Las promesas del Brexit ya no tienen ningún valor político desde el pasado 1 de enero. Poco a poco el Reino Unido va adquiriendo su nueva forma, una forma que no coincide con lo que algunos habían imaginado. Está habiendo problemas en las fronteras por los atascos y por las complicaciones que conllevan todo el papeleo extra que trajo el Brexit. En muchas zonas del país hay escasez de verduras, frutas y productos congelados procedentes del continente europeo.
La razón es que los camiones con los productos procedentes de Francia, España, Italia y otros países comunitarios tienen más dificultades para entrar en el país por la burocracia y por los test del Covid. Algunas empresas no están enviando camiones porque, de momento, no les sale a cuenta. El tránsito por las carreteras solo es el 25% de lo normal. Aún así, se están volviendo a ver colas de camiones retenidos como las de Navidad en los puntos de salida del país hacia Francia por el Canal de la Mancha. La Asociación de Transporte por Carretera (RHA) ha advertido que los atascos se incrementarán cuando se recupere el ritmo habitual de transportistas.
Pero los principales afectados por el acuerdo del Brexit son los pescadores británicos, que no pueden vender sus productos a la Europa continental porque llegan demasiado tarde por todas las trabas administrativas y logísticas. Y los ciudadanos norirlandeses, que se están quedando sin abastecimiento de productos en los supermercados por bloqueos en el Mar de Irlanda. Para poder cerrar el acuerdo comercial, Boris Johnson hizo concesiones en la frontera norirlandesa y en las cuotas pesqueras y ahora estas concesiones que vendió como logros se están volviendo contra él.
En el caso de Irlanda del Norte, en noviembre de 2019, aceptó trasladar la frontera al Mar de Irlanda, el mar que separa la isla de Gran Bretaña con la de Irlanda. El territorio británico de Irlanda del Norte se encuentra el noreste de la isla de Irlanda. El Brexit suponía instalar una frontera física en la isla entre norte (Reino Unido) y sur (República de Irlanda) que iba en contra de los acuerdos de paz que se firmaron en 1998 y que pusieron fin a cuarenta años de conflicto bélico unionistas protestantes probritánicos y republicanos católicos proirlandeses. La única solución para el Brexit fue mantener la frontera invisible y trasladar las aduanas a la costa.
Apenas dos semanas después, los supermercados norirlandeses han pulsado el botón de alarma porque, dicen, en tres o cuatro días se van a quedar sin productos básicos. Los problemas están en la frontera costera y son básicamente dos. Por un lado, se está bloqueando la entrada de productos británicos, especialmente los que proceden de animales. Si bien no hay aranceles ni impuestos, el papeleo que tienen que rellenar las empresas para pasar los productos hace que sea inviable su comercialización.
Por otro lado, están los productos que son importados a Reino Unido desde la Unión Europea (UE) y luego son reexportados otra a vez a la UE porque entonces, según el acuerdo del Brexit, sí que están sujetos a impuestos. La situación es grave pero se puede agravar todavía más en abril cuando termine el período de gracia de tres meses dado por la UE (durante el cual se hacen menos controles) y cuando vuelvan a abrir los restaurantes, bares y hoteles que ahora están cerrados por el confinamiento del Covid.
Los principales supermercados del país han enviado una carta al primer ministro advirtiéndole que el acuerdo que cerró con la UE por Nochebuena es totalmente “inviable” para Irlanda del Norte. Avisan que la situación empeorará cuando termine el periodo de gracia y se incremente aún más el papeleo y le piden que vuelva a negociar con Bruselas.
La situación se ha trasladado al plano político en la región. Los unionistas probritánicos del DUP le piden que active el artículo 16 del protocolo de Irlanda del Norte incluido en el acuerdo con la UE. Este artículo permite a cualquiera de las dos partes (la europea o la británica) eliminar los controles en caso de emergencia de forma temporal. Mientras que los republicanos proirlandeses del Sinn Féin dicen que no es un problema solo de Irlanda del Norte sino de todo el país porque negoció un mal acuerdo.
El primer ministro echa las culpas a la UE y la amenazado con activar el artículo 16 y eliminar los controles si persisten los problemas de abastecimiento en la región. El jefe negociador europeo, Michel Barnier ha dicho que “hay consecuencias mecánicas inevitables cuando sales del mercado único y ese fue el deseo de los británicos” y ha dejado claro que “este acuerdo no será renegociado”.
El acuerdo del Brexit también está arruinando a los pescadores y, en especial a los escoceses, que representan el 60% de la industria pesquera británica. Se han encontrado con dos grandes contrariedades. La primera son los nuevos trámites burocráticos que requieren que cada caja de mariscos y pescados sea descargada de los camiones e inspeccionada por veterinarios antes de que abandone Escocia.
Están tardando cinco horas por camión para obtener un certificado sanitario que es necesario para luego solicitar otros trámites aduaneros que demoran todavía más el proceso. Los exportadores escoceses se están demorando cinco días en llevar el pescado a sus destinos europeos, un proceso que antes del Brexit les llevaba un día, y sus clientes europeos están rechazando el producto porque ya no es fresco cuando llega.
La segunda gran contrariedad del acuerdo de Johnson es que los pescadores británicos tienes menos cuotas de pesca en sus aguas de las que tenían antes. Las cuotas, además, han sido negociadas por cada especie de pez. Esto ha provocado que los pescadores tengas menos cuotas en ocho de las trece zonas de pesca de Escocia. En las otras cinco se ha incrementado. El ministro escocés de Economía Rural, Fergus Ewing, denunció que “las pequeñas ganancias obtenidas en la cuota para la caballa y el arenque se ven claramente superadas por el impacto de las pérdidas de merlán, bacalao y carbonero [principales pescados del Mar del Norte] y esto daña todos los mercados del pescado y negocios y empleos relacionados con la pesca”.
Todo esto ha provocado que los precios hayan caído entre un 40 y 50% y, en algunos casos, hasta el 80%. Muchas empresas pequeñas han suspendido las entregas de marisco y de pescado hasta que no se arregle la situación. Se estima que las pérdidas anuales podrían llegar a ser de 1.100 millones de euros. Dejarían tocado de muerte a un sector que, aunque solo emplea a 10.000 personas y representa el 0,1% del PIB, tiene una gran importancia emocional y simbólica en el Brexit, como se demostró en las negociaciones. Fue el último obstáculo antes de cerrar el acuerdo. Muchos pescadores están yendo a pescar a aguas danesas pese a que tardan tres días en llegar porque les sale más a cuenta que pescar en sus propias aguas.
Los pescadores critican que esto no fue lo que les vendió el gobierno británico con el acuerdo. El gobierno dijo que el tratado “comportaría ganancias inmediatas para nuestros pescadores en todo el país”. En una carta, la Federación Nacional de Organizaciones de Pescadores (NFFO) ha acusado a Johnson de sacrificar la industria pesquera británica y de mentirles. “No se trata de que haya tenido que ceder ante un oponente intransigente y poderoso, sino que haya intentado presentar el acuerdo como un éxito cuando es claramente patente que no lo es”.
Por su parte, la federación de pescadores, que estaba a favor del Brexit, dice que el acuerdo les deja “con lo peor de ambos mundos”. “Nos dijeron que había un aumento del 25% de las cuotas, pero esto no es cierto y que su acuerdo no lo cumple”, dice la carta. Al menos hasta el 2026 no verán como se incrementan sus cuotas un 25%, y no con todas las especies. El gobierno escocés pide compensaciones millonarias. Algunos sectores dicen que van a ir a Londres con el pescado que tienen que tirar cada día porque no lo pueden exportar y verterlo enfrente de la residencia del primer ministro. Johnson tendrá que calmarlos pero a partir de la realidad.