El primer ministro de Reino Unido, Boris Johnson, visitó India con el equipaje repleto de vergüenzas, y su homólogo, Narendra Modi, le recibió con la casa empantanada. Ambos tienen muchos asuntos que resolver a nivel doméstico y este paralelismo ya hizo que la cosa empezara bien antes incluso del pistoletazo de salida a las reuniones que han mantenido durante dos días. No en vano, son “kaas dost” por encima de todo, es decir, “amigos especiales”, tal y como ha descrito su relación con Modi el premier británico. Aún no se habían visto y Johnson ya justificó la postura de India que más alarmas ha levantado entre los países occidentales: su abstención en la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas a la ocupación de Rusia en Ucrania. Nada había cambiado tras el encuentro.
“La postura de India está clara y no va a variar (…) tras hablar con Narendra, el primer ministro, Narendra Modi, ha dejado claro hoy (viernes) que ya ha intervenido varias veces y estoy seguro de que no es un secreto para nuestros amigos indios (de los medios de comunicación), que ha hablado con Vladimir Putin en numerosas ocasiones”, afirmó Johnson en una rueda de prensa conjunta.
Con eso y con una condena de India a las atrocidades que han ocurrido en Bucha por parte de soldados rusos contra civiles ya fue suficiente para pasar por alto que Nueva Delhi continúa comprando petróleo a Moscú y que éste es su principal exportador de armamento. Si algo tienen en común India y China es en haberse convertido en expertos en las artes de oscilar hacia Rusia y los países occidentales sin cruzar líneas rojas y enfadar demasiado a nadie. En marzo, Wang Yi, ministro de Exteriores chino, visitó Nueva Delhi para mantener una reunión con su homólogo, Subrahmanyam Jaishankar. En abril, Modi se ha dado apretones de mano con el ministro ruso de Asuntos Exteriores, Sergei Lavrov, y con Johnson. El primer ministro indio convino con el primero que ambas naciones buscarán la manera de sortear las sanciones occidentales a Moscú y así continuar con sus vínculos comerciales. No han pasado ni tres semanas y ya acordó con Johnson que firmará con Reino Unido un acuerdo de libre comercio, un pacto que servirá para liberalizar las exportaciones de armas a India y el compromiso de afianzar su cooperación en materia de defensa.
“Nuestro nuevo y extendido acuerdo de defensa y de seguridad permitirá a India fortalecer su propia industria de defensa doméstica además de proteger intereses comunes en la región de Indopacífico”, destacó Johnson refiriéndose a la adhesión de Reino Unido a la Iniciativa de los Océanos de Indopacífico. Se trata de un proyecto anunciado por Modi en la XIV Cumbre de Asia Oriental celebrada en Bangkok en noviembre de 2019, donde, en asociación con Australia, firmaron un acuerdo de cooperación que cuenta con siete pilares donde destacan: la seguridad, el comercio, la ecología o la conectividad marítima en la región. El secretario de Asuntos Exteriores, Harsh Vardhan Shringla, ha aplaudido que Reino Unido forme parte de esta iniciativa.
“India se congratula de que el Reino Unido se haya unido a la Iniciativa de los Océanos del Indo-Pacífico en el marco del pilar de seguridad marítima y ha acordado cooperar estrechamente en esta región con vistas a su compromiso compartido de mantener una región del Indo-Pacífico abierta, libre y segura”, aseguró.
Además de esta iniciativa, India también forma parte de otra asociación: QUAD, en la que comparte un pacto con EEUU., Australia y Japón. Se trata, según describe el ministerio de Asuntos Exteriores australiano, “de una red diplomática en la que los cuatro países se comprometieron a apoyar una región abierta, inclusiva y resistente”, lo que en otras palabras significa unir fuerzas ante la expansión de China en la región. No se trata de una alianza, pero sí de un diálogo de cooperación en materia de seguridad en el que han protagonizado ejercicios conjuntos. Desde el prisma chino, este tipo de asociaciones son un indicativo del deseo de EE.UU. en crear una especie de OTAN en Asia. India ha negado la mayor en numerosas ocasiones ya que su preferencia es, tal y como se ha demostrado este mes, el acercarse a Occidente lo suficiente como para que les ayuden a proteger el Golfo de Bengala, a menudo navegado por buques de guerra chinos aunque sin arrimarse demasiado no vaya a ser que perciban a India como un socio capacitado, por ejemplo, para intervenir en ayuda a Taiwán ante una hipotética invasión de China. Eso, según varios analistas, nunca sucedería. Todo ello sin amenazar sus vínculos con Rusia y China, países de los que también depende.
Además de los asuntos en materia internacional, Johnson viajó a India con la imperiosa necesidad de avanzar en un acuerdo bilateral de libre comercio que amortigüe las dificultades que está atravesando tras el Brexit y la salida del mercado único. La urgencia de Reino Unido para cerrar este pacto se ha percibido en los tiempos que uno y otro Ejecutivo han puesto para sellar la firma. Según Johnson, el acuerdo se cerrará por completo antes de que se celebre el festival de luces, Diwali, en octubre. Sin embargo, desde India afirman que esa fecha es demasiado temprana y que no se llegará a una resolución hasta final de este año.
Hay varias imágenes que han trascendido durante la visita de Johnson a India. Una de ellas se produjo durante su asistencia a la inauguración de una nueva fábrica de la compañía, JCB, en Gujarat. Se trata de una exitosa empresa británica de equipamiento de construcción propiedad de un gran donante tory, cuyas donaciones han ido a parar al Partido Conservador y al propio Johnson. Sus excavadoras arrasaron un día antes hogares y negocios musulmanes en Nueva Delhi y en los estados gobernados por el partido que lidera Modi, Bharatiya Janata, formación política nacionalista que a lo largo de la historia ha chocado con las minorías residentes en India. Muchos se han apresurado a tildar la visita de Johnson a estas instalaciones como una irresponsabilidad y como un guiño a los achaques contra los derechos humanos del presidente indio. La torpeza es mayúscula, ya que se ha vinculado al líder británico con la maquinaria usada para intimidar a la población musulmana en India. Johnson apareció subido a uno de los vehículos y saludando a los fotógrafos.
Esta falta de previsión, de conocimiento (tildada de ignorante por Amnistía Internacional en India) o mera torpeza, las concesiones al Gobierno nacionalista de Modi, mirar hacia otro lado ante su posicionamiento con la invasión de Ucrania, su urgencia para firmar el acuerdo de libre mercado que salve la economía de Reino Unido tras el Brexit que él mismo auspició y el imposible de dejar atrás ridículo del ‘partygate’ (las fiestas que organizó mientras millones de británicos no podían salir de sus casas) contribuyen a que otra de las imágenes más icónicas de la visita de Johnson a India haya traspasado al rango de caricatura. Sucedió tras bajarse del coche oficial para acceder a la Universidad de Gujarat. Antes de entrar, fue frenado por varios hombres que le agasajaron con una bienvenida en la que le colocaron un turbante. Los minutos se hicieron eternos, tal y como se puede observar en el vídeo y Johnson refleja una espera incómoda pero necesaria para mostrar al mundo cuán campechano es y cuán dispuesto está a hacer lo que sea necesario por complacer a sus anfitriones. Otros intuyen en su rostro la vulnerabilidad con la que partió a India, la patosa inocencia que define un mandato marcado por los tropiezos.