Bernabé López García: "Marruecos nunca había actuado de manera tan descarada"
El arabista cree que España ha gestionado mal la acogida del líder del Polisario, pero "la reacción de Marruecos ha sido desproporcionada"
“Sorprende que se juegue con la vida de miles de conciudadanos dejándolos arrojarse al mar”
La reacción de Marruecos por la acogida española del jefe del Frente Polisario "era previsible, pero no su respuesta desproporcionada", según Bernabé López García (Granada, 1947), uno de los grandes especialistas españoles en Marruecos.
Una respuesta tan exagerada que tiene "efecto boomerang sobre quien pudiera haberla concebido", según el autor de libros como Marruecos y España. Una historia contra toda lógica, Marruecos político. Cuarenta años de procesos electorales, Sahara Occidental. 40 años después o Atlas de la inmigración marroquí en España.
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López García, catedrático emérito de Estudios Árabes e Islámicos en la Universidad Autónoma de Madrid no descarta que "la Marcha de los menores" sobre Ceuta haya servido también como "válvula de escape" ante el deterioro de la situación económica en el norte de Marruecos y el malestar que se percibe en el país por el reconocimiento de Israel.
Marruecos estableció relaciones con Israel a cambio del reconocimiento por parte de Estados Unidos de su soberanía sobre el Sahara, una decisión que tomó el presidente Trump en los días finales de su mandato y que ningún otro país importante ha seguido. El líder del Polisario llegó a España el 18 de abril, pero la reacción marroquí se ha hecho esperar un mes. Casualmente o no, la crisis de Ceuta ha llegado cuando los medios de todo el mundo estaban pendientes de la ofensiva israelí en Gaza. Al fondo de todo, el Sahara, siempre el Sahara. Desde hace más de 40 años.
El hospitalizado era el propio secretario general del Frente que el 14 de noviembre de 2020 había declarado roto el alto el fuego con Marruecos. Era previsible que molestara a nuestro vecino.
NIUS: ¿Le ha sorprendido la actuación de Marruecos?
Bernabé López García: Por su envergadura, sí. Estábamos acostumbrados a que Marruecos utilizase el grifo de la emigración con España cuando quería mostrar su desacuerdo con algo o advertir de algo. Pero nunca lo había hecho de manera tan abierta, voluntaria, descarada, como en esta ocasión. No deja de sorprender que se juegue con la vida de miles de conciudadanos dejándolos arrojarse en el mar.
¿La acogida al líder del Polisario enfermo se ha gestionado mal por parte de España?
Pienso que sí. En otras ocasiones y circunstancias también se había acogido a dirigentes saharauis en hospitales españoles. Recuerdo el caso de Ahmed Bujari, representante ante Naciones Unidas del Frente Polisario, que murió en 2018 en un hospital de Barakaldo tratándose de un cáncer. Pero era en una coyuntura normal y con su verdadera identidad. Lo que no pareció molestar a nadie. Pero en este caso la circunstancia era bien diferente. El hospitalizado era el propio secretario general del Frente que el 14 de noviembre de 2020 había declarado roto el alto el fuego con Marruecos.
Era previsible que molestara a nuestro vecino. Si las razones humanitarias alegadas por España podrían justificar la acogida, era obligado informar a Marruecos de ellas para evitar reacciones como la que hemos vivido. O, sencillamente, haber buscado una solución alternativa mediando para una hospitalización en un país tercero. Marruecos ha hablado de “deslealtad”, de “traición”, de un gesto hostil calculado por España en connivencia con su mayor enemigo, Argelia, y esgrime para ello que se ha hecho en secreto, con ocultación, con una falsa identidad. Otra cuestión es que la desproporcionada reacción de Marruecos pueda justificarse por el error de España.
No es la primera vez que Marruecos abre y cierra la espita de la inmigración cuando España adopta una decisión que le disgusta, ¿estamos ante repetición de la táctica habitual o esta vez es diferente?
Efectivamente. Tenemos muchos ejemplos de ello y el Sahara, la presión a España para lograr una actitud favorable al reconocimiento de la marroquinidad del Sahara, ha estado en la mayoría de los casos detrás de esas actuaciones de Marruecos. Lo que es diferente en este caso es que se ha hecho a las claras, ante las cámaras, sin pudor alguno y con una enorme irresponsabilidad.
En los últimos meses, los habitantes de las zonas limítrofes han protagonizado manifestaciones en busca de alternativas por el cierre de las fronteras..
¿En qué medida ha influido en todo esto la situación económica en la zona fronteriza tras más de un año de pandemia?
La pandemia, sin duda, ha agravado la situación. Pero mucho más grave que la propia pandemia han sido las consecuencias del cierre de las fronteras de Ceuta y Melilla desde el 13 de marzo de 2020. La medida, que ya se había impuesto en Melilla meses antes, buscaba asfixiar económicamente a las dos ciudades.
Con la excusa –razonable- del COVID-19, se cortaba todo el tráfico de mercancías y personas entre las dos ciudades españolas y las zonas limítrofes, que constituía el único recurso de los habitantes de los pueblos de Tetuán y Nador, muy especialmente la población contigua a Ceuta de Fnideq, la antigua Castillejos.
En los últimos meses sus habitantes han protagonizado manifestaciones y protestas en busca de alternativas que no se han producido. El rumor lanzado por las redes sociales de que la frontera estaba abierta y la vista gorda de los gendarmes marroquíes ha producido esta avalancha de jóvenes hacia un Eldorado inexistente.
Las declaraciones de los jóvenes llegados a Ceuta describiendo la ausencia de perspectivas en Marruecos ha dejado en las televisiones de todo el mundo una imagen bien negativa de Marruecos.
Hay quien ha comparado lo que hemos visto con la Marcha Verde: población civil, familias e incluso bebés lanzados contra la frontera de Ceuta. ¿Ha calculado mal Marruecos este movimiento -ha jugado con fuego- y le puede salir el tiro por la culata?
Hay quien ha hablado de “Marcha azul” o, como en mi caso, de “Marcha de los menores”, pero se trata de dos movimientos bien diferentes. La del Sahara de 1975 fue un acontecimiento bien calculado en sus efectos, bien preparado y organizado y si cabe, bien controlado. La de Ceuta de estos días ha sido descontrolada, desbordada y con un efecto boomerang que se ha vuelto contra quien pudiera haberla concebido. Las declaraciones de los jóvenes llegados a Ceuta describiendo la ausencia de perspectivas en Marruecos ha dejado en las televisiones de todo el mundo una imagen bien negativa de Marruecos.
Marruecos está enfrentado ahora mismo no sólo a España, también a Alemania y parece no importarle mucho. ¿El reconocimiento por parte del presidente Trump de su soberanía sobre el Sahara Occidental ha envalentonado a Marruecos?
En un principio sí. Creyeron, erróneamente, que podía ser el comienzo de una cadena de reconocimientos por parte de países de peso en la comunidad internacional. No valoraron la precariedad de la circunstancia anómala en que se producía ese reconocimiento, por parte de un presidente en fuga, a punto de concluir su mandato, en una situación de interinidad. Marruecos nunca ha comprendido que el tema del Sahara no estará resuelto definitivamente hasta que se logre una solución con el acuerdo de las dos partes, que es la política de la ONU, de la Unión Africana y de los países de la UE.
Marruecos no supo ver el regalo envenenado de Trump que conllevaba el reconocimiento de su soberanía sobre el Sahara Occidental.
Además, Marruecos no supo ver el regalo envenenado de Trump que conllevaba el reconocimiento de su soberanía sobre el Sahara Occidental. Implicaba el establecimiento de relaciones diplomáticas con Israel por parte de Marruecos, “normalización” que ha sido percibida siempre en el mundo árabe como una traición a la causa palestina. Gran parte de la opinión pública marroquí no ha entendido este “trueque” y ha producido un verdadero cisma en la sociedad, que ha empezado a ser visible en manifestaciones callejeras en las que se han escuchado eslóganes contra las relaciones con Israel. Este malestar también podría haber estado detrás de la decisión marroquí de provocar el asunto de Ceuta como una válvula de escape.
Marruecos ejerce de baluarte frente a las oleadas migratorias y el yihadismo. Eso le da una enorme capacidad de presión. ¿Qué bazas tienen España y/o Europa en su relación con Marruecos?
Existe una dependencia mutua entre Marruecos y la Unión Europea, muy particularmente con España, primer socio comercial. La Unión Europea ha aportado en los últimos siete años a Marruecos 15.000 millones de dólares en ayudas de cooperación que son vitales para el país. Una parte de ello es para que ejerza esa función de baluarte frente a las migraciones subsaharianas, de paso por su territorio, y de sus propios ciudadanos con voluntad de emigrar.
Generalmente es un encargo que lleva a cabo con eficacia, soportando las críticas internas de ciertos sectores de su país que reprochan que asuma esa función poco grata de gendarme a sueldo de Europa. Pero en ocasiones concretas, motivadas por enfados concretos o para ejercer presión por diversos motivos, se muestra voluntariamente ineficaz, haciendo la vista gorda ante la salida masiva de pateras o, como en el caso que nos ocupa, abriendo la verja de separación con Ceuta, provocando una avalancha humana de proporciones desmesuradas y con un riesgo enorme para vidas humanas.
Marruecos, a pesar de las ventajas que le ofrecía, no quiso aceptar los riesgos que el plan [Baker para el Sahara] podría implicar. Fue una ocasión perdida.
Recordaba en un artículo esta semana cómo la cuestión del Sahara Occidental envenena la relación entre España y Marruecos desde hace medio siglo. ¿Vislumbra alguna salida factible para solventar el conflicto?
No hay más salida que el entendimiento entre las partes. Algo casi imposible, pues las posiciones son encontradas: referéndum de autodeterminación frente a anexión a Marruecos, con una imprecisa autonomía. Hubo un tiempo, a principios de los años 2000, en que se pensó en explorar una tercera vía, con los planes propuestos por el representante del secretario general de la ONU para el Sahara, James Baker, una personalidad de peso internacional, pues había sido secretario de Estado en Washington.
Se le daba un cierto protagonismo al Frente Polisario haciéndole entrar en el juego político local en el territorio, al frente de un ejecutivo autónomo elegido para cuatro años por la población saharaui censada por la ONU. Al término de ese periodo toda la población residente en el Sahara Occidental, mayoritariamente marroquí, participaría en un referéndum para decidir el destino del territorio. Marruecos, a pesar de las ventajas que le ofrecía, no quiso aceptar los riesgos que el plan podría implicar. Fue una ocasión perdida.
Desde entonces cualquier intento de acercamiento ha fracasado. Ambas partes se han lanzado a un plan de diabolización del otro que ha ido complicando cada vez más el problema. El Consejo de Seguridad ha mostrado su impotencia para imponer una solución y el mismo secretario general lleva dos años intentando nombrar a un representante especial sobre el que resulta imposible encontrar un consenso entre las partes.
El líder del Polisario acogido en España goza de la protección de Argelia. ¿Qué papel juega ahora mismo Argelia en el conflicto saharaui?
Argelia siempre ha estado detrás del Frente Polisario. No sólo porque acoge en su territorio los campos de los más de cien mil refugiados saharauis, sino porque ha formateado a sus líderes en el principio central de toda su política exterior desde su guerra de liberación contra Francia: la defensa del derecho de autodeterminación de los pueblos.
Sus dirigentes se han mantenido inflexibles aferrados a este principio abstracto, exigiendo un referéndum de autodeterminación, sin explorar otras vías que acaben con la situación de precariedad e insanidad de la población de los campamentos en la que viven desde hace más de 40 años. Pero es difícil negar que el Frente Polisario está subordinado a la política argelina, convirtiéndose en instrumento de su política de rivalidad con Marruecos, en unas relaciones envenenadas desde que en 1963 tuviera lugar un conflicto armado entre los dos países, la guerra de las Arenas.
La solución del problema del Sahara está ligada a una democratización real de Marruecos. Es una tesis que yo defiendo desde que murió Hassan II y que recientemente ha defendido el veterano opositor marroquí Bensaid Ait Ider.
Cree que después del Sahara -si llega a resolverse-, la presión marroquí virará hacia la recuperación de Ceuta y Melilla?
Eso sería si prevaleciera la lógica irredentista de otros tiempos, la que llevó, tras la independencia a la guerra de Ifni y más tarde a la Marcha Verde, que sirvió para lograr una entente entre la oposición y la monarquía, muy deslegitimada tras los dos golpes de Estado militares de principios de los setenta. Yo creo que la lógica que prevalece hoy en la opinión pública marroquí es otra. La solución del problema del Sahara está ligada a una democratización real de Marruecos. Es una tesis que yo defiendo desde que murió Hassan II y que recientemente ha defendido el veterano opositor marroquí Bensaid Ait Ider: “Democracia y diálogo deben prevalecer para que los saharauis de Tinduf retornen a su hogar, en Marruecos, y que la razón prevalezca sobre los tambores de guerra”.
Claro que eso es muy largo de fiar, pues un cambio en la naturaleza del régimen marroquí es un proceso complicado y difícil. Pero a mi juicio si el Polisario comprendiera lo ligado que está su futuro a Marruecos, centraría su política en forzar la democratización de Marruecos, que sería la única garantía para permitir una solución al problema y, tal vez, si la población saharaui llegase a aceptarlo, una inserción en una región autónoma federalizada con un Marruecos creíble.
Por otra parte, la reivindicación de Ceuta y Melilla está ahí, sigue viva en los partidos políticos, menos quizá en la opinión pública. Pero, como dijo Hassan II, es una cuestión “inscrita en un problema general mediterráneo” y está vinculada a una solución paralela del tema de Gibraltar. Para los españoles, la cuestión de Gibraltar está bastante “normalizada”, ¿por qué no, un día, los marroquíes podrían “normalizar” también la cuestión de Ceuta y Melilla?
Marruecos ha aireado bien una imagen de país moderno. El tren de alta velocidad entre Tánger y Casablanca ha servido de emblema. Pero en el plano político hay, desde mi punto de vista un estancamiento.
Usted lleva muchos años observando la situación en Marruecos y todo el Magreb, ¿cómo ha evolucionado este país en términos políticos y económicos en los últimos años?
Marruecos ha sufrido un parón importante en su economía por causa de la pandemia. Tanto el Banco Mundial como el FMI calculan una contracción de la economía entre un 6 y un 7 % por esta razón. Se han perdido más de medio millón de puestos de trabajo lo que ha agravado el paro que a pesar de las estadísticas oficiales ya era importante. El país ocupa el puesto 121 (de 189 países) en el Índice de Desarrollo Humano. Aunque el ingreso medio por persona se ha duplicado entre 2001 y 2016, sigue habiendo casi dos millones de pobres en el país.
No se puede negar que en algunos aspectos durante estos últimos años se han producido cambios aparentes importantes en la imagen exterior del país, que Marruecos ha aireado bien para afirmar una imagen de país moderno. El tren de alta velocidad entre Tánger y Casablanca ha servido de emblema.
Pero en el plano político hay, desde mi punto de vista un estancamiento. Los avances en libertad de prensa observados en los primeros años del reinado de Mohamed VI no sólo se han detenido sino que se observa una regresión. La constitución de 2011 que fue fruto de las presiones de la sociedad civil en la primavera árabe, se quedó a medio camino, manteniéndose un régimen de monarquía ejecutiva en la que el rey sigue detentando todos los poderes. El déficit de democracia es bien patente en los últimos años, en los que se ha buscado silenciar a las voces disidentes.