¿Por qué los choques entre talibanes e Irán pueden acabar en escalada?

  • La disputa entre Afganistán e Irán por las aguas del río Helmand enfrenta a los dos regímenes desde hace décadas

  • Un choque entre fuerzas talibanes y del régimen de los mulás a un lado y otro de la frontera dejó a finales del pasado mes de mayo varios muertos, la mayoría del lado iraní

El pasado 27 de mayo fuerzas de seguridad talibanes acabaron con la vida de dos soldados y un comandante iraní junto a la frontera entre los dos países. Desde Kabul se aseguró que un ciudadano afgano perdió también la vida como resultado del intercambio de fuego. Ambas partes acusaron a la otra de haber iniciado el suceso.

El incidente, lejos de ser un hecho aislado y accidental, pone en evidencia que las relaciones entre ambas autocracias son tensas -a pesar de la sintonía histórica de los mulás iraníes con los talibanes-, y que la situación puede escalar en los próximos tiempos. La razón de fondo: la disputa por los recursos hídricos en una región donde el agua escasea, lo que augura meses difíciles.

Afganistán e Irán comparten una frontera de 950 kilómetros, que ha sido escenario de choques reiterados a lo largo del tiempo. El enfrentamiento ocurrido en mayo pasado tuvo lugar entre la provincia suroccidental afgana de Nimroz y la iraní de Sistán y Baluchistán, situada en el sureste del país. Dos semidesérticos espacios geográficos ávidos de recursos hídricos.

A comienzos del pasado mes de mayo el presidente iraní, Ebrahim Raisi, había acusado a los talibanes –que, en una fulgurante operación militar, recuperaron el poder en agosto de 2021, dos décadas después de haber sido derrocados por las fuerzas de la Alianza Atlántica- de restringir deliberadamente el caudal del río Helmand.

El Helmand, con sus 1.150 kilómetros de curso, es el río más largo de Afganistán. Su desembocadura se sitúa en el lago Hamún, en la desértica divisoria entre los dos países, cuya mayor parte se encuentra en suelo iraní.

La alteración del curso del río y retención de aguas suponen, según las autoridades iraníes, una violación de un tratado que data de 1973 –y estipula que las autoridades de la República Islámica tienen derecho a 22 metros cúbicos de agua por segundo con la posibilidad que el caudal pueda ampliarse en cuatro metros cúbicos adicionales. No en vano, el acuerdo, que cumple medio siglo, fue la respuesta al conflicto generado por la construcción a lo largo de la década de los cincuenta de dos presas en el mismo río que ya restringieron su curso. Los problemas entre los dos países a propósito del agua vienen, por tanto, de antiguo.

“No dejaremos que los derechos de nuestra gente sean violados”, aseveró el presidente iraní el pasado 18 de mayo. Desde hace años Teherán acusa a Afganistán de esta práctica que Kabul niega reiteradamente. Pocos meses antes de la llegada de los talibanes al poder, en 2021, las autoridades afganas inauguraron en el curso del Helmand la presa de Kamal Khan. Su objetivo no es otro que estimular la agricultura en una región que vive fundamentalmente del contrabando y producir electricidad.  

Para el régimen de los ayatolás la existencia de la citada presa es la prueba evidente de que el río Helmand –también conocido como Hirmand- vierta menos agua en el lago que comparten ambos países. Según el enviado especial iraní destinado por Teherán para negociar la cuestión con Kabul, Irán sólo habría recibido “un 4% del agua acordada”. Para las autoridades talibanes si hay menos agua del lado iraní la causa no es otra que la falta de lluvias y el descenso natural de los cursos de agua. Desde hace años también, por su parte, las autoridades afganas protestan contra Teherán por el maltrato que sufren los refugiados y presos afganos en Irán.

Dos días después del incidente, las autoridades iraníes confirmaban negociaciones con los talibanes tras el cruce de fuego del fin de semana en la frontera y aseguraban que los problemas habían cesado. Tras admitir que hubo un enfrentamiento en la frontera protagonizado por los guardias fronterizos afganos, el ministro del Interior de la República Islámica pidió a las autoridades afganas que “si hay agua en las presas, los talibán deben dar a Irán su cuota. Si no, el asunto debe ser aclarado, dado que nuestros expertos consideran que hay agua en las presas aunque los talibanes digan que no es así”. El responsable gubernamental iraní instó a crear un comité conjunto para buscar una solución al problema. Por su parte, las autoridades afganas aseveraron “no querer luchar contra sus vecinos” y defendieron que el conflicto bilateral se supere “por vías diplomáticas”.

Sin reconocimiento oficial a los talibanes

Aunque la República Islámica y los talibanes han tenido buenas relaciones históricas –les une el rechazo a Estados Unidos-, desde Teherán se insistía hace menos de un mes que no entra en los planes del régimen iraní reconocer oficialmente a los talibanes (hasta ahora, camino de los años del regreso de los islamistas al poder en Kabul, ningún Estado lo ha hecho). “No reconoceremos a los actuales líderes de Afganistán e insistimos en la necesidad de establecer un gobierno inclusivo en Afganistán (…) Los talibanes son parte de la realidad afgana pero no todo Afganistán”, afirmó el ministro de Exteriores iraní, Amir Abdollahian, el pasado 25 de mayo en declaraciones recogidas por el medio anglófono Teheran Times.

Con todo, las relaciones entre los dos países, el pragmatismo se impone, seguirán existiendo. Ni los talibanes han obtenido el respaldo internacional deseado en los casi dos años desde su regreso al poder en Kabul ni a Teherán le conviene un enfrentamiento armado a gran escala con sus vecinos tras haber vivido semanas de turbulencias a raíz de la muerte en Teherán a mediados de septiembre del año pasado de la joven kurda Jina Mahsa Amini a manos de la policía del régimen. Las autoridades de la República Islámica temen un aumento del descontento en una región como Sistán y Baluchistán, donde ya se registraron manifestaciones de protesta tanto como consecuencia del fallecimiento de la estudiante como resultado de la escasez de agua y problemas de suministro eléctrico (así fue en 2021).

La prolongada sequía augura tensiones dentro de los propios dos países –en Afganistán la escasez hídrica ha agravado la hambruna que el país sufre desde hace casi dos años, una situación calificada por Naciones Unidas de “catástrofe humanitaria”- y en sus relaciones bilaterales. La presencia militar en la frontera se ha reforzado desde el incidente. La lucha por los recursos hídricos amenaza, en fin, la paz no sólo entre dos de los principales actores de Asia Central, también es una amenaza para amplias zonas de Oriente Medio y el norte de África y el Sahel. El agua ya está adquiriendo el protagonismo que en otro tiempo tuvieron la religión y el petróleo.