¿Está Israel a punto de reconocer el Sáhara Occidental como territorio soberano marroquí?
El líder de la Knéset insta al Gobierno israelí a reconocer próximamente la soberanía de Rabat sobre la antigua colonia española
Sería la culminación de un proceso que comenzó en diciembre de 2020 con el restablecimiento de relaciones diplomáticas
En las últimas tres semanas se han sucedido las visitas de representantes israelíes a Marruecos: tres ministros, el jefe del Consejo de Seguridad Nacional y el presidente del Parlamento
Desde mucho antes de que se produjera, en diciembre de 2020, el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Marruecos e Israel, los vínculos entre los dos países eran ya fuertes. En realidad, las relaciones han sido fluidas siempre entre Tel Aviv y Rabat, desde la misma independencia de la monarquía alauita, que coincide con los primeros años del moderno Estado de Israel. Todo apunta a que el siguiente paso en la relación, como recientemente ha anticipado el presidente de la Knéset, será el reconocimiento formal por parte del Estado de Israel de la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental.
La decisión no solucionará el largo conflicto, ni servirá para que ambas partes acepten un marco político ni dará un futuro de los saharauis que malviven en Tinduf. Pero sí servirá para reforzar la creciente alianza entre los países –que se ha desarrollado en varios ámbitos, desde el militar al de la inteligencia pasando por el energético o el cultural-, afianzar la presencia de Israel en el Magreb y ahondar en la imbricación de Marruecos en las dinámicas de Oriente Medio y el Golfo.
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El pasado 7 de junio, según medios israelíes, el jefe del Consejo de Seguridad Nacional Tzachi Hanegbi abordó en Marruecos con las autoridades locales –en una visita que, de acuerdo al diario Haaretz, no fue anunciada- cómo y cuándo se producirá el respaldo israelí a las pretensiones de Rabat sobre el Sáhara Occidental, que administra desde 1976.
La visita de Hanegbi coincidía con la del presidente del Parlamento israelí, Amir Ohana, quien abogaba en Rabat por el reconocimiento por parte del Gobierno de su país de la soberanía marroquí sobre la ex colonia española. “El Sáhara es marroquí. Hoy es un gran día, y el rey Mohamed VI es un gran hombre”, aseveraba desde la capital magrebí. No es la primera vez que desde el Gobierno israelí se manifiesta el apoyo a las pretensiones marroquíes sobre el territorio. Hace un año, en junio del año pasado, la ministra israelí de Justicia a la sazón, Ayelet Shaked, aseguró literalmente que “Israel confirma su apoyo a la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara”.
Del entusiasmo a la moderación estratégica
En un patrón que tampoco es nuevo, la relación entre Marruecos e Israel, aunque globalmente no ha dejado de estrecharse desde finales de 2020 –la normalización israelo-marroquí fue la parte del trato que correspondía al país norteafricano en la doble transacción de diciembre de 2020, reconocimiento estadounidense de la soberanía marroquí sobre el Sáhara y restablecimiento de relaciones entre Tel Aviv y Rabat-, no siempre lineal.´
Después de meses de entusiasmo –que sucedieron a un arranque prudente por parte de las autoridades marroquíes ante el temor del coste interno de una decisión impopular-, la relación entre Rabat y Tel Aviv ha entrado en una fase más templada. Rabat es consciente de que la cuestión palestina es altamente popular entre los marroquíes, y un asunto especialmente espinoso para los sectores islamistas.
No en vano, en un gesto poco habitual, el rey Mohamed VI intervino públicamente a mediados del pasado mes de marzo para desautorizar a la formación islamista Justicia y Desarrollo –el partido, que presume de su buena relación con Hamás, está desde 2021 en la oposición después de haber liderado el gobierno durante toda una década- por sus críticas a la normalización de relaciones entre Marruecos e Israel. Por si había dudas, el monarca dejó claro quién determina las relaciones exteriores: “La posición de Marruecos hacia la cuestión palestina es irreversible y constituye una de las prioridades de la política exterior de Su Majestad el Rey”, zanjaba el soberano alauita.
El ejemplo más concreto de que la luna de miel israelo-marroquí no está del todo exenta de aristas es el nuevo aplazamiento de la celebración de la conocida como II cumbre del Néguev, que toma su nombre del desierto israelí en que tuvo lugar la primera convocatoria, en marzo de 2022. Prevista inicialmente para enero pasado en territorio marroquí –los medios del país magrebí aseguraban que el escenario elegido era la ciudad de Dajla, en el Sáhara Occidental-, los convocantes, los países adheridos a los Acuerdos de Abraham –Emiratos, Marruecos, Bahréin y el propio Israel- más Jordania, Egipto y Estados Unidos, no han sido capaces de ponerse de acuerdo en el formato.
En este sentido, el siempre bien informado periodista del digital Axios Barak Ravid –reveló en exclusiva en febrero de 2020 que Israel empujaba a Administración Trump a reconocer la soberanía marroquí sobre el Sáhara para como condición indispensable para la normalización con Rabat- atribuye a Marruecos hasta cuatro aplazamientos de la cita.
La gran preocupación de Marruecos desde el comienzo de la nueva etapa en las relaciones con Israel no es otra que mantener un necesario equilibrio entre su alianza con Tel Aviv y seguir siendo apoyo a la causa palestina y tradicional puente entre ambas partes del conflicto. Siempre con la vista puesta en la reacción de la opinión pública local, muy sensible al sufrimiento de los palestinos desde hace décadas.
Aunque las razones nunca fueron confirmadas oficialmente por el Gobierno de Marruecos, medios regionales, también marroquíes, han apuntado sucesivamente a las ofensivas israelíes en Gaza y Cisjordania registradas durante el año o el anuncio por parte del Gobierno presidido por Benjamín Netanyahu de la construcción de 4.000 nuevas viviendas para colonos en territorio palestino como las razones que han empujado a Rabat a pedir el retraso de la celebración de un foro cuya denominación, la del Néguev, sería también para Marruecos “demasiado israelí”. Además, más de dos años y medio después del restablecimiento de relaciones oficiales, los dos países han sido aún incapaces de abrir sus respectivas embajadas, que a día de hoy siguen denominándose oficinas de enlace a pesar de que en varios momentos el paso parecía inminente.
Con todo, globalmente la relación entre los dos Estados seguirá esencialmente el camino trazado desde que se pasara el Rubicón de diciembre de 2020. En las últimas tres semanas hasta tres ministros israelíes han visitado Marruecos –los de Transporte, Interior y Sanidad e Innovación y Ciencia-, además de los citados presidente del Parlamento y jefe del Consejo de Seguridad Nacional.
En el horizonte, la aprobación de un acuerdo de libre comercio, que supondría un volumen comercial anual de mil millones de dólares “en dos o tres años”, según aseveraba el presidente de la Cámara de Comercio Israel-Marruecos en el digital oficialista marroquí Le360. A día de hoy los intercambios bilaterales siguen siendo modestos, en torno a los 180 millones de dólares en 2022.
El reconocimiento de la marroquinidad del Sáhara Occidental –como se refiere a la cuestión la prensa de Rabat- por parte de Israel ahondará necesariamente en la brecha entre los regímenes argelino y marroquí. Hará más difícil la conllevancia, empleando la expresión orteguiana, entre dos países que rompieron relaciones diplomáticas hace dos veranos y que han vivido momentos de alta tensión. Argelia denuncia una y otra vez tener a “la entidad sionista” en sus mismas fronteras y desde el mismo Marruecos los ministros israelíes denuncian que Argel y Teherán trabajan en una peligrosa alianza en tierras magrebíes. Tampoco está claro que un hito como el que los gobiernos de Israel y Marruecos podrían pronto alcanzar empuje a las principales potencias europeas a seguir el ejemplo.
No hay fecha, en fin, concreta aún para el anuncio del reconocimiento israelí, pero los especialistas en la relación bilateral entre Rabat y Tel Aviv saben que es cuestión de tiempo. Varias son las preguntas que, inevitablemente quedan en el aire y sin respuesta: ¿servirá este hito para mejorar la seguridad en el Magreb? ¿Tendrá repercusión un incremento de la tensión entre Marruecos y Argelia –que a día de hoy queda reflejada en una auténtica carrera armamentista- en la seguridad de España y la UE? ¿Comprometerá el nuevo escenario las relaciones entre el nuevo Gobierno de España con Marruecos y Argelia? ¿Tendrá la decisión consecuencias para la suerte de los saharauis?