El presidente Joe Biden, acorralado por las críticas y cuestionado por la retirada de las tropas de Estados Unidos del avispero afgano, defendió anoche su decisión al respecto insistiendo en que no repetiría “los errores del pasado”. Y lo hizo a través de un discurso a la nación recordando que el objetivo, ya cumplido, era evitar una base de operaciones de Al Qaida en la zona.
Pero las recientes imágenes del caos en Kabul, entre despegues de helicópteros y aviones enviados por el gobierno estadounidense finalizando sus misiones de evacuación, han impactado seriamente en una ciudadanía que se cuestiona la falta de previsión por cómo se han desarrollado los últimos acontecimientos, el rápido acceso al poder de los talibanes, el dinero gastado a lo largo de estas dos últimas décadas y la pérdida de vidas humanas estadounidenses.
Y aunque las encuestas mostraban un apoyo generalizado de la opinión pública a la salida de las tropas norteamericanas del país afgano (entre el 73% al 47% de la población), lo sucedido en las últimas horas ha provocado que en estos momentos el actual presidente sea percibido como un dirigente más débil y menos capaz.
“Nuestros corazones están con los valientes hombres y mujeres afganas que ahora se encuentran en riesgo”, dijo Joe Biden a través de un comunicado el pasado sábado por la noche, antes de que al día siguiente los helicópteros volaran para recoger a los estadounidenses que allí quedaban y se abandonara un país en el que han muerto más de 2000 norteamericanos, a lo largo de los 20 años de presencia militar en Afganistán.
Fue la falta de apoyo de la ciudadanía a la intervención de Estados Unidos en Afganistán la que decidió a Joe Biden a sacar las tropas de allí pero su gestión, que ha oscilado entre la firmeza y las excusas basadas en la firma de la orden de retirada por parte de Trump, cuando este era presidente, ha acabado deteriorando su imagen.
Pero muchas de las personas que en su momento estuvieron de acuerdo con que la intervención militar de Estados Unidos era una buena idea se han visto impactadas por las imágenes que han dado la vuelta al mundo durante las últimas horas, así como por las del propio Joe Biden atrincherado en Camp David, dando excusas por la retirada.
Michael Waltz, republicano por Florida y oficial de la reserva del ejército que estuvo durante varios meses en ese país de Oriente Medio, señalaba lo que está en boca de otras personas en este momento: “¿Quien va a volver a confiar en nosotros como para arriesgar no solo sus vidas sino las de sus familias para apoyar a Estados Unidos, ya sea en Cuba o Taiwan?”.
Y más allá de tendencias políticas: ¿Cómo es posible que la inteligencia de EEUU con sus múltiples agencias y el Petágono no vieran lo que estaba pasando? Dónde los talibán tenían tres meses para llegar a Kabul fueron tres días, dónde los afganos tenían un ejército, los políticos y los militares desistieron a confrontar a los talibán.
El 73% de los encuestados por Hill-HarrisX, entre el pasado 2 y el 3 de julio, declaraba apoyar la retirada de las tropas estadounidenses de Afganistán. De estos, el 32% arropaba firmemente la medida y el 42% lo hacia de alguna manera. Solo el 27% se oponían en general, incluyendo un 7% que lo hacía de forma taxativa. Esta consulta, publicada por The Hill, señalaba tambien que el 81% de los demócratas consultados estaban a favor de la salida, al igual que el 61% de los republicanos.
Ya en octubre de 2018 la mitad de las personas preguntadas (49%), según una investigación de Pew Research Center, pensaba que Estados Unidos habia “fracasado mayoritariamente” en Afganistan y eran pesimistas sobre los resultados de la presencia militar allí. Solo un tercio (35%) decía que se habían cumplido los objetivos mientras que un 16% no supo qué contestar.
Más divididos se encuentran los resultados publicados por Polling Report, en base a otra encuesta de Gallup Poll, realizada entre el 6 y el 21 del pasado mes de julio. En este caso el 47% contestó afirmativamente a la pregunta de si “consideraba un error el envió de tropas a Afganistán" mientras que un 46% lo hizo de forma negativa y un 6% no estaban seguros de su respuesta.
Lo que se debate ahora entre los ciudadanos, medios y círculos políticos es que esta no solo es una cuestión de confianza sino de si los talibanes continúan siendo una amenaza tanto para la población afgana como para la estadounidense.
Algo que no quedó suficientemente explicado por el presidente cuando dijo recientemente que “un año mas, o cinco, de presencia militar de nuestras tropas allí, no habría hecho una diferencia sobre el hecho de que el ejército afgano pueda o quiera mantener su propio país y una presencia estadounidense interminable en medio del conflicto civil de otro estado no era aceptable para mi”.
Estas palabras se las ha llevado el viento cuando las imágenes han dejado al descubierto la desesperación de los civiles afganos intentando huir de su pais, la violencia de nuevo en las calles y la toma del propio palacio presidencial, a las pocas horas de llegar al poder.
¿Qué hemos hecho durante estos años? ¿En que se han gastado los billones de dólares invertidos en pacificar, supuestamente, el país? Es lo que se pregunta una ciudadanía que aún se debate entre el alivio de verse fuera del horror que ahora inunda las calles afganas, el repudio de un régimen que odia todo aquello que suene a estadounidense y la sensación de que su gobierno podía haber hecho algo más.
Toda una crisis que deberá ser afrontada con algo más que palabras y excusas referidas a la responsabilidad de los anteriores presidentes estadounidenses. La confianza de los ciudadanos en su gobierno está en juego y la imagen de Biden, como máximo responsable está en siete meses muy afectada. Primero fue la gran crisis migratoria en la frontera que no terminan de solucionar - y que le ha supuesto a Kamala Harris más de un disgusto y récord histórico de llegada de inmigrantes en julio y, ahora, la desbandada de Afganistán.
Tras el discurso, Joe Biden se fue, sin aceptar preguntas a Camp David (de donde había llegado a media tarde para la comparecencia televisada). El presidente pasa las vacaciones estivales allí con su familia.