A las 7 de la mañana del 3 de octubre de 2013 una nave advierte a la capitanía del puerto de Lampedusa que un grupo de “clandestinos” estaban en el agua. Pocos minutos después más de 40 subieron a esta pequeña nave de pesca y fueron rescatados. Pero la situación que descubrieron a continuación era dramática, centenares de personas en el agua, una patera que se había hundido y muchas personas que habían perdido la vida ahogadas. Las autoridades italianas se dieron cuenta de las dimensiones del naufragio solo una hora después, cuando llegaron al lugar. En los días sucesivos los muertos superan cualquier otro acontecimiento similar en los últimos años, se recuperaron 368 cuerpos. Era el naufragio más grave hasta el momento en las costas de Lampedusa y trazó una larga sombra y un trauma que dura hasta el día de hoy. En estos diez años una innumerable lista de medidas y normas para gestionar el flujo migratorio que se han revelado insuficientes, en esa ruta, la del Mediterráneo central, hoy se cuentan más de 22.000 muertos en una década.
Han sido varias jornadas de conmemoración con la presencia de muchos de los supervivientes que han viajado a Lampedusa para recordar, con dolor, su historia. En algunos encuentros donde relatan con dolor aquella noche infernal. Grupos de estudiantes de toda Europa han atendido a sus conferencias, representantes de Ong y de la ONU han asistido al dolor, diez años después, de esa zona cero. Por parte del Gobierno ningún representante ha asistido a la isla mientras Giorgia Meloni renueva sus intenciones políticas de frenar la inmigración ilegal y repatriar cuantas más personas posibles en sus últimos decretos. En las pancartas de la concentración que ha recorrido la isla, de no más de 20 km de lado a lado, dice “basta muertos invisibles” y es que los más de 27.000 confirmados en esta década en el Mediterráneo son una cifra parcial del fenómeno. Muchos de esos cuerpos nunca son recuperados, muchas de esas historias llegan solo a los medios de comunicación internacionales si los supervivientes pueden relatar lo ocurrido en el trayecto a la soñada Europa.
¿Qué ha hecho Italia en esta década?
Durante 10 años se han llevado a cabo políticas de emergencia y gobiernos de todos los colores han sido incapaces de ofrecer respuestas estructurales al fenómeno de la inmigración ilegal en Italia. Después del naufragio, aquel año, 2013, el Gobierno progresista de Enrico Letta puso en marcha, la operación militar de salvamento Mare Nostrum, que duró solo un año. En aquel momento el flujo era grande pero no llegaba a los números que vemos ahora, más de 130.000 migrantes este año. De hecho, el año anterior, en 2012, llegaron a Italia 13.267 migrantes, un octavo de los que desembarcaron en 2022. Con los años el fenómeno adquiere dimensiones mayores, llegando a los picos de más de 180.000 personas en 2016. La inmigración igual en la ruta del Mediterráneo central había dejado de ser una emergencia y era todo un fenómeno.
La misión naval de Mare Nostrum fue sustituida por Frontex, la agencia europea, que en un primer momento podía parecer destinada también al salvamento, se centró desde entonces en el control de las fronteras exteriores. El salvamento quedó así relegado a la Guardia Costera italiana, coordinada por el ministerio de Interior de turno, y al trabajo de las Ong. En política las medidas de acogida seguían siendo ineficaces, a falta de un sistema más estructural, y a nivel europeo conseguir el consenso entre los 27 era siempre más difícil. La izquierda proclamaba la acogida de inmigrantes, pero luego no conseguía un sistema de gestión eficiente, la derecha, como ocurre en la actualidad, proclamaba el final del fenómeno con sus promesas electorales pero se encontraba siempre con una gran complejidad.
Fue el caso de Matteo Salvini cuando, siendo ministro del Interior en 2019, proclamó el su famoso lema “puertos cerrados” que le valió un proceso aún abierto por secuestro de personas por no haber dejado desembarcar a la nave española Open Arms en agosto de ese año. Se repite la historia ahora con la primera ministra Giorgia Meloni que ansía el “bloqueo naval” pero se encuentra frenada por la imposibilidad de aplicarlo.