La COVID-19 ha puesto a la economía alemana contra las cuerdas. Las previsiones del Gobierno de la canciller Angela Merkel no son nada halagüeñas y, aún así, aquí no se duda de que el país será solidario en con los socios europeos esta crisis. Entre otras cosas porque como decía Merkel a finales de abril en el Bundestag: “Alemania sólo tendrá éxito a largo plazo si Europa tiene éxito”.
Per se, la situación económica en Alemania suscita preocupación. Más allá del 6,3% que Merkel y compañía esperan que caiga el PIB alemán este año, hay un dato revelador sobre lo que está pasando en suelo germano. A saber, hay 10 millones de trabajadores acogidos al subsidio de jornada reducida.
Esta medida, que hace posible que el beneficiario trabaje menos y cobre sólo parte de su sueldo – partiendo de un 67% y llegando al 87% –, está pensada para evitar despidos en las empresas. Las compañías que recurren a este subsidio reciben ayuda del estado, que se hace cargo de parte de los costes laborales que representan esos empleados que están trabajando menos. Los 10 millones de trabajadores que actualmente están en esta situación es algo nunca visto en el país.
“Alemania va a ser golpeada muy duramente en esta crisis”, dice a NIUS Michael Burda, profesor de economía en la Universidad Humboldt de Berlín. “Pese al poco tiempo que han durado aquí las medidas de confinamiento, se ha generado un agujero. Estamos en el comienzo de una depresión muy profunda, la peor que hemos tenido en 120 años”, añade.
“Muchos economistas dicen que Europa se verá muy golpeada, pero en Alemania no sabemos exactamente cómo de fuerte será la recesión, puede que sea el doble de fuerte que la de 2008 y, además, en Alemania tenemos una gran dependencia de las exportaciones”, señala a NIUS Kai Olaf-Lang, investigador de temas europeos del Instituto Alemán para Asuntos Internacionales y de Seguridad (SWP, por sus siglas alemanas).
Para él, la cuestión clave es saber: ¿Qué va a pasar con las exportaciones alemanas hacia China o Estados Unidos? Ésta es, todavía, una pregunta sin respuesta.
Otra realidad problemática de la economía alemana es lo que aquí llaman “sector de pequeños salarios”, un colectivo compuesto por algo más de 4 millones de personas que gana menos de 2.203 euros brutos al mes. Dado que buena parte de estas personas trabajan en la restauración y la hostelería - los ámbitos más afectados por la restricciones que impone la lucha contra la COVID-19 -, estos empleados pueden suponer una fuente de sufrimiento socioeconómico añadido en la crisis.
El sector alemán de trabajos “peor remunerados” suele quedar a la sombra de datos como esa media según la cual, los alemanes ganan al año 40.500 euros, según el portal de estadísticas alemán Statista. Sea como fuere, los alemanes están sometidos a una considerable presión fiscal a partir de unos ingresos superiores a los 50.000 euros anuales. Un soltero con esos ingresos paga un 40,2% de impuesto sobre la renta.
A partir de 55.000 euros el porcentaje sube al 42%. Esos porcentajes explican por qué, en general, “los alemanes no quieren ver subir los impuestos para resolver problemas”, recuerda Burda. Esa máxima también resulta válida en tiempos de pandemia.
"Los alemanes quieren pagar impuestos que puedan controlar”, según Burda. Esta apreciación importa mucho a la hora de comprender por qué los compatriotas de Merkel son, en general, reacios a toda idea de mutualizar deudas o, en definitiva, poner sus impuestos en manos europeas.
“Dar autoridad fiscal a Bruselas, donde hay un parlamento muy débil, no es lo mismo que hacerlo en el Bundestag. Esto hace que mucha gente aquí esté nerviosa”, explica el profesor de la Universidad Humboldt de Berlín. Alude Burda a ideas como la 'mutualización' de deuda que ahora plantean países como España, Francia o Italia.
Jurgen Donges, profesor del Instituto de Política Económica de la Universidad de Colonia, plantea por qué esa idea no tiene futuro político en Alemania. “Los 'coronabonos' o los 'eurobonos' en Alemania es algo políticamente muy difícil de explicar a la ciudadanía. Porque el ciudadano de a pie no entendería que se le haga responsable de cosas sobre las que él no tiene ninguna influencia”, dice Donges a NIUS.
Mutualizando deuda, “en España pueden decidir, por ejemplo, vamos a subir el salario mínimo o las políticas sociales y demás”, plantea Donges. “Ante esto, el alemán dirá: 'a mí no me ha preguntado nadie pero esperan de mí que me haga cargo de las consecuencias de la deuda'”, añade Donges, otrora integrante del Consejo Alemán de Expertos Económicos, organismo asesor del Gobierno germano.
“Si mutualizamos deuda eliminamos incentivos para que cada país persiga en la medida de lo posible el rigor presupuestario, algo fundamental para que tengamos un crecimiento económico sostenido”, abunda.
En lo que respecta a mutualizar deuda, hay actualmente reflejos del debate europeo de los días de la crisis del euro. Sin embargo, Alemania ha cambiado bastante respecto a 2008.
“El debate en Berlín ha cambiado. A diferencia de lo que pasa en Los Países Bajos, el Gobierno alemán ya ha hecho concesiones difíciles de imaginar antes de la COVID-19, apoyando, por ejemplo, la idea de que se pueda acceder a los fondos del MEDE sin condicionalidad”, destaca a NIUS Julian Rappold, experto en cuestiones europeas del Consejo Alemán de Relaciones Exteriores (DGAP, por sus siglas alemanas).
Con él coincide Lang, el investigador del SWP. “Los alemanes son conscientes de que tienen que asumir responsabilidades, de que tiene que ser solidarios, sobre todo de cara a la presidencia alemana del Consejo Europeo de la segunda mitad de este año”, dice Lang. “El país está preparado para actuar de forma solidaria, incluido financieramente. Pero la solidaridad hay que entenderla de manera amplia, no sólo hacerla girar en torno a los 'coronabonos'”, añade.
Como Lang, Donges también lamenta que el debate sobre la idea de mutualizar deuda esté centrando la atención de países importantes de la Unión como Francia, España o Italia. “Lo que hacen los presidentes italiano y español es aprovechar la situación para ver si instauran este sistema de mutualización. Yo digo que eso no sirve para nada. Ya tienen instrumentos para hacer lo que necesitan. Se puede hacer de todo, pero tienen que hacerlo y ya está”, señala este otrora asesor de la canciller.
Alude, entre otras cosas, a la actual suspensión del déficit del 3% del pacto de estabilidad, a la posibilidad de recurrir al MEDE sin condicionalidad o las condiciones blandas en las que se puede echar mano del Banco Europeo de Inversiones. Hay otras medidas que están por llegar, como un posible aumento del presupuesto europeo, respecto a las cuales Alemania ya se ha mostrado dispuesta a dar luz verde.
Así, por ejemplo, “en el debate sobre el presupuesto, aunque seamos un país menos por la salida del Reino Unido, el Gobierno de la canciller sostiene que hay que mantener la financiación de la UE porque, además, hay que tomar medidas adicionales para recuperar cuanto antes la actividad económica en Europa”, plantea Donges.
Rappold, desde el DGAP, coincide con él. “El gobierno alemán está dispuesto a pagar más en el presupuesto general de la UE. Aquí también se ha movido la posición del Ejecutivo, que antes pedía limitar las contribuciones al 1% del PIB de los estados miembros”, señala Rappold.
Él subraya que ya hay muestras de que la opinión pública germana ha comprendido la importancia de adoptar soluciones europea a la crisis. “Hay encuestas que muestran el apoyo de los alemanes a las soluciones europeas, incluidas las ayudas a financieras a los países más golpeados por el coronavirus como Italia y España”, recuerda Rappold.
Sin embargo, lo cierto es que, hasta ahora, la gran parte del debate público alemán se ha centrado en cómo el país hace frente a la COVID-19, sanitaria y económicamente, a nivel local, regional y nacional. Por eso, “la cuestión europea sigue un poco lejana para el ciudadano de a pie”, según Lang, el experto del SWP.
Eso sí, “ahora que parece que tenemos la situación estabilizada, puede que empecemos a poner la cabeza en las cuestiones europeas”, abunda Lang. Él espera que en su país, pese a todo el gasto añadido que va a suponer hacer frente a las consecuencias del coronavirus, “habrá voluntad de ahorrar para no volver a tener déficit presupuestario en los próximos años”.
Frente a esto, a Merkel le va a tocar hacer pedagogía. “Habrá que explicar que la solidaridad europea no es solo algo humanitario, es algo que va en nuestros intereses”, sostiene Lang.
La canciller lo sabe. Por eso Merkel decía en el Bundestag eso de que: “Alemania sólo tendrá éxito a largo plazo si Europa tiene éxito”.