Con la urgencia de socorrer a los heridos, los cascos blancos entran en el epicentro del ataque. "¿Hay alguien ahí?", preguntan a gritos y sorteando el polvo levantado por las bombas de la aviación siria, descubren el enorme boquete del impacto.
De allí salen ilesos un niño con su mochila, de la mano de una mujer. Alertados por los cascos blancos de un ataque inminente, se agachan para protegerse de otro bombazo. Muy cerca, otro voluntario con cámara en su casco, recibe un brutal impacto.Después, su guante y todo el dolor y la angustia en su voz. De él sabemos que se llama Wael, que tiene 22 años y que el ejército sirio le ha querido eliminar por ayudar en zona rebelde, aunque no ha podido silenciar su cámara como testigo.
Sus compañeros le llevan a la ambulancia. También a unas niñas malheridas de este ataque en Idlib en el que han muerto 3 personas de una misma familia.