Hasta ahora el Largo Argentina era una plaza romana con vistas a restos arqueológicos de hace dos mil años que, desde una gran balconada central y cuadrada, podían admirarse solo desde arriba, a la altura de la calzada. A pocos metros del Panteón se había convertido en un lugar de tránsito, adornado por el tráfico de turistas que cada día transita por el centro de Roma. Desde hace casi un siglo en aquella particular ventana a la historia del Imperio romano se comenzaron a asentar colonias de gatos que se sentían protegidos por los restos arqueológicos que se encontraban en los subterráneos de la propia plaza. En el lugar que había pasado a la historia por ser el escenario del asesinato más importante de la época romana, donde murió Julio César, correteaban gatos que, a día de hoy reciben los cuidados de una asociación que los esteriliza y vacuna además de darles de comer. Ahora, la llamada comúnmente la piazza dei gatti, se podrá también visitar siendo no solo un felino, también un turista, por solo cinco euros y gracias a unas pasarelas colocadas que permiten viajar a la antigua Roma.
Esta nueva y única apertura permite bajar unos escalones y descender a la parte baja de la plaza para, a la altura de los restos arqueológicos, realizar un paseo por el corazón del Imperio. Junto a la Superintendencia de Roma -organismo que tutela los bienes culturales de la capital- y el mecenazgo de Maison Bulgari, la famosa marca italiana de joyas de lujo, se puso en marcha un proyecto que pretendía acercar una realidad que para romanos y turistas había sido durante demasiado tiempo posible ver solo desde la altura de la plaza. Desde este 20 de junio se pueden observar de cerca los restos de los cuatro templos, la pavimentación original de aquel lugar y otros restos y hacerlo también de manera accesible, con una plataforma diseñada precisamente para permitir el acceso también a las personas con movilidad reducida. Para aquellos que no puedan bajar a través de las escaleras que bajan desde la plaza se ha puesto a disposición un ascensor.
A pesar de sus dos mil años de vida este lugar fue solo descubierto hace un siglo, concretamente entre el 1926 y el 1929, en las excavaciones para la construcción de nuevas viviendas que permitieron ver los primeros restos. Allí se encontraron los cuatro templos protagonistas: el templo C, dedicado probablemente a la diosa Feronia, el templo A, en honor de Juturna, el templo D dedicado a las Lares Permarini y el templo B dedicado a la diosa Fortuna, todos datan entre inicios del siglo I a.C a hasta el IV a.C. A lo largo de estos cien años se han ido encontrando también otros elementos de épocas diferentes que se incluyen en galerías preparadas por la exposición y también unos adoquines que mandó colocar el emperador Domiciano después del gran incendio del año 80 d.C en la capital italiana.
Precisamente entre los yacimientos arqueológicos de esta área sagrada, en una zona limítrofe con la plaza, se identifica el testimonio de uno de los episodios más importantes de la historia de esta ciudad y de todo el Imperio romano. Se mantiene una parte de un muro de la llamada Curia de Pompeo, una de las numerosas aulas de reunión en la Roma republicana y el lugar, así pasaría a los libros de historia, donde murió Julio César. En el episodio que se recuerda como los famosos “Idus de marzo”, el emperador más importante de la historia romana fue víctima de un complot político que lo vio morir mientras presidía la asamblea de senadores precisamente en este lugar, la Curia de Pompeo. Días antes rumores de una traición habían llegado a sus oídos, pero, según las reconstrucciones históricas, él no había querido escucharlos. El 15 de marzo del año 44 a.C Julio César fue víctima de las conspiraciones de varios senadores opuestos a su autocracia, entre ellos se encontraba Bruto, su protegido, al que dedicó aquella frase que luego pasó a la historia “tu quoque, fili, mi…” (tú también, hijo mío…). Ahora este lugar de dos mil años de vida, que recuerda el presagio de un hecho fatídico que un adivino ciego le susurró a Julio César diciéndole “atento a los idus de marzo”, es hoy una joya más del patrimonio arqueológico de Roma y de su museo a cielo abierto, abierto ahora sí, para el mundo.
Restos únicos
Monica Ceci es la arqueóloga responsable del Área Sagrada de Largo Argentina y explica para NIUS la importancia de esta apertura al público. “Sobre todo porque son templos de la época republicana, antes de Cristo, son estructuras muy antiguas, que han sufrido luego muchas restauraciones pero que son especialmente valiosas. Son incluso más antiguas que algunos de los restos de los Foros Imperiales. Tienen 2300 años de vida estos templos”, dice. El Senado se reunía, añade la arqueóloga, por norma en el Foro Romano, en aquel momento, sin embargo, estaba siendo restaurado tras un incendio y fue el propio Julio César el que decidió que se movería a la zona de Largo Argentina. “La parte que queda dentro de estos restos arqueológicos no forma parte de los cuatro templos, sino que es una pared colindante, el resto está aún enterrado debajo de las viviendas de la zona”, explica. Es por eso que hablamos de una “pared” de la Curia entre los restos y no de todo el espacio donde fue asesinado Julio César.
“Tras el asesinato, que yo llamo atentado, a Julio César, ese lugar fue considerado lo que en latín se dice locus sceleratus y que es la peor connotación que podría recibir, se consideraba un lugar maldito. La sala donde murió fue tapiada para siempre, la estatua de Pompeo, a los pies de la cual agonizó el emperador, fue trasladada y allí se cerró ese capítulo de la historia donde ahora transcurre, metros más arriba, la vida de la ciudad de Roma”, finaliza la experta.