En un año en que el reconocimiento estadounidense de la soberanía marroquí sobre el Sáhara, la vuelta a las hostilidades entre Polisario y Marruecos y la crisis entre Argel y Rabat volvieron a colocar el conflicto por la soberanía del territorio en el mapa, la carrera por la explotación de recursos naturales de la antigua colonia española se ha intensificado. Marruecos, consciente del enorme potencial del territorio –rico en fosfatos-, no quiere perder tiempo y prevé un fuerte impulso al desarrollo de las energías solar y eólica. Y sigue buscando hidrocarburos en las costas del territorio. Entretanto, Israel, flamante socio de Marruecos desde la normalización de relaciones en diciembre del año pasado, explora las costas saharauis en busca de oro negro y gas.
Este mismo fin de semana transcendía que Marruecos ha prorrogado hasta julio de 2023 la búsqueda de hidrocarburos en un área de 17.000 kilómetros cuadrados entre las ciudades costeras de Sidi Ifni y Tarfaya, situadas en el territorio saharaui. Según el diario canario La Provincia, el territorio objeto de las prospecciones se adentra en el mar hasta la línea imaginaria que separa las aguas españolas de las marroquíes. Los permisos fueron concedidos en diciembre de 2017 a la filial marroquí de la petrolera italiana Ente Nazionale Idrocarburi.
No es la única búsqueda de hidrocarburos en aguas saharauis. Una empresa israelí busca petróleo y gas en las aguas situadas frente a la antigua Villa Cisneros, en el Sáhara Occidental. Se trata de la empresa Radio Petroleum, que anunció el pasado 12 de octubre la firma junto a la Oficina Marroquí de Hidrocarburos y Minas, perteneciente al Ministerio de Energía, de un acuerdo para la exploración del llamado bloque Dajla Atlántico.
El espacio en que la firma israelí tendrá el 100% de los derechos de exploración tiene una superficie total de 109.000 kilómetros cuadrados y una profundidad de 3.000 metros. Para Radio Petroleum, el acuerdo representa “un movimiento estratégico de entrada a una zona de gran potencia geológico”.
La entrada de Israel en escena ha cambiado, quizás para siempre, la ecuación en la región: Israel. El 10 de diciembre de 2020, el mismo día en que anunciaba en un tuit el reconocimiento de la marroquinidad del Sáhara, el expresidente Donald Trump anunciaba que Marruecos e Israel habían reestablecido relaciones oficiales. Menos de dos semanas después, el 22 de diciembre, los dos países sellaban la normalización en Rabat. Los vínculos informales entre los dos países nunca cesaron, pero en el último año las relaciones bilaterales han alcanzado niveles inéditos. Ya hay embajador israelí en Rabat y marroquí en Tel Aviv.
Lo cierto es que Marruecos e Israel cooperan en numerosos frentes, empezando por los de la seguridad e inteligencia. En los últimos meses se suceden las ventas de material bélico israelí a Marruecos. El medio especializado defensa.com daba cuenta el mes pasado de que Marruecos ha reforzado la precisión de su artillería con la adquisición de drones israelíes (concretamente UAVs WanderB-VTOL).
Por otra parte, según el consorcio de periodistas Forbidden Stories, que descubrió la trama del affaire Pegasus el pasado mes de julio, Marruecos contaba con miles de números de teléfono –la mayoría de ellos vinculados a Argelia- como potenciales objeto de espionaje con el programa informático de la empresa israelí NSO Group. Marruecos ha negado haber adquirido el citado software.
La relación entre Israel y Marruecos, cada vez más estrecha, pone especialmente nervioso a Argelia, que acusaba en agosto pasado a Tel Aviv y Rabat de tratar de desestabilizarle apoyando al independentismo cabileño en el norte de Argelia. El 24 de agosto Argelia rompía relaciones con Marruecos y el 31 de octubre el gasoducto Magreb Europa, que transportaba el gas argelino a la Península a través de territorio marroquí, pasaba a la historia.
Consciente de su dependencia energética –que la crisis del gasoducto Magreb Europa puso de manifiesto-, pues Marruecos importa el 90% de su energía primaria, Rabat está apostando con determinación por el desarrollo de las energías verdes. El Gobierno avanzó su deseo de que el 52% de su producción eléctrica proceda de renovables en 2030.
Pero la estrategia de las autoridades marroquíes va más allá: exportar electricidad procedente de fuentes renovables a Europa y otras partes de África a medio plazo. Su proximidad con el continente europeo y las inversiones que se vienen realizando en Marruecos juegan a su favor. Los proyectos de parques eólicos y centrales solares se multiplican por todo el territorio marroquí. La apuesta marroquí se completa con el hidrógeno verde, un recurso ilimitado que se presenta como alternativa viable a las energías fósiles.
En el centro del plan de Rabat se encuentra el vasto territorio del Sáhara Occidental, que además de los fosfatos y los recursos pesqueros, cuenta con un enorme potencial para el desarrollo de la energía solar y eólica, reconocido dentro y fuera de Marruecos.
El pasado 6 de octubre la organización para la vigilancia de la explotación de los recursos naturales del Sáhara Occidental Western Sahara Resource Watch (WSRW) publicaba un informe en el que se cifraba que la energía eólica producida en el territorio que la ONU considera “no autónomo” supondrá en el horizonte de 2030 el 47,2% de la energía procedente del viento producida por Marruecos.
En el caso de la solar, los planes de las autoridades marroquíes contemplan que del 9,7% hasta el 32,6% de la energía solar que se genere provenga de instalaciones situadas en el Sáhara, según el informe de la asociación defensora de la autodeterminación del territorio. La entidad denuncia en el trabajo que la apuesta de Marruecos por las energías renovables en el territorio “proporciona una mayor apariencia de legitimidad a la ocupación del territorio”.
La principal firma inversora en este tipo de energías en el territorio de la antigua colonia española es Nareva, perteneciente al grupo empresarial Al Mada. Sus accionistas mayoritarios son el rey Mohamed VI y su familia. Seis de los parques eólicos con los que contará el territorio en los próximos años serán explotados por Nareva o por empresas en las que la sociedad real participa.
Asimismo, el trabajo de WSRW menciona el Proyecto eólico integrado de 850 MW, el más importante aprobado hasta ahora en Marruecos. El proyecto prevé la construcción y explotación de cuatro centrales eólicas. Dos de ellas se encuentran en territorio saharaui, concretamente en Tiskrad –en Tarfaya- y Boujdour, con una producción estimada de 300 MW y 100 MW respectivamente. Un proyecto para el que la Oficina Nacional de Electricidad y Agua Potable de Marruecos eligió en 2016 a un consorcio en el que estaba presente la citada Nareva.
Entretanto se sucedían proyectos con el Sáhara como protagonista llegaban a finales del pasado mes de septiembre malas noticias para Marruecos. El Tribunal General de Justicia de la UE tumbaba el pasado mes de septiembre los acuerdos agrícola y pesquero suscritos entre Rabat y Bruselas por incluir productos del territorio. El pasado viernes transcendía que la Comisión Europea recurrirá la sentencia.
Este mismo domingo el ministro de Exteriores José Manuel Albares aseguraba en una entrevista con los diarios del Grupo Joly que “la sentencia aún se puede recurrir, en estos momentos estamos en un diálogo analizando la sentencia”.
El dictamen del Tribunal General, que mantendrá los acuerdos en vigor durante “un cierto período de tiempo”, perjudica especialmente los intereses españoles, pues 93 de los 128 barcos europeos que pescan en aguas saharauis son del país ibérico. La UE tiene hasta el 9 de diciembre para recurrir el dictamen ante una instancia superior, el Tribunal de Justicia de la UE (TJUE).