su apoyo a Rabat, sino cuándo dará otros pasos decisivos encaminados a presionar a Argelia y el Polisario para sentarse con Marruecos y zanjar el conflicto conforme con el plan de autonomía, que goza cada vez más de mayor apoyo diplomático”, zanja Bennis a NIUS.
A juicio de la profesora de Relaciones Internacionales de la Universidad de Exeter Irene Fernández-Molina, “el viaje de Blinken a Israel y Marruecos tiene como objetivo número uno la consolidación y expansión de los Acuerdos de Abraham, la alianza entre Israel y los países árabes que han normalizado relaciones con este país y los propios Estados Unidos”. “Los dos no-votos de Marruecos en las resoluciones contra Rusia en la Asamblea General de Naciones Unidas le han salido gratis a Marruecos. No parece haberle merecido ningún reproche de parte de Estados Unidos ni supuesto ninguna mella”, subraya a NIUS la investigadora española especialista en el Magreb.
De hecho, hace hincapié Fernández-Molina, en su nota oficial difundida antes de la visita a Marruecos el Departamento de Estado expresa que la relación bilateral incluye colaboración estrecha en el Sahel, Libia y Ucrania y reafirma “la importancia de respetar la integridad territorial, soberanía y unidad nacional de todos los Estados miembros de Naciones Unidas”. “Es la misma frase o casi idéntica a la que incluyó Marruecos en su justificación del no voto sobre Ucrania”, recuerda la profesora del Departamento de Políticas de la Universidad británica de Exeter. “Respecto al Sáhara, Estados Unidos sigue sin casarse del todo con Marruecos respecto al decir que el plan de autonomía es un potencial enfoque para solucionar el conflicto, pero solo uno, y expresar su apoyo al enviado personal del secretario general de Naciones Unidas. Por ahí no ha habido novedad al respecto”, concluye para NIUS Fernández-Molina.
La visita de tres días a Rabat y Argel de Blinken se enmarca en una gira regional de cinco días que comenzó en Israel y Cisjordania el pasado fin de semana. En el desierto del Néguev, los líderes de las diplomacias de Estados Unidos, Israel, EAU, Marruecos, Baréin y Egipto escenificaron un nuevo Norte de África y Oriente Medio en el que Israel está ya jugando un papel cada vez más protagónico, reforzado por el antagonismo del mundo árabe suní con el régimen iraní, al tiempo que Estados Unidos se retira lentamente de la región con la mirada y los esfuerzos puestos en aislar a Rusia y en contener a China.
Una tournée diplomática que sella, al tiempo, el buen estado de salud de los Acuerdos de Abraham, firmados entre septiembre y diciembre de 2020 entre el Estado de Israel y cuatro países árabes (inicialmente Emiratos Árabes Unidos y Baréin y posteriormente Sudán y Marruecos). Sumando a Jordania y Egipto a los citados países son ya seis los Estados árabes que mantienen relaciones diplomáticas oficiales con Israel. Entretanto, los rumores de que Arabia Saudí pueda sumarse a los acuerdos de normalización con el Estado judío cobran cada vez más fuerza.