Narendra Modi se desliza sin frenos hacia el autoritarismo en India

  • El líder de la oposición, Rahul Gandhi, ha sido condenado a dos años de cárcel y ocho de inhabilitación antes de las elecciones de 2024

  • Criticar al primer ministro le ha costado una condena por difamación; es el último de una larga lista de opositores perseguidos

  • Periodistas, activistas, grupos de reflexión y otros políticos combinan sus críticas con el temor a ser silenciados por Modi

Pronunciar el apellido ‘Modi’ en vano le podría costar a Rahul Gandhi, líder de la oposición de la India, dos años de cárcel. Por lo pronto, ya ha sido expulsado del Parlamento y Narendra Modi se ha quitado de encima a uno de sus rivales más francos. El líder del Partido del Congreso ha sido condenado por un tribunal del Estado de Guyarat, el feudo histórico del primer ministro, por un caso de difamación tras este comentario realizado durante un mitin electoral en 2019: 

“¿Por qué todos estos ladrones tienen Modi como apellido? Nirav Modi, Lalit Modi, Narendra Modi…”, expresó. 

Comparar al presidente de la nación con un magnate de diamantes furtivo de la justicia y con un mandamás del mundo del deporte acusado de corrupto ha sido suficiente para que el peso de la ley caiga sobre él. El tribunal ha suspendido la condena de Gandhi durante 30 días y le ha concedido la libertad bajo fianza para que pueda apelar ante una corte superior. Su acta de diputado, en cambio, ha sido revocada y será inhabilitado durante la duración de la condena y otros seis años más. 

La formación política que lideraba Gandhi tiene 52 escaños en la cámara baja del Parlamento -menos de un 10 por ciento- y el político se ha convertido en la última víctima de una cruzada contra los críticos con el presidente de la India. La sentencia ha provocado el estupor entre los contrarios a Modi, especialmente porque en 2024 se celebrarán las elecciones generales y de ser ratificada la condena, el encarcelamiento de Gandhi -que no podrá presentarse- serviría para allanar el camino del presidente no sólo hacia la previsible victoria, sino para tener un control legislativo todavía mayor. 

Gandhi, la voz más contraria a Modi

Uno de los objetivos que Gandhi había dejado patentes en la cámara baja antes de ser inhabilitado ha sido el de solicitar que una comisión parlamentaria mixta investigue el caso contra el Grupo Adani y su fundador, Gautam Adani, sobre quien pesa una acusación de manipulación de acciones y fraude contable. Los lazos entre el empresario y Modi se remontan a hace décadas y la oposición ha deslizado comentarios durante las últimas semanas en los que pone en tela de juicio al primer ministro. Le reclaman que cuente “la verdad” sobre su vínculo. Gandhi ha sido una de las voces más incisivas con este asunto e incluso llegó a mostrar en el Parlamento fotos de ambos en el avión privado de Adani cuando el político ganó las elecciones de 2014.

“Antes, Modi viajaba en el avión de Adani y ahora Adani viaja en el avión de Modi”, esgrimió Gandhi durante una sesión parlamentaria celebrada en febrero mientras sostenía unas fotos en las que aparecen ambos en el interior del avión. “¿Cuánto dinero ha donado Adani al BJP (Partido Popular Indio que lidera Modi) en los últimos 20 años?”. Ninguna de estas cuestiones encontró respuesta el mes pasado y las preguntas que se pronuncien al respecto en el futuro ya no saldrán de la boca de Gandhi, a no ser que el fallo de una instancia superior contradiga su condena.   

Ésta y otras acciones que se están sucediendo en el país contra aquellos que critiquen a Modi hacen temer que el mandatario indio esté oscilando más aún hacia una forma de gobierno autoritaria. Sus opositores le acusan de usar la ley para acallar a sus oponentes, entre los que se incluyen políticos, periodistas, grupos mediáticos y organizaciones sin ánimo de lucro. Sobran los ejemplos.

Juicio contra su opositor en Nueva Delhi

A finales de febrero, las autoridades indias detuvieron a un alto dirigente de otro partido de la oposición. Manish Sisodia era -hasta su reciente dimisión- el principal dirigente del Partido Aam Aadmi (AAP) y viceministro en Nueva Delhi, la capital del país, un escenario en el que se han desarrollado varias disputas de poder por la gobernanza local. Acusado de corrupción por la Oficina Central de Investigación -agencia federal que trabaja bajo el paraguas de Modi-, Sisodia se ha declarado inocente y niega de manera categórica los cargos que pesan contra él. Afirma, además, que su acusación tiene una motivación política. Precisamente, el AAP fue un movimiento que surgió en 2013 y triunfó gracias a su posicionamiento anticorrupción y como alternativa al BJP. Su éxito en la esfera local ha afianzado a esta formación política que fue capaz de ganar cinco escaños -13 por ciento de los votos- en las elecciones estatales de Guyarat y que ha luchado codo con codo con el BJP en las municipales de Nueva Delhi, donde AAP logró la mayoría. Analistas indios ponen en cuestión la credibilidad de Modi y algunos apuntan a que ha encontrado un pretexto para eliminar a un adversario político, tal y como ha hecho con Gandhi. 

El mundo del periodismo también ha experimentado lo que sucede cuando se critica a Modi. El mes pasado, agentes fiscales indios realizaron registros en las oficinas de la BBC en Nueva Delhi y Bombay. La orden llegó apenas unas semanas después de que la cadena televisiva británica emitiera un documental que criticó el trato del primer ministro con la minoría musulmana. Modi y su partido son de corte conservador y nacionalista, un aspecto que, según los analistas, ha alimentado el racismo de los hindúes más extremistas contra los musulmanes. El documental echa un vistazo al rol del máximo mandatario indio en un sangriento episodio de violencia ocurrido en 2002 en Guyarat. La muerte en 2002 de 60 peregrinos hindúes tras el incendio en un tren provocó que los partidarios de Modi culparan a los grupos musulmanes, entre los que fallecieron más de mil personas y decenas de miles perdieron sus hogares. 

Periodistas encarcelados 

En 2022, siete periodistas indios fueron encarcelados, todos son musulmanes. Otro más está entre rejas en Cachemira desde hace tan sólo una semana, acusado de “financiar a terroristas”. En 2019, el Gobierno comenzó su cruzada contra la libertad de prensa y desde entonces está usando la represión contra cualquier voz o movimiento que manche la reputación de Modi. Esto también se extiende a grupos de derechos humanos y grupos de reflexión (think tanks), quienes denuncian que a los críticos se les encarcela injustamente y son sometidos al “laberinto” de un sistema judicial “interminable”. De cara al exterior, Modi defiende “la protección de la libertad de expresión” y garantiza “un panorama mediático libre e independiente”. Sin embargo, sus acciones no se corresponden a sus palabras. Un ejemplo es la campaña de promoción de la reunión prevista para septiembre del G-20, donde aparece la imagen de Modi y el mensaje de que India es la “madre de toda democracia”.