“Voy a mostrar a su ilustrísima señoría lo que una mujer es capaz de hacer”. Esta frase que Artemisia Gentileschi escribió en 1649 recibe al visitante en la entrada de la exposición más esperada esta temporada en Londres. Con ella la National Gallery quiere rendir homenaje a una artista “extraordinaria, una figura inspiradora, que logró que su voz se escuchase en un mundo dominado por hombres”, dice el director del museo, Gabriele Finaldi.
No fue la única pintora del siglo XVII, pero ninguna se hizo tan famosa como ella. Fue admirada en toda Europa y ahora es reconocida como uno de los artistas de más talento del Barroco italiano. Y además trabajó para los reyes de Inglaterra y España.
Fue un fenómeno de su tiempo, pero cayó en el olvido hasta que fue redescubierta en el siglo XX. Su vida ha inspirado novelas, películas y obras de teatro. Una existencia dramática que, según la comisaria de la muestra, Letizia Treves, “en ocasiones ha ensombrecido sus cualidades artísticas”.
Una vida marcada por una violación a los 17 años
Nació en Roma 1593. Era la mayor de cuatro hermanos y la única hija del pintor Orazio Gentileschi. Creció en un ambiente dominado por hombres. Su madre murió cuando ella tenía solo 12 años. Su padre enseñó a todos a pintar, pero ella demostró tener más talento que el resto.
Como mujer soltera no podía salir de casa sola para ver las obras de otros artistas. Por ello sorprende todavía más la maestría que demuestra en el primer cuadro que firmó: “Susana y los ancianos”. Lo pintó con solo 16 años.
Cuando tenía 17 fue violada en casa por un artista amigo de su padre: Agostino Tassi. Orazio Gentileschi consiguió sentarlo en un banquillo por desvirgar a su hija sin su consentimiento. Para restaurar su honor y el de su familia, Artemisia se enfrentó a un juicio de siete meses. Fue incluso torturada con una técnica que podría haber roto los dedos de su mano.
Sus palabras: “Es verdad, es verdad, es verdad” se hicieron famosas y se pueden leer en la transcripción de esas vistas judiciales que marcaron el resto de su vida. Tassi fue condenado. Tuvo que elegir entre cinco años de trabajos forzosos o el destierro. Se decantó por la segunda opción, pero la sentencia no llegó a ejecutarse.
La Florencia de los Medici
Tras hacerse público el veredicto, Artemisia se casó con el hermano menor del notario de su padre. También era pintor, pero no tan reconocido como ella. Poco después se mudó con él a Florencia, donde comenzó una nueva etapa, en la que, para empezar, aprendió a leer y escribir.
Su buena reputación le precedía, así que fue muy bien recibida. Sus obras fueron encargadas y adquiridas por miembros de la familia gobernante: los Medici. Y fue aceptada en la academia de artistas. La primera mujer que lo lograba.
En esta ciudad pintó sus cuadros más famosos, como los que muestran a Judith decapitando a Holofernes. Son obras muy realistas, que desprenden mucho dramatismo. La violencia de la acción que plasma sobre el lienzo se ha interpretado como Artemisia vengándose por la agresión que ella había sufrido de adolescente.
En la mayoría de los cuadros expuestos en la National Gallery sus protagonistas son mujeres; temas de la Biblia y de la historia antigua: desde Cleopatra a Lucrecia pasando por María Magdalena; figuras femeninas de las que muestra su fuerza, pasión, pero también su vulnerabilidad. Parte de su éxito radicaba en que el público no estaba acostumbrado a ver arte creado con una perspectiva que no fuese la masculina.
También sorprende su uso del autorretrato, como hacía Rembrandt. Según la comisaria de la muestra, “quizá utilizaba su imagen para promocionarse. Aunque también solía decir que era muy caro contratar a modelos para que posasen para ella”.
En la muestra se exponen también extractos de cartas apasionadas que escribió entre 1618 y 1620 a su amante Francesco Maria Maringhi. Están llenas de errores gramaticales, pero el lenguaje es extraordinario y son clave para entender al ser humano detrás de la artista. Fueron descubiertas en 2011 y nunca hasta ahora habían salido de Italia.
Época napolitana y salto a Londres
En 1630 se muda a Nápoles -bajo dominio español- donde monta un estudio con su hija Prudencia, también pintora, y la única de sus hijos que llega a la edad adulta. De su marido se había separado siete años antes.
En esta ciudad del sur de Italia pasará los últimos 25 años de su vida. Fue aquí donde escribió una de sus famosas frases en una carta dirigida a un coleccionista: “Conmigo su señoría no perderá y encontrará el espíritu de César en el alma de una mujer”.
En este periodo de una carrera artística de más de cuarenta años se pone de manifiesto que “era un camaleón. Cambia su estilo según los patronos de las distintas ciudades donde trabajaba”, explica la comisaria.
Nada más llegar a Nápoles recibió el encargo de la Infanta María de España (1606-1646), hermana de Felipe IV (1605-1665). Unos años después pintó una obra para el propio monarca, contribuyendo a la creación de una serie de lienzos para el Palacio del Buen Retiro de Madrid.
A pesar de que buscaba encargos en otros lugares porque “Nápoles le parecía cara y con poca calidad de vida”, a la capital británica llegó con reticencia. Se reencontró con su padre, al que no veía hacía veinte años, unos meses antes de que muriese. En Londres trabajó en la corte del rey Carlos I de Inglaterra y pintó la que se considera su obra cumbre: un autorretrato que es una alegoría de la pintura y forma parte de la colección de la reina Isabel II.
Inspiración para la soñada reapertura del museo
En 2018 la National Gallery compró su autorretrato “Santa Catalina de Alejandría” (1615-17), la primera obra de la artista que entra en una colección pública del Reino Unido. Eso fue el punto de partida de esta exposición, que se podrá visitar hasta el próximo 24 de enero.
La muestra tenía que haberse inaugurado el pasado 4 de abril, pero en ese momento la National Gallery ya estaba cerrada por el coronavirus. “La reapertura ha supuesto un esfuerzo hercúleo”, asegura Gabriele Finaldi, que fue anteriormente director del Museo del Prado.
La exposición, que comprende treinta obras de instituciones públicas y colecciones privadas, ha llegado por fin siete meses después. “Superar dificultades con talento y el deseo de hacerse un hueco en el mundo de su tiempo. Ese es el ejemplo de Artemisia. Debíamos inaugurar esta muestra como tributo a su resiliencia”, concluye Finaldi.