Alemania pasa por problemas. Hace 35 años la caída del Muro parecía el fin del choque entre grandes potencias. Era un espejismo. La OTAN se refuerza con la entrada de Suecia y Finlandia, la adhesión más rápida que se recuerda. Ambos países reconocen que temen a Putin y una posible expansión futura. La neutralidad ya no era una opción. Europa ha duplicado la importación de armas en cinco años.
Hay miedo en Europa, que vive una guerra a sus puertas, nada menos que en Ucrania y ante un rival terrible que ya ha demostrado que no atiende a peticiones internacionales pero sigue siendo vital en el panorama geopolítico mundial: la Rusia de Putin. Kiev pide a gritos más ayuda internacional tras dos años de guerra.
Josep Borrell dice que no quiere meter el miedo con una guerra pero deja claro que no estamos preparados para enfrentarnos a una, ni por nuestra capacidad armamentística ni por la mentalidad de una sociedad que dista mucho de ser parecida a aquella que se conmemora ahora en el 80 aniversario del desembarco de Normandía.
Con el servicio militar no obligatoria en muchos casos y la mentalidad de la paz arraigada en casi toda la UE, enfrentarse a la muerte, a las bombas y a la sangre como vive hoy en Ucrania no parece tarea sencilla. Pero Europa empieza a caminar ante el miedo de que Estados Unidos se vuelva con Trump más aislacionista que nunca y nos pida que arreglemos nosotros mismos nuestros problemas. Hace 80 años hay que recordar que no fue así.
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