El foco mediático se ha desviado de Afganistán y el olvido internacional amenaza con asfixiar, aún más, a sus mujeres. Ahora entra en vigor la última prohibición de los talibanes: las presentadoras están obligadas a tapar su rostro para aparecer en televisión. Además, hace dos semanas el líder supremo del país decretó a las mujeres el uso del burka -el velo integral- en los espacios públicos. Los extremistas islamistas dan nuevos pasos para recortar los derechos y libertades de la población tras su llegada al poder,el pasado agosto, después de la retirada de las tropas estadounidenses.
La última exigencia a las periodistas se difundió en un comunicado del Ministerio para la Propagación de la Virtud y la Prevención del Vicio. Tras el anuncio, varias presentadoras difundieron sus fotos en redes sociales con el rostro cubierto.
"Una mujer siendo borrada, por órdenes del ministerio de la Virtud", escribió Yalda Ali, de Tolo TV. "¿Cómo puedo leer las noticias con la boca tapada? No sé qué hacer ahora, debo trabajar, soy el sostén de mi familia", le contaba otra periodista a la cadena británica BBC.
Tras acceder al poder el pasado verano, los talibanes trataron de lanzar a la comunidad internacional el mensaje de que habían cambiado, de que se habían moderado. Que no eran los mismos que, en su primera etapa al frente del país (de 1996 a 2001), expulsaron a las mujeres de la vida pública y la educación. Era difícil de creer, aunque postergaron las leyes sobre la vestimenta femenina. Sus actos han confirmado que cualquier esperanza era vana y los peores temores de los activistas defensores de los derechos humanos se han confirmado.
El régimen ha recrudecido en las últimas semanas su línea dura y la imposición de la Sharia, la ley islámica. A principios de este mes, el líder supremo, Hibatullah Akhundzada, comunicó en un acto público en Kabul que "las mujeres que no sean ni demasiado jóvenes ni demasiado mayores tendrán que cubrir su rostro cuando estén frente a un varón que no sea miembro de su familia".
Los talibanes mantienen que las mujeres deben ocultarse para no provocar la tentación en los hombres y, para ello, recomiendan el uso del burka, que las cubre de la cabeza a los pies y solo deja una rejilla a la altura de los ojos para permitirlas ver.
Los familiares masculinos se enfrentarán a castigos por la violación del código de la vestimenta femenina, lo que implica citaciones judiciales y penas de cárcel.
Además, el régimen talibán se ha echado atrás en su promesa de garantizar la educación a las niñas de todas las edades. No se permite el acceso a la escuela a las mayores de once años. El Ministerio de Educación anunció el pasado marzo que "todas las escuelas que den clases a niñas en cursos superiores a sexto son informadas de que las escuelas secundarias y los institutos quedan suspendidos hasta nuevo aviso".
Los extremistas islamistas han decretado también que las mujeres solo deben salir del hogar cuando sea necesario. Se las prohíbe viajar sin un tutor masculino (su marido o un familiar). También necesitan a un hombre para realizar cualquier gestión burocrática, están siendo apartadas de sus trabajos en la Administración pública y no se les permite hacer deporte.
En los últimos años, ellas habían conquistado ciertos derechos, libertades y costumbres que han vuelto a perder. La diplomacia occidental ha advertido al régimen talibán de que un mejor trato a las mujeres es condición necesaria para retomar la financiación al desarrollo y desbloquear la congelacion de fondos. Ante estas perspectivas tan negras, una periodista afgana se lamentaba así a la BBC: "Quieren que las mujeres vivan como prisioneras en casa. Todos los días emiten decretos contra nosotras. No creo que podamos sobrevivir".