No ha dejado a Silvio Berlusconi solo un momento y la prensa italiana hace tiempo que dice que es ella quien gestiona las filtraciones de información, lo que se tiene que saber y lo que no. Esta función de filtro ha sido especialmente importante durante este mes crítico para el ex Cavaliere en el que ha estado ingresado en el hospital San Raffaele de Milán por un problema respiratorio derivado de una leucemia crónica diagnosticada hace tiempo. En este mes donde sus hijos y su hermano Paolo han interaccionado mínimamente con la prensa, que acampaba a las puertas del hospital de Milán, parece que el verdadero control lo tenía ella, Marta Fascina (con la sílaba tónica en la cì), de 33 años, la diputada con más ausencias en el Parlamento de la historia y la novia -54 años menor-, no esposa porque nunca se casaron de forma oficial, de Silvio Berlusconi. Para la gran mayoría aún es una gran incógnita.
Sobre ella se sabe muy poco, no habla directamente con la prensa, no concede entrevistas, hace escasos comentarios políticos, algunos la definen taciturna. Acercarse es imposible en cualquier intercambio entre periodistas y políticos en los pasillos de la Cámara o a las afueras de la sede de Montecitorio. Muchos la describen como un personaje antagónico a Francesca Pascale, pareja precedente de Berlusconi, que se casó hace unos meses con una mujer, y que destacaba por su fuerte personalidad. Fascina es todo discreción, sus pocas apariciones públicas son en muchas ocasiones detrás de Berlusconi, a un paso, su semblante es siempre serio, su pelo rubio casi blanco, casi siempre recogido en una larga coleta. Nacida en Calabria, vivió siempre en Portici, al lado de Nápoles y su padre, al que Berlusconi llama “papá” a pesar de ser 25 años mayor, es de Salerno. Allí comenzó su militancia en Forza Italia. Luego se mudó al norte para trabajar en el departamento de comunicación del Milan, su equipo de fútbol de siempre, a pesar de haber nacido en un ambiente napolitano, donde la contraposición no es solo en el calcio.
Allí fue donde se empapó de la atmósfera milanesa, el escenario por excelencia de todo lo que rodea a Berlusconi: fútbol y política, la región de Lombardía es el feudo de Forza Italia. Comienza a relacionarse con el entorno más cercano del ex primer ministro, a frecuentar su casa de Arcore, donde solo los más importantes para Berlusconi entran. Allí se hace su sitio. En las elecciones de 2018, candidata en un colegio electoral con una victoria garantizada, es elegida por primera vez como parlamentaria entrando ya con una cierta protección. En aquella primera legislatura se le ve poco. Tiene una columna en uno de los periódicos propiedad del ex cavaliere, Il Giornale, donde incluye algunas valoraciones sobre el partido, también citas de algunos filósofos, apelando a sus estudios en Letras y Filosofía. Su perfil se vuelve relevante para la prensa cuando Berlusconi se deja con Pascale, sus palabras, ahí, comienzan a ser observadas con lupa.
Esta es su segunda legislatura como parlamentaria, es secretaria de la Comisión de Defensa de la Cámara de los Diputados italiana, pero en dos legislaturas, esta de solo seis meses, ha presentado solo dos propuestas de ley. Su espacio parece estar, sin embargo, en otras reuniones mucho más importantes, las decisivas dentro del partido, en las que se encuentra habitualmente. El inicio de la relación con Berlusconi se remonta a 2020, la boda, que en realidad no fue legal, solo la fiesta con ella vestida de blanco y una tarta nupcial, se celebró a mediados de 2022, hace poco más de un año. Su influencia ha sido fundamental en estos últimos tiempos donde el centro derecha ha llegado al Gobierno. En un equilibrio que parece tener el beneplácito del ex Cavaliere: su hija mayor, Marina Berlusconi, gestionaría los aspectos más vinculados a la familia y a nivel empresarial, por otro lado, Fascina, con la ayuda del vicepresidente y ahora ministro de Exteriores Antonio Tajani, mueve los hilos de la política.
En los últimos meses es artífice de algunos movimientos en Forza Italia de importancia, ha acercado a algunos amigos de toda la vida al partido, le ha llevado a Berlusconi a gente de confianza. Antagonista, dicen los cronistas políticos de la prensa italiana, de Lizia Ronzulli, la ex enfermera y líder de Forza Italia en su feudo, la Lombardía, que movió los hilos del partido durante un tiempo, además de enemiga de Meloni. Fascina llegó hace unos meses con la intención de reforzar la coalición de derechas, o sea, de acercarse a la premier y a la relación con Hermanos de Italia, también en previsión de cuál será el futuro de Forza Italia y hacia que lado girará de cara a un nuevo liderato, especialmente tras los duros achaques de salud de Berlusconi.
Fiel compañera no solo en este largo mes en el Hospital San Raffaele de Milán, sino en otros baches de salud precedentes que han puesto en alerta a la opinión pública sobre la salud de Berlusconi. La protección que el político ha podido ofrecer a Fascina parece ahora que ahora es precisamente al revés. La joven protege al líder de las críticas que llegan desde el propio partido, puso en el punto de mira hace meses la salida de Forza Italia del ex ministro de la Administración Pública del Gobierno Draghi, Renato Bruneta, y no duda en hacerlo, dice la prensa italiana, ante cualquier incendio político. Una muralla que protege políticamente, y también en lo humano, desde la intimidad, a Berlusconi, que tiene ahora nombre de mujer.