Batalla campal en el Congreso de Bolivia. Una sesión sobre el encarcelamiento del principal líder opositor, Luis Camacho, detenido en diciembre y acusado de ser parte del derrocamiento del expresidente Evo Morales en 2019, ha acabado entre puñetazos, patadas y tirones de pelo.
Concretamente, en la sala el ministro del Interior, Eduardo del Castillo, presentaba ese día un informe sobre el encarcelamiento del líder opositor, respondiendo a un cuestionario de 11 preguntas que la oposición había preparado para que explicara los fundamentos legales de su arresto, que tuvo lugar el pasado 28 de diciembre.
Entonces, Luis Fernando Camacho era gobernador de la región de Santa Cruz, y su arresto provocó un notable malestar social. Se le acusaba de liderar lo que el Gobierno calificó como un golpe de Estado en 2019, algo que la oposición cuestiona, argumentando que esos actos fueron solo protestas que llevaron a la renuncia Evo Morales, entonces presidente.
Tras un estricto operativo, fue detenido y trasladado desde Santa Cruz hacia La Paz, donde un juez ordenó cuatro meses de detención preventiva para él, acusado de “terrorismo” por un caso de “golpe de Estado”.
Ese plazo terminó a finales de abril, pero su detención se amplió entonces cuatro meses más, lo que implica que Luis Camacho siga en prisión hasta al menos el mes de agosto.
En este escenario, durante la sesión en el Congreso, las respuestas del ministro de Interior sobre el arresto llegaban en un clima en el que la tensión no era menor, y sus palabras no hicieron sino encender todavía más la crispación.
Defendiendo la legalidad de la detención, cargó contra los parlamentarios de la coalición ‘Creemos’, el partido de Camacho, a los que calificó de “grupos radicales, ladrones, violentos que vinieron a robar la billetera del pueblo boliviano”.
En pleno discurso, todo terminó de estallar cuando un grupo de parlamentarias opositoras han sacado pancartas que un grupo de legisladoras oficialistas han querido arrebatarlas. Ha sido entonces cuando se ha desatado la pelea, dando legar a una violenta sesión en la que se han visto puñetazos, patadas y tirones de pelo entre un aluvión de insultos.
En esas pancartas, concretamente, se calificaba de preso político al líder opositor.