Esta semana aparecía el último informe del World Happiness Report (WHR), el Informe de Felicidad en el Mundo. Para los finlandeses este informe es motivo de orgullo patrio. ¿Es posible autodefinirse como el país más feliz del mundo con el mayor porcentaje de jóvenes que mueren por sobredosis de drogas de Europa?. La respuesta es sí.
Finlandia y sus algo más de cinco millones y medio de habitantes figuran desde hace años en lo más alto del ranking que establece dicho documento, elaborado por expertos a partir de datos de encuestas internacionales recogidos la empresa estadounidense de consultoría internacional Gallup. “Finlandia continúa ocupando el primer puesto, por sexto año consecutivo, con un resultado que es significativamente superior al de otros países”, señalan los responsables del último estudio sobre la felicidad en el mundo.
En el podio de la clasificación que establece dicho documento, siguen a Finlandia otros dos países nórdicos: Dinamarca e Islandia. España figura en el 32º puesto de un listado que abarca 137 naciones. Afganistán es el país menos feliz, según las cuentas del WHR.
En realidad, los finlandeses, en vista de dicho documento, son los que más felices se sienten. Las medidas del WHR atienden mayormente a cómo se evalúa la vida y cómo se vive emocionalmente en los países que figuran en el citado informe.
Esos sentimientos, por lo visto, no tienen en consideración otras realidades más sombrías que por lo visto nadie parece tener mente en Finlandia cuando se responde a los entrevistadores de Gallup. Pero lo cierto es que el país “más feliz del mundo”, también alberga severos dramas sociales. Uno de ellos es el que afecta a los jóvenes que han caído presa de la droga.
Según datos del último Informe Europeo sobre Drogas, con datos de 2022, el 30% de los fallecidos en Finlandia por consumo de drogas tenían 25 años o menos edad. En 2021, según datos oficiales finlandeses, perdieron la vida 287 personas en muertes relacionadas con el uso de drogas. Nunca hubo tantas muertes por ese motivo en el país desde que comenzaron a contarse estos fallecimientos, en 2006.
Son los menores, sin embargo, los que desde hace años son protagonistas de la preocupación de las autoridades del país. En los últimos años, según constaban ya en 2021 en la Policía de Finlandia, “los delitos cometidos por menores y jóvenes que consumen habitualmente drogas está creciendo rápidamente”, algo asociado a las estadísticas que dan cuenta de que el “uso de drogas está aumentando en todos los grupos de edad, también en los menores y jóvenes”.
Organizaciones como a Asociación sobre Salud Mental y Abuso de Sustancias (SAMHA), en Helsinki, o las que abarca el paraguas del Lazo Azul Finlandés, que reúne a un centenar de agrupaciones que se ocupan de ayudar a personas en dificultad por toda la geografía del país, también constatan el problema que representan los más jóvenes frente a las drogas.
El perfil de la típica víctima joven de sobredosis de droga que perfila para NIUS Tuukka Taami, sociólogo e investigador en el Instituto Finlandés para la Salud y Seguridad Social además docente en las universidades de Tempere y Helsinki, es alguien de 25 o menos años marginal, de escasa o nula educación. Algo sorprendente en el país que se supone cuenta con la mejor educación del mundo en los rankings internacionales y en donde raramente aparece la "marginalidad" en uno de los países más orgullosos de una mayor cobertura social y universal tanto de servicios públicos sociales como de educación y sanitarios y, normalmente puesto como ejemplo en el resto de Europa.
Este investigador explica que estos jóvenes marginales han caído en “los mismos hábitos que la generación precedente”. A saber, ser consumidores de un “cóctel” de drogas particularmente letal y al que se responsabiliza de dos tercios de las muertes por drogas que se registran en el país.
“Hablamos de un consumo, mayormente de opiáceos como la buprenorfina, que se comercializa bajo los nombres Subutex o Suboxone y que se trata de un opiáceo sintético usado en tratamientos para personas dependientes de opiáceos, aunque, y esto es algo único en el caso de Finlandia, se usa como droga inyectada en las calles”, explica Tammi.
“Lo que hacen es machacar los comprimidos y prepararlos para inyectarlos. Si sólo hicieran eso, sería algo más o menos seguro, no causaría sobredosis instantáneas como la heroína o el fentanilo [otro opiáceo sintético, ndlr.]. Sin embargo, lo que ocurre es que se mezcla la buprenorfina con otras sustancias, como la benzodiazepina y el alcohol”, abunda este experto.
La mezcla de esas sustancias, según su descripción, “es muy peligrosa porque no causa sobredosis instantáneas, sino que, típicamente, se usan durante cierto tiempo y luego, un día, al ir a dormir, la persona no vuelve a despertar”. “Es una muerte lenta, más difícil de prevenir que una sobredosis instantánea, en la que ves que la persona colapsa y deja de respirar”, según Tammi.
La raíz del problema del abuso de estas sustancias tiene que ver, sobre todo, con la alta disponibilidad de la buprenorfina en las calles finlandesas. Ese opiáceo sintético ha sustituido a la heroína desde principios de este siglo, según datos de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes, un organismo independiente levantado en 1968 responsable de, entre otras cosas, controlar los tratados internacionales sobre estupefacientes.
La presencia en las calles de la buprenorfina como sustituto de la heroína como droga en las calles tiene que ver con “el inicio de los tratamientos de sustitución a gran escala, hace unos 25 años o así, en los que los médicos empezaron a recetar grandes cantidades de este Subutex a los usuarios y, además, hubo mucho tráfico de esta sustancia”, cuenta Tammi, desde la Universidad de Helsinki. “Así es como pudo establecerse el mercado”, añade.
Que los jóvenes marginales con poco o ningún acceso a la educación de Finlandia sean las principales víctimas de esta cara de lo que se ha llamado internacionalmente “crisis de los opioides” en este país nórdico de envidiada “felicidad” tiene que ver no sólo con el “relevo generacional” de las nuevas generaciones de drogodependientes que evoca Tammi.
También hay decisiones de las autoridades que parecen perjudicar a este grupo de población. Los jóvenes son considerados, en general, menos aptos para los tratamientos de substitución de las drogas que se han hecho dependientes para poder salir de su aducción. De entrada, en Finlandia, son pocos los sometidos a este tipo de tratamientos, puestos en marcha para personas con adicción a opiáceos. Sólo un 20% de personas adictas a estas sustancias reciben un tratamiento así, mientras que en Suecia el porcentaje es del 70%, según han recogido en la cadena de televisión europea Euronews.
“El porcentaje de personas que reciben ese tratamiento de sustitución es particularmente bajo en el caso de los jóvenes en Finlandia. Debe haber razones ideológicas detrás de esto, han de pensar que no conviene comenzar con estos tratamientos, de los que se esperan resultados a largo plazo, porque los jóvenes pueden beneficiarse de tratamientos más basados en la abstinencia y no en la sustitución”, explica Tammi.
Desde un punto de vista ideológico, también, parecen estar divida la clase política respecto al daño social que causan las drogas. Finlandia, gobernada por la socialdemócrata Sunna Marin, que dirige un Gabinete que integran cinco partidos. Entre esas formaciones, las hay, como ocurre con la izquierdista Alianza de la Izquierda, formación que controla la Cartera de Asuntos Sociales y Salud, que apuestan por la despenalización de las drogas.
Pero una medida así no es algo que vea del todo con buenos ojos Marin, sus socialdemócratas, y otros partidos de la coalición del Ejecutivo, como el Partido de Centro, segunda formación más relevante de la alianza gubernamental. Cuestiones como la despenalización de las drogas, sin embargo, parecen que el país tendrá que plantearse más temprano que tarde.
La última estrategia nacional sobre las dogas de Finlandia data de 1997. La filosofía de dicho documento es “prohibicionista”, según precisan en el Instituto Finlandés para la Salud y la Seguridad Social. “El documento es ya algo viejo, tiene que ser renovado, pero no es un mal documento, aunque haya un par de detalles que convenga cambiar, como priorizar los aspectos sociales y de salud en lugar de los relativos al control y respeto de la ley”, señala Tammi, el investigador de la Universidad de Helsinki.
En su opinión, el país haría bien en despenalizar las drogas. “Eso haría que la gente fuera más a lugares donde recibir ayuda y apoyo, haciendo más fácil la reducción de los daños que causan las drogas”, comenta Tammi. La actual situación de prohibición, conviene en afirmar Tammi, refuerza la marginación de los drogodependientes, incluidos los más jóvenes.