La guerra será larga porque, obviando el arma nuclear rusa, nadie tiene una superioridad militar clara y el apoyo occidental a Ucrania le llega justo para sostener las líneas del frente, no por ahora para avanzar y expulsar a las tropas rusas de su territorio. Una guerra de la envergadura de la actual genera consecuencias masivas para Europa, que por ahora supo sortear pero principalmente con medidas de urgencia y a corto plazo. El segundo año debe ser, opinan fuentes diplomáticas europeas, el que debe estructurar el apoyo y poner las bases para sostenerlo en el tiempo mientras se mantiene una unidad europea siempre frágil pero que por ahora resiste.
Bruselas y las capitales nacionales europeas repiten que Ucrania tendrá todo el apoyo necesario todo el tiempo que lo necesite, pero las dudas no se disipan porque el coste económico, en vidas humanas y en material militar es el mayor de un conflicto en Europa desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Las estimaciones hablan de que las víctimas militares rusas y ucranianas superan en un año de guerra a todas las que hubo en las guerras de los Balcanes de los años 90 del pasado siglo. Si a esos números se suman los civiles ya estamos ante la peor carnicería humana en Europa en 80 años.
Las instituciones europeas se central en varias aspectos básicos entrados en el segundo año de guerra: la financiación del Estado ucraniano, el apoyo militar occidental a Kiev, las consecuencias económicas en Europa y los movimientos humanos que genera el conflicto. Bruselas calcula que en un año ha puesto más de 50.000 millones de euros para Ucrania si sumamos transferencias de urgencia, el coste del armamento enviado y sobre todo préstamos para sostener a un país que está siendo económicamente destrozado y cuya prioridad ahora no es ajustar cuentas sino ganar una guerra contra una superpotencia nuclear.
La Comisión Europea nunca propuso un mecanismo de apoyo financiera a Ucrania que fuera permanente o al menos a medio plazo, algún instrumento organizado que permitiera al Ejecutivo europeo ir decidiendo sin que cada ayuda fuera decidida por los 27 tras reuniones de embajadores y ministros. Y aunque Ucrania todavía consigue apoyo del FMI en forma de créditos, el apoyo europeo seguirá siendo esencial.
La ayuda militar empieza a ser un quebradero de cabeza. Si las grandes armas sobran en los arsenales europeos (tanques y en parte artillería), no sobra munición. Tanto la Comisión Europea como la OTAN reconocen ya que el ritmo de gasto de munición de Ucrania es superior al ritmo al que pueden producir las industrias de Defensa europeas (incluso sumando a las estadounidenses). La diplomacia europea ha intentado sin éxito que países del sur (por ejemplo en América Latina) aceptaran vender parte de sus arsenales de municiones, pero ninguno aceptó. La producción debe dispararse y la gran apuesta de Bruselas es por ahora replicar el mecanismo que permitió comprar miles de millones de dosis de las vacunas contra el covid-19. La Comisión Europea negociaría compras conjuntas de munición (principalmente de artillería) con las empresas de armamento y les garantizaría niveles de precios y volúmenes de compras.
Los gobiernos de los 27 comprarían después a la Comisión para rellenar sus arsenales tras enviar lo que tengan ahora a Kiev o para que fuera a Ucrania directamente. La idea es incluso de dudosa legalidad porque llevaría a que se usaran fondos europeos directamente para comprar armas (algo que prohíben los tratados) pero Bruselas busca el encaje legal que le permita hacerlo.
La tercera duda es el impacto económico de la guerra en Europa y su variante en forma de crisis de precios energéticos. La Unión Europea evitó la recesión en el último trimestre del año pasado y las previsiones de la Comisión Europea dicen que la evitará este año. También hay buenas previsiones para el empleo (en su menor nivel desde la creación del euro) y para la inflación, que debería seguir moderándose, pero hay efectos negativos.
La industria europea pierde competitividad por la subida de los precios de la energía. Y aunque los gobiernos europeos y las instituciones comunitarias consiguieron tanto el nivel de ahorro de gas natural exigido (un 15% menos con respecto a la media de los cinco años anteriores) como suministros suficientes, todavía deben estabilizar el mercado mayorista del gas. La fuga de industrias buscando mejores subvenciones (a Estados Unidos) puede empezar y ya aparecen los primeros avisos, como el anuncio de Tesla de que abandona la idea de construir una megafactoría de baterías en Alemania que finalmente hará en territorio estadounidense.
El lado humano del conflicto (14 millones de desplazados entre los internos y los que buscaron refugio en el extranjero) supone por ahora la llegada de más de cuatro millones de ucranianos a la Unión Europea. La Comisión Europea reaccionó a corto plazo activando la norma (no lo hizo en 2015 con los sirios, que eran cuatro veces menos, vaya usted a saber por qué) que permite otorgar protección temporal a un grupo en bloque. Era la única forma de llegar a todos porque los trámites de asilo de forma individual eran administrativamente imposibles de gestionar ante tal flujo de personas en tan poco tiempo. Ese estatus de protección puede alargarse, pero los gobiernos deben empezar a responder a solicitudes de asilo corrientes que deberían dar a esos más de cuatro millones de personas el derecho de residencia permanente como refugiados.
Más allá de la coordinación de los 27, el Alto Representante Josep Borrell debe empezar a gestionar el papel europeo en un escenario internacional en el que socios europeos como Brasil ven adecuado un alto el fuego que congele el conflicto, y con él la ocupación rusa. También a propuestas de paz como la China, aunque su recorrido parece limitado si Moscú no acepta salir del territorio ucraniano.
Oficialmente la postura europea es la de defender a Ucrania hasta que Kiev considere que se dan las condiciones para negociar. Y nada parece indicar que Europa vaya a apoyar un plan de paz que conlleve la cesión de territorios. El precedente pondría patas arriba toda la estructura de seguridad europea de los últimos 30 años.
Los 27 deben también, con presidencia semestral sueca y española este año, ir perfilando qué respuesta darán a la exigencia del presidente Volodimir Zelensky de que se negocie la adhesión de Ucrania a toda velocidad para que el país sea miembro de pleno derecho de la Unión Europea en 2024 ó 2025, algo que los procedimientos normales hacen imposible. Los dirigentes europeos repiten que “Ucrania es Europa”, pero en la última cumbre en Bruselas, ante Zelensky, nadie comprometió su palabra para una adhesión exprés. Si la entrada en un par de años no se contempla, sí debe empezar a perfilarse si Kiev puede aspirar a entrar a finales de esta década o si su proceso será el ordinario y podría durar hasta finales de la siguiente o más allá.