En plena escalada bélica en Oriente Medio, el turismo de guerra cada vez cobra más popularidad y se abre paso dejando imágenes que rayan la insensatez. Hay incluso programas que llevan a los turistas a zonas de conflicto en busca de una adrenalina que puede salir muy cara.
Las redes están inundadas de ejemplos de esta circunstancia, como informa en el vídeo Lorelei Esteban. Algunos son capaces de viajar al desierto para rodear los restos de un misil balístico en busca de una imagen única y al alcance de muy pocos, captando con sus móviles los vestigios de un bombardeo.
Familias enteras, incluso con niños en brazos, se acercan hasta el sur de Israel con el objetivo de hacerse fotos con los misiles iraníes destrozados por la ‘Cúpula de Hierro’; restos de proyectiles convertidos en el atractivo de decenas de personas que impulsan el llamado ‘turismo de guerra’.
Desde hace años son muchos los turistas atraídos por las huellas que dejan los conflictos armados, pero ahora ese interés se eleva a otro nivel: visitar zonas donde el conflicto bélico está activo.
Cada vez son más los que, en busca de adrenalina y sorteando el riesgo, se trasladan a lugares poco recomendados para viajar por su peligro; viajes para vivir y compartir con sus seguidores. Todo bajo el afán de mostrar experiencias tan extremas como inéditas, como la que hasta hace un año ofrecían en Israel a los turistas, con una academia para aprender a defenderse de terroristas.
En medio de un atentado recreado, parejas, padres e hijos o grupos de amigos disfrutaban inmersos en un terror simulado; un turismo atraído por un sufrimiento ajeno que gana popularidad.
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