Andrea Crisanti, el virólogo que sí paró la COVID-19 en el Véneto: “La OMS deberá asumir responsabilidades por todos los errores que ha cometido”
Entrevista en NIUS a Andrea Crisanti, virólogo del Imperial College y fundador del 'modelo véneto'
"Debemos aumentar la capacidad de hacer diagnósticos o aislar a todos los sospechosos"
Se muestra partidario del confinamiento en centros especializados
El pasado 21 de febrero una doble alarma cambió Italia en unas pocas horas. Se había descubierto un foco de coronavirus en el pueblo lombardo de Codogno y otro en el municipio véneto de Vo’Euganeo, en la provincia de Padua. En este último murió Adriano Trevisan, un señor de 78 años, que se convirtió en la primera víctima oficial con Covid-19 en este país. El Gobierno confinó rápidamente ambos pueblos, lo que evitó la propagación. Sin embargo, en Lombardía la actividad continuó la marcha mientras otros focos seguían activos, sin que se realizase un control exhaustivo de la población. Por su parte, Véneto aisló el suyo y realizó muchos más test. Con el doble de población, hoy ambas regiones han hecho aproximadamente las mismas pruebas, aunque en Lombardía hay más de 10.900 muertos y en Véneto no llegan a 900.
El responsable de aplicar lo que hoy se conoce como ‘modelo véneto’ fue Andrea Crisanti, un virólogo de 65 años, que trabaja en el prestigioso Imperial College de Londres. Tras su experiencia allí en el estudio de la malaria, fue reclutado por la región del Véneto para ponerse al frente de la investigación. Vo’ era un laboratorio perfecto por ser una localidad de poco más de 3.000 habitantes, aislada geográficamente en medio de la llanura padana. Crisanti coordinó las pruebas a toda la población y el aislamiento de los positivos. Hoy el pueblo no tiene más contagios y el virólogo es la mano derecha del presidente de la región, Luca Zaia. Al frente del departamento de virología del Hospital universitario de Padua, Crisanti es uno de los expertos más reclamados actualmente en Italia. Atiende a NIUS desde su casa en esta ciudad del norte del país.
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Italia y otros países están ya pensando en cómo salir de la emergencia. Una de las soluciones que se han planteado es hacer test masivos que midan los anticuerpos, con los que obtener una especie de carné de inmunidad. ¿Le parece una buena idea?
Pienso que es muy prematuro hablar de patente de inmunidad, creo que es un aspecto controvertido que hace falta verificar. Los test serológicos que tenemos a disposición han dado unos resultados no del todo eficaces. No sabemos todavía qué tipo de anticuerpos se producen, si nos protegen y cuánto duran. Un carné de inmunidad hace que una persona no se infecte, pero la pregunta es por cuánto tiempo. No estoy muy convencido, aunque si después los datos me desmienten, seré el primero en celebrarlo.
¿Cómo se podría entonces aplicar a gran escala su modelo de test masivos a la población?
Creo que la discusión para la reapertura de actividades comerciales tiene que considerar que aún no conocemos la verdadera incidencia diaria. Es decir, cuántos casos tenemos al día. Tampoco sabemos dónde se producen ni en personas de qué edad. Digo todo esto porque la incidencia influye mucho en que vuelva la epidemia.
¿Y cómo hacemos?
Podemos saber cuál es la probabilidad del riesgo, intentar mitigarlo y tomar medidas. En Italia, España y otros países hacemos cálculos sobre los casos diagnosticados, que sabemos que son una fracción pequeña de los casos reales. Debemos aumentar la capacidad de hacer diagnósticos y si no tenemos la capacidad, registrar a todos los sospechosos y aislarlos. La gente llama por teléfono a los servicios sanitarios y les dicen que se queden en casa. Pues quedarse en casa es un modo fantástico de infectar a los familiares. Y, además, perdemos de vista a estas personas desde el punto de vista numérico. Si no se puede hacer todos los test, al menos debemos entender cuántas son estas personas infectadas.
Los gobiernos no suelen tener todos los test necesarios. Y, además, argumentan que resultan costosos.
A nosotros nos cuestan 30 euros cada uno, no creo que el coste sea alto. El mayor problema es de capacidad, porque el sistema está sobrecargado y es difícil obtener un gran número de muestras al día. Hacen falta instrumentos y personal, pero con el tiempo esto se resuelve. Debemos prepararnos para la ‘fase 2’.
La otra solución que ofrece es aislar a todos los sospechosos. ¿Dónde, en centros aparte, en esas llamadas arcas de Noé?
Idealmente habría que meterlos en instalaciones dedicadas a ello, porque de lo contrario es probable que continúen transmitiendo la infección.
Y, ¿sería posible aplicarlo en todo un país?
No digo que debamos estar todos. Pero hace falta ir a la vivienda de estas personas, hacer el test a los familiares, amigos y vecinos porque ahí estará la sorpresa. Si hacemos el test a todos ellos, los identificamos y los tenemos en casa, podemos repetir el microcosmos de Vo’.
Cuénteme cómo fue la experiencia de Vo’.
El modelo nació por casualidad, porque las autoridades cerraron el pueblo y ordenaron hacer test a todos los habitantes, por lo que teníamos una fotografía epidemiológica de la situación. Después, le explicamos a la región del Véneto que debíamos hacer una segunda ronda de pruebas para analizar las medidas de aislamiento. La combinación de estas dos cosas ha provocado la erradicación del foco. Primero se identificó a todos los positivos y fueron aislados. Y después hicimos lo mismo con el resto de casos que quedaban por descubrir.
Y, desde el punto de vista del contagio, ¿qué lecciones se extraen?
Primero, que los asintomáticos representan una proporción importante, cerca del 45%. Son capaces de transmitir la enfermedad y si comparten vivienda con otra persona, el riesgo de contagio se multiplica por 100. Es un modelo que sirve para una fase futura. Si durante la apertura se presenta un foco, está claro que hay que cerrar la zona, poner en aislamiento a todos y repetir las pruebas, de modo que la epidemia pierde la capacidad de propagarse. A escala nacional esto se traduce en lo que llamamos vigilancia activa. Cuando hubiera casos de infección, la receta es hacer pruebas a familiares, amigos y vecinos porque en la condición en la que estamos de aislamiento en casa y distancia social, la persona enferma ha debido coger la infección a través de esas tres redes de interacción. Si hacemos esto sistemáticamente, teóricamente deberíamos ser capaces de acabar con la epidemia.
Al principio de la epidemia Italia alegaba que tenía muchos contagios porque hacía muchas pruebas. ¿Qué pasó para que en Lombardía dejara de ser así?
Es un misterio italiano, no lo sé. Hubo una gran discusión y seguramente habrá que profundizar sobre ello. Mire, en Vo’ eliminamos el foco, que podría haber creado un desastre en Véneto. En toda la región hay 15.000 personas encerradas en casa bajo con totales restricciones. Y estas personas han sido identificadas como positivas o han estado en contacto con ellos.
Ha habido muchas críticas a la OMS, pero la OMS también recomendaba que se hicieran todos los test posibles.
La OMS ha dicho de todo y el contrario de todo eso durante la epidemia. Las directivas iniciales estaban equivocadas y han sido parte del problema. No tuvieron en cuenta que hubiera un gran número de asintomáticos, que los chinos no registraron y que la OMS tampoco observó durante su viaje a China en enero. Es una responsabilidad que antes o después tendrá que asumir. Entender cómo fueron tomadas estas directivas es un derecho que tenemos todos, visto que la OMS está financiada por los Estados que en estos momentos están sufriendo las consecuencias.
¿Se equivocó el Gobierno italiano en seguir estas instrucciones?
Italia se adecuó a estas disposiciones de la OMS, sobre la que tenía una confianza ilimitada. No puedo culpar al Gobierno, porque la organización tenía autoridad. Pero sí creo que la OMS se ha equivocado engañando a numerosas autoridades.
Claro, se puede aplicar a numerosos países.
Creo que otros países se han equivocado porque después de ver lo que sucedía en Italia podían haber tomado otras medidas y precauciones. También ahí minusvaloraron el problema. Esta epidemia subraya la necesidad de una coordinación sanitaria a nivel europeo que nunca ha existido. Existe una política exterior y económica, pero en materia sanitaria cada uno ha hecho como le parecía.
Pero la OMS es la autoridad que tenemos. ¿No cree que estas críticas conducen a una mayor división? Algunos expertos las puedan utilizar simplemente para ganar notoriedad.
El problema es de transparencia. Creo que una institución es más creíble cuanto más transparente sea y, en este caso, no lo ha sido. No ha explicado sobre qué base ha elaborado sus directivas, ha cambiado de opinión y el deber de la ciencia es poner en evidencia estas contradicciones.
¿Ha podido seguir el caso español?
El caso español se amplificó por un contagio masivo que, probablemente, se produjo durante el partido Atalanta-Valencia. La curva de la epidemia varía con el número de casos iniciales. Supongamos que el virus tenga una capacidad de difusión o de multiplicarse de 0 a 2. Es decir, si yo empiezo con un paciente, después de cinco días tengo dos, luego cuatro, después 16 y así sucesivamente. Si partimos de diez, después de cinco días tenemos 100 y la expansión es dramática.
Pero Valencia ni siquiera es uno de los grandes focos en España. Lo es Madrid, al principio La Rioja, y también Cataluña. ¿Realmente el partido tuvo un efecto importante?
Habría que ver de dónde venían estas personas. Si piensa que algunos jugadores en ese partido estaban infectados y que Bérgamo fue uno de los grandes focos… Después, la infección se difunde mucho más donde hay una gran acumulación de personas, como Madrid o Barcelona.
Usted ha recomendado incluso el uso de mascarillas en casa. ¿Qué precauciones debemos tomar?
El uso de mascarillas en casa es sólo si hay infectados. Si alguien tiene un posible infectado en casa, no se deben compartir habitación y baño, evitar que vaya a la cocina y lavar frecuentemente todo. Si estas condiciones no se cumplen, está claro que está persona debe ser aislada. Pero estoy hablando de infectados sintomáticos.
Pero, como usted dice, hay muchos asintomáticos. ¿Se corre el riesgo de volvernos un poco paranoicos?
Hace falta que nos entre a todos en la cabeza que esta es una cosa seria, que hace falta estar en casa todo el tiempo que sea necesario. No 15 días seguidos, sino dos, tres meses o todo el tiempo que haga falta.