Boris Johnson: de bufón de la corte, al trono de Downing Street
Boris Johnson estudió en los centros más elitistas de Reino Unido
Su vida ha estado marcada por polémicas y salidas de tono
El Brexit se convirtió en su oportunidad para llegar a lo más alto
Cuando era un niño y a Boris Johnson le preguntaban qué quería ser de mayor contestaba: “el rey del mundo”. Con 55 años, consiguió su trono en el del 10 de Downing Street pero este jueves ha anunciado su dimisión como primer ministro cuya fecha se conocerá en los próximos días. El carismático, polémico y deslenguado tory de rubia cabellera había triunfado hasta ahora con su apología de un Brexit duro, con salir de la Unión Europea el 31 de octubre “con o sin acuerdo”, a las bravas.
El hijo 'descarriado' de un ferviente europeísta
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Hijo de padres ingleses –y de origen turco por parte de abuelo- Boris nació en Nueva York. Vivió parte de su infancia en Bruselas porque su padre -ironías del destino- era además de europeísta convencido, funcionario de la Comisión Europea.
Al excéntrico Boris siempre le ha acompañado la controversia. Le echaron de su primer trabajo como periodista en The Times por una cita falsa. Más tarde, como corresponsal en Bruselas (1989-1994) para The Daily Telegraph, también dejó huella. Se hizo conocido por avivar la llama del euroescepticismo, por sus demoledoras crónicas, sus burlas y antipatía hacia las instituciones europeas. Y se convirtió en el periodista favorito de la antigua primera ministra Margaret Thatcher.
Johnson había sido alumno de la Escuela Europea de Bruselas; eso antes de ir al colegio más elitista de Reino Unido –Eton- y a la Universidad de Oxford. Centros en los que coincidiría con otro estudiante que iba a entrar también en la historia de Reino Unido: David Cameron.
Estudiantes pijos y enemigos íntimos
Cuentan que la rivalidad y la competitividad entre los dos políticos –que son además primos muy lejanos- viene de largo, de aquella época estudiantil. En la Universidad los dos fueron miembros del exclusivo Club Bullingdon. Compañeros de pijerío y excesos en esa Hermandad en la que el esmoquin que tenían que llevar costaba 2.000 libras de la época. Aliados también en sus gamberradas; como aquel día que lanzaron una maceta contra la cristalera de un restaurante. Johnson y Cameron escaparon antes de que llegara la policía. “No sabía que Boris podía correr tan rápido”, contaría más tarde un colega del club.
De aquellos tiempos, antiguos compañeros recuerdan la espontaneidad y el brillo de los discursos del carismático Boris.
Infidelidades y escándalos amorosos
Allí, en la Universidad de Oxford, conoció a la persona que se convertiría en su primera esposa: Allegra Mostyn-Owen (1987-1993). Con 28 años, volvió a contraer matrimonio con Marina Wheeler, con la que estuvo casado un cuarto de siglo (1993-2018). Tuvieron cuatro hijos. Ella, cuentan, acabó harta de sus numerosas infidelidades. En 2010, salió a la luz que había tenido otro hijo en una relación extramatrimonial con la consultora de arte Helen Macintyre.
A finales de 2018, dejó a su mujer por Carrie Symonds, 30 años y ex relaciones públicas del Partido Conservador. Con ella protagonizó un sonado incidente. La policía acudió a su casa después de que un vecino alertase de una fuerte discusión entre la pareja.
Excentricidades y salidas de tono
Las excentricidades del antiguo alcalde de Londres (2008-2016) y ministro de Asuntos Exteriores (2016-2018) siempre fueron noticia. Como regidor de la capital británica, le vimos lanzándose al aire, colgado de una tirolina y agitando la bandera británica para promocionar los Juegos Olímpicos de Londres.
Sus salidas de tono, su fama de bocazas y metepatas le han acompañado siempre.
En su primera campaña a la alcadía, su lema fue: “Si votas tory
De Hillary Clinton llegó a decir que era como “una enfermera sádica” y a Vladimir Putin le comparó con el Elfo de Harry Potter.
“Si vamos a autorizar que se casen dos hombres, no sé por qué no podemos autorizar que lo hagan tres, o dos y un chimpancé”, dijo sobre el matrimonio homosexual. (Aunque eso no le impidió asistir más tarde a las fiestas del orgullo gay en Londres). A los diputados que se fueron al UKIP los definió como “esa clase de gente que haría el amor con una aspiradora”.
Las mentiras del Brexit y la victoria
Su oportunidad para conquistar su gran ambición llegó con el Brexit. Mientras, David Cameron se la jugaba con el referéndum y apostaba por la permanencia, Boris hacía campaña por la salida. Recorrió las calles del país con un autobús rojo que llevaba estampado un slogan: 350 millones de libras (unos 400 millones de euros). Decía que esa era la cifra que los británicos pagaban diariamente a Bruselas y que podrían destinarse a la maltrecha sanidad británica. Fue una de las grandes mentiras de la campaña del Brexit, por la que el propio Boris Johnson tuvo que declarar más tarde ante un juez.
Dicen que en 2016 no entraba en sus planes ganar aquella batalla. Que su objetivo era a más largo plazo. Lo cierto es que cuando Reino Unido decidió –por un resultado muy ajustado- la salida de la UE y Cameron presentó su dimisión, todas las miradas se giraron hacia él. Pero Boris dio la espantada y se retiró de la carrera para suceder al primer ministro. Aún no era su momento.
Pero Boris ya no quería ser el bufón del reino, sino sentarse en su trono. Lo ha conseguido y tendrá que volver a postponer (¡oh, cielos!) la escritura de su biografía de Shakespeare.
La ministra de Trabajo Amber Rudd dijo de él en 2016 que era “la vida y el alma del partido, pero no el hombre que quieres que dirija tu casa”. Sus compañeros de partido, los que le eligieron, no debieron pensar lo mismo.