Los cuatro años que no han sepultado la memoria de los 43 estudiantes
Cuatro años largos desde que un número aún incierto de villanos de distinto uniforme trató de sepultar las historias de decenas de jóvenes. Ayotzinapa significa tortuga en náhuatl -la lengua indígena más extendida en México- una imagen que representa bien a la escuela rural donde los hijos de los campesinos sueñan con ser maestros y, al mismo tiempo, la lentitud obstinada y dolorosa para averiguar la verdad sobre este caso que todavía remueve las tripas de México. Las investigaciones de un gobierno, el de Peña Nieto, incapaz de aplastar la sombra de la impunidad sobre los que aquella noche del 26 al 27 de septiembre de 2014 asesinaron a seis personas e hicieron desaparecer al resto. Los responsables de aquel crimen purgan en celdas o campan libres porque la verdad es un concepto relativo en este México de las desapariciones forzosas; de la niebla pesada que aplasta los hechos. La pugna entre la verdad histórica, que apuntala la versión oficial del aún presidente mexicano y la verdad a secas aún no tiene un ganador claro pero relatos como el de nuestro testigo número 0 pueden aportar una microscópica gota de luz a este entuerto todavía tan oscuro. El testigo 0 presenció como uno de sus jefes agarraba a Julio César Mondragón y le desollaba vivo para escarmentar la energía subversiva de unos chavales de primero. Nelli significa verdad en náhuatl, quizá como en las fábulas, la tortuga de Ayotzinapa gana la carrera y encuentra el rastro de las 43 vidas perdidas.
Imagen: Jesús Martínez