La han bautizado Operación Matterhorn en honor a la montaña de los Alpes suizos que solo los verdaderos aventureros se atreven a escalar. Y ha sido, durante días, un plan secreto que se fue labrando para evitar un caos mayor en caso de que fracasasen, como finalmente ocurrió, las conversaciones para salvar a Thomas Cook.
El resultado ya lo conocen: el mayor rescate desde la Segunda Guerra Mundial que pretende repatriar hasta el próximo 6 de octubre a los más de 150.000 británicos que han quedado abandonados en España, el norte de África, Turquía, Estados Unidos o el Caribe.
El uso de un nombre en código se decidió para intentar evitar que se filtrase el plan de la Autoridad de la Aviación Civil (CAA en sus siglas en inglés), que depende del Gobierno británico. Este organismo empezó elaborando una lista de aviones que podrían alquilarse en caso de necesidad. No era la primera vez que preparaba algo así: ya lo hizo hace dos años con el rescate de los pasajeros de la aerolínea Monarch.
Pero esta vez el reto era mayor. Y no había tiempo que perder; aunque sí había miedo a tirar mucho dinero por la borda si se fletaban unos aviones que al final no eran necesarios si Thomas Cook no quebraba. A pesar de ello, se decidió dar luz verde y lanzar la operación.
Y así fue como el domingo por la noche llegaba al aeropuerto de Manchester un avión procedente de Malasia, al que se unirían más de 40 aeronaves alquiladas en otros países como Estados Unidos, Canadá o Portugal. Las autoridades habían contratado también por precaución billetes en vuelos de British Airways o Virgin Atlantic.
Según el diario The Guardian, a las 2 de la madrugada del lunes ya se habían desplegado empleados de la CAA en el aeropuerto de Gatwick y en otros del país. Su misión era proporcionar información a aquellos pasajeros que llegasen para coger su vuelo a primera hora. Mientras, desde el Ministerio de Asuntos Exteriores británico coordinaron discretamente el despliegue de personal de embajadas y consulados para ayudar en los aeropuertos del extranjero. También se sumaron a esta operación empleados de Thomas Cook que se sentían tan mal por la situación que decidieron trabajar sin cobrar por ello.
Todo los funcionarios británicos son fácilmente identificables en los aeropuertos: llevan un chaleco amarillo con la Union Jack, la bandera de Reino Unido. Esos chalecos forman parte de el dispositivo de emergencia británico en caso de crisis. Muchos han viajado desde Reino Unido, aunque tienen en todas las emabajadas.
En España la operación era una de las más importantes. Miles de pasajeros atrapados en las Islas Canarias, Baleares, Valencia y Andalucía. Desde la embajada británica en Madrid se enviaron representantes a once aeropuertos nacionales. Funcionarios que llevaban varias semanas coordinados "por lo que pudiera pasar". La orden era tranquilizar a los pasajeros, explicarles la situación y devolverles pacíficamente al Reino Unido.
Thomas Cook tenía contratados los viajes a España de 114.000 pasajeros hasta mediados de octubre, 525 vuelos. Algunos de esos pasajeros ya han iniciado su regreso al Reino Unido. El turoperador traía a España unos siete millones de turistas al año.
Crónica de una muerte anunciada. El mal estado de salud de este turoperador con 178 años de historia era bien conocido en el sector. Pero los viajeros seguían siendo fieles a una marca muy querida por los británicos. De hecho, ¿cómo se explica que quiebre una compañía que tuvo el año pasado 9 millones de clientes?
Todo se remonta a la compra del turoperador MyTravel bajo el mandato del consejero delegado Manny Fontenla-Novoa en 2007. Este español que creció en el Reino Unido, dejó la compañía en 2011, el mismo año en el que el turoperador estuvo a punto de quebrar. Esa y toda una serie de decisiones empresariales erróneas llevó a Thomas Cook a endeudarse más y más hasta provocar una muerte agónica. El alto coste del combustible y la debilidad de la libra por culpa del Brexit en un sector muy competitivo han sido la gota que ha colmado el vaso.
Esta polémica quiebra ha llevado al Gobierno de Boris Johnson a anunciar una investigación para averiguar cómo es que Thomas Cook pudo llegar a acumular una deuda de unos 1.900 millones de euros y permitir que un consejero delegado tras otro se embolsase sumas millonarias, a pesar del estado de las arcas de la compañía.
Precisamente este martes en varias de las portadas de la prensa británica se reclama que devuelvan los más de 50 millones de euros que han cobrado de un turoperador que ya no podrá volver a presumir de haber contado con clientes como Oscar Wilde, Rudyard Kipling o Winston Churchill.