Sudán y la amenaza de una catástrofe regional
El conflicto bélico amenaza con desbordarse fuera de las fronteras sudanesas y causar una escalada en el conjunto del Cuerno de África, castigado desde hace décadas
Tres semanas después del estallido de las hostilidades entre el Ejército regular y los paramilitares más de 100.000 personas se han visto obligadas a abandonar suelo sudanés huyendo de la guerra
Las claves del conflicto en Sudán
Transcurridas tres semanas desde el inicio de las hostilidades entre las fuerzas del Ejército regular sudanés y las paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR) –constituidas en 2013 a partir de las milicias Janjaweed-, el conflicto bélico en Sudán ha dejado ya un balance de más de 500 muertos y de varios miles de heridos.
La guerra amenaza no sólo con echar por tierra definitivamente el proceso de transición democrática abierto en 2019, abrir en canal uno de los países más pobres de África y desatar una guerra total de naturaleza tribal, sino también con desbordar los límites fronterizos sudaneses y escalar a nivel regional en una zona del mundo especialmente castigada.
MÁS
Sudán, que se sitúa en una encrucijada estratégica entre el norte de África, el Cuerno de África, Oriente Medio y el océano Índico, limita con Egipto, Libia, Chad, República Centroafricana, Sudán del Sur, Etiopía y Eritrea.
El conflicto bélico y el hambre es una constante en los últimos años en Etiopía, Sudán del Sur y Somalia. A las consecuencias de la guerra hay que sumar las de la extrema sequía que convierte el agua en el más preciado de los recursos para centenares de millones de personas. En síntesis: el escenario más propicio para una crisis humanitaria regional.
Desde el comienzo de la guerra más de 100.000 personas se han visto obligadas a abandonar territorio sudanés para buscar refugio en sus vecinos y la situación está provocando ya una crisis humanitaria, según aseguraron responsables de Naciones Unidas este martes. Unas cifras que apenas marcan apenas el inicio de lo que podría ocurrir si se desatara una guerra a gran escala. Desde la Casa Blanca se instaba también este martes a las autoridades sudanesas a permitir a las organizaciones humanitarias acceder al terreno en auxilio de las víctimas.
Dos tercios de la población sudanesa dependen ya para su supervivencia de ayuda humanitaria llegada desde el exterior. Después de haber sufrido tres pérdidas humanas al comienzo del conflicto bélico en Darfur del Norte, los responsables del Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas anunciaron el lunes la vuelta a la actividad en las zonas más seguras de Sudán.
Una tragedia en ciernes para el Cuerno de África
“Si Sudán descendiera a la guerra civil entonces todo el Cuerno de África se vería afectado”, aseguraba a la cadena catarí Al Jazeera el asesor estratégico del think tank Sahan Research Matt Bryden. La misma advertencia la hacía el investigador de otro think tank, en este caso el británico Chatham House, Ahmed Soliman: “Hay una gran preocupación entre los líderes del Cuerno de África sobre la perspectiva de que el conflicto escale a nivel regional”.
Especialmente compleja es la situación en la extensa y castigada región de Darfur, al oeste de Sudán, donde en torno a 20.000 ciudadanos han huido ya a Chad, según datos de The Economist. Según el semanario británico con fecha del pasado día 27, los choques entre las fuerzas armadas sudanesas y los paramilitares de las FAR se han cobrado la vida de casi 200 personas y obligado a varios miles a abandonar sus domicilios.
El citado Chad, país que acoge a centenares de miles de sudaneses desde hace años, viene sufriendo en la última década los zarpazos del terrorismo de organizaciones como Boko Haram y el Estado Islámico.
Uno de los países más preocupados por la deriva que están tomando los acontecimientos en Sudán es el vecino del norte, Egipto. Su presidente, Abdel Fattah Al-Sisi, advertía este martes después de recibir en El Cairo a un representante del Ejército regular sudanés de que “toda la región puede verse afectada”.
“Las hostilidades en Sudán son contrarias a los intereses de Egipto porque fomentan la inestabilidad en su frontera sur (…) También limitan la capacidad de Egipto a la hora de contar con el apoyo de Sudán en la seria cuestión de la Gran Presa del Renacimiento Etíope [que Adís Abeba construye en el río Nilo], que afecta negativamente a las reservas de aguas de las que ambos dependen”, explica el director de Investigación y Análisis del Arab Center de Washington DC Imad K. Harb en declaraciones recogidas por el Italian Institute for International Political Studies.
Al Sisi es uno de los principales apoyos del líder supremo del Ejército sudanés, Abdel Fattah al Burhan, al tiempo que su protegido en Libia, el hombre fuerte del este del país magrebí, el general Haftar ha proporcionado ayuda a los paramilitares de las FAR en los últimos tiempos. Por su parte, Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos –que anunció el pasado mes de diciembre una inversión de 6.000 millones de dólares para la construcción de un puerto en el mar Rojo- han tejido una buena relación con los paramilitares. Entretanto, Rusia y su Grupo Wagner –Moscú ansía construir una base militar en Puerto Sudán- y China acechan aprovechando río revuelto.
Varios ejemplos que demuestran que Sudán no escapa a la intrincada red de intereses, a menudo aparentemente contradictorios, y conflictos por interposición que enmarañan el conjunto de la región, y de que la guerra puede convertir en un escenario más de esa batalla entre las potencias regionales. En este sentido la Unión Africana advirtió desde el comienzo de los enfrentamientos contra las injerencias externas en el conflicto sudanés.
El mismo nivel de preocupación del dictador egipcio con el conflicto bélico en sus fronteras y la Unión Africana es el que tienen los líderes de los países de la Autoridad Intergubernamental para el Desarrollo (IGAD por sus siglas en inglés): Eritrea, Yibuti, Etiopía, Kenia, Somalia, Sudán del Sur y Uganda, además de Sudán. El pasado domingo sus jefes de Estado instaron al “fin inmediato de las hostilidades” admitiendo su incapacidad de ofrecer una mediación efectiva entre las partes.
Repunte de la violencia en el Sahel
Si la situación en el Cuerno de África amenaza con escalar en las próximas semanas, no mucho mejor es en el otro extremo, el occidental, de la franja saheliana. La violencia de organizaciones yihadistas afiliadas al Estado Islámico del Gran Sahara y Al Qaeda en el Magreb Islámico repunta en los últimos meses en países como Burkina Faso y Mali aprovechando la fragilidad de las autoridades estatales de la región y el fracaso continuado de las estrategias de seguridad y de desarrollo implementadas por los países de la OTAN.
El escenario es igualmente amenazante para otros países del África occidental como Senegal, Níger, Ghana y Costa de Marfil. Un Sudán en guerra será terreno fértil para las redes de traficantes de armas que operan desde hace años a través de las porosas fronteras de los Estados de la región.
Este mismo martes llegaba, con todo, algo de esperanza al escenario sudanés: las partes se comprometían, según anunció en un comunicado el Ministerio de Exteriores del vecino Sudán del Sur, a cumplir con un alto el fuego de siete días a partir de este jueves. Lo ocurrido desde el pasado 13 de abril aconseja cautela, pues hasta ahora cada anuncio de cese de las hostilidades ha venido acompañado por enfrentamientos encarnizados en las calles de las principales ciudades sudanesas.
Ninguno de los dos bandos, ni el liderado por el presidente del Consejo Supremo de Sudán, el general Abdel Fattah al Burhan, ni el que comanda el líder de las FAR y subalterno suyo Mohamed Hamdan Dagalo alias Hemedti, ha mostrado hasta ahora otro deseo que derrotar a su rival y asumir todo el poder (a pesar de que ambos hombres fuertes hicieron frente común desde el levantamiento pro democrático y la caída de Omar el Bachir en 2019 han sido incapaces de ponerse de acuerdo fundamentalmente en el proceso de integración de los paramilitares en el seno de las fuerzas armadas regulares).
La guerra en Sudán amenaza con prolongarse como tantos conflictos larvados en la región. El llamado del secretario general de Naciones Unidas António Guterres al Consejo de Seguridad a finales del mes pasado a evitar que Sudán “descienda a los abismos” sigue sin hallar respuesta. En un reciente artículo en la revista Foreign Policy, el especialista del Royal United Services Institute de Londres Folahanmi Aina afirmaba que “lograr el final del conflicto requerirá un proceso de paz libre de confrontación militar. Ambas partes deben comprometerse al marco de acuerdo que debió haberse firmado el 1 de abril; una tarea difícil pero no imposible. La prolongación de los enfrentamientos sólo conducirá a la inestabilidad regional, a la liquidación de los logros democráticos y a poner en peligro amplias zonas de África”.