Ya está aquí el primer huracán de la temporada. Sin embargo, Barry, al tocar tierra, en la costa de Luisiana, se ha degradado volviéndose de nuevo tormenta tropical, aunque con fuertes vientos y lluvias extremas. Millones de ciudadanos de Luisiana y otros estados del sureste de Estados Unidos contienen la respiración ante los eventuales daños.
De hecho, antes de que Barry tocara tierra, en algunas carreteras los automovilistas no sabían si conducían o navegaban. La confusión también la ha vivido un caimán, arrastrado de su medio natural, y la de algunos para quienes las calles de Nueva Orleans se han convertido en una enorme piscina.
Tras decretar el estado de emergencia, las autoridades alertan de tornados y, sobre todo, de inundaciones. Sobre todo, porque el río Missisipi, tras una temporada muy lluviosa, ya tenía un nivel que dobla al habitual en estas fechas. En el recuerdo está la tragedia provocada en la misma zona en 2005 por otro huracán, el Katrina. De momento, Barry, con vientos sostenidos de 120 kilómetros por hora, ha dejado a más de 60.000 personas sin suministro eléctrico.