Autocensura occidental y concesiones a China: ¿la revolución cultural del siglo XXI?
Disney elimina una escena de Los Simpson en su plataforma digital de Hong Kong donde se bromea con los trabajo forzados
La autocensura es cada vez mayor entre las grandes productoras de Hollywood en su afán por conquistar el mercado chino
Crece el temor a que las concesiones del mundo del entretenimiento al Partido Comunista ayuden a extender la propaganda
La tijera de la censura en China es tan eficaz que obra incluso sin proceder. Es tal la magnitud de este mercado de 1.411 millones de potenciales consumidores que para empresas de todos los sectores, incluido el del entretenimiento, es más conveniente llevar anteojeras que perder el rumbo marcado por los jugosos beneficios. Se convierte casi en una obligación pasar de largo en asuntos relativos a los derechos humanos con tal de no encontrar las cosquillas al Gobierno chino, por eso, la autocensura suele ser la vía más sencilla de operar sin despertar al gigante asiático. El último episodio es de Los Simpson, se llama ‘Una Lisa enfadada’ y si en el resto del mundo tiene una duración de 21 minutos y 39 segundos, en Hong Kong no pasa de los 21 minutos y pocos segundos.
Ha sido la propia compañía, Disney, la que, según AP, ha eliminado una escena que no comulga con lo que el Partido Comunista espera del contenido que viene del extranjero, especialmente de Estados Unidos. Se trata del segundo capítulo de la trigesimocuarta temporada y el personaje de Marge (la madre) está tomando una clase virtual de spinning desde su casa en la que el instructor la invita a través de la pantalla a pasear virtualmente por la Gran Muralla China. Se oye música tradicional y el guía, con la icónica construcción de fondo, comenta: “contemplad las maravillas de China. Minas de bitcoin y campos de trabajos forzados donde los niños fabrican celulares inteligentes”.
MÁS
Ante la dificultad de imaginarse a Xi Jinping riéndole la broma a los guionistas de este éxito mundial creado por Matt Groening, los directivos de Disney prefirieron acortar el episodio en lugar de cavar su propia tumba. Mientras no hiera la sensibilidad nacionalista china, las películas del coloso del entretenimiento tienen cabida, especialmente porque el contenido juvenil y para niños es más fácil de encajar. Sin ir más lejos, el estreno en 2019 de ‘Vengadores: Endgame’ recaudó 280 millones de euros en taquilla sólo en cinco días. Además, Disney cuenta con dos parques temáticos, uno de Shanghai y otro en Hong Kong. No es fácil para el capital extranjero acceder a un mercado tan codiciado, especialmente porque la normativa china prohíbe la inversión directa en televisión o en servicios streaming a las empresas del exterior, además, la cuota límite de filmes extranjeros es de 34 películas. La copropiedad con capital nacional es necesaria, tal y como ocurrió en ambos parques temáticos: la empresa nacional Shanghai ShenDi se hizo con el 57 por ciento de la propiedad del ubicado en el centro financiero de China, mientras que el Gobierno de Hong Kong es propietario de un 53 por ciento del parque situado en la ciudad semi autónoma.
Disney, a través de su plataforma online, Disney+, no se la juega y hace dos años ya eliminó un episodio completo de Los Simpson por una broma sobre la revuelta estudiantil en la Plaza de Tiananmen. El capítulo muestra a la familia Simpson durante un viaje a China. Una de las escenas más sensibles es cuando llegan a la plaza, donde en 1989 se produjo una masacre en la que el Ejército de Liberación Popular (ELP) asesinó a un número indeterminado de manifestantes (las estimaciones rondan de los 200 a los miles de civiles fallecidos), allí encuentran una placa en la que se puede leer: “En este sitio, en 1989, no pasó nada”. Además, la familia visita los restos momificados de Mao Zedong y se topan con una hilera tanques en la que los guionistas hicieron referencia a la icónica fotografía de ‘El hombre del tanque’, en la que un civil se plantó frente a uno de los vehículos de combate del ELP. Disney metió tijera y todo en orden.
Brad Pitt y Richard Gere, vetados
A China nunca le ha temblado el pulso cuando Hollywood ha tratado sobre los temas que más les cabrean: la Plaza de Tiananmen, Tíbet y Dalai Lama, Taiwán, cualquier menosprecio al Partido Comunista, obviar que la línea de nueve puntos (territorio que reclama como propio en el Mar del Sur de China), los uigures, el apoyo a Hong Kong o más recientemente, cualquier alusión negativa referente a su gestión del Covid-19. Precisamente, Disney ya vivió en sus carnes a finales de los años 90 lo que sucede cuando una de sus superproducciones se muestra contraria a la narrativa china y toca una de sus materias más sensibles. La película dirigida por Martin Scorsese, ‘Kundun’, filme biográfico sobre el Dalai Lama y producido por la compañía estadounidense levantó las iras del Gobierno. No fue la única. ‘Siete años en el Tibet’, protagonizada por Brad Pitt (vetado en China entre 1997 hasta 2014) y producida por Columbia TriStar y ‘El laberinto rojo’, con Richard Gere como personaje principal y creada por MGM/United Artists, fueron sometidas a una exitosa campaña de boicot. “Aunque se han hecho todo tipo de esfuerzos, esas tres empresas estadounidenses siguen sacando películas adelante”, rezó un comunicado del Gobierno en la época. “Con el fin de proteger los intereses generales nacionales chinos, se ha decidido que toda cooperación comercial con estas tres empresas cese temporalmente sin excepción”.
Este precedente provocó dos tipos de reacciones. Por un lado, que aumentaran algunos valientes que se atrevieran a dar su opinión sobre cuestiones de derechos humanos, y por otro, los que prefirieron mantener una línea cordial con China. Disney aprendió la lección -y el resto de las grandes productoras- y pasaron por el aro, aunque no fue el caso, por ejemplo, de Richard Gere. El actor es budista tibetano, amigo del Dalai Lama y tiene un largo recorrido en su defensa de la causa. De hecho, ha sido una de las cabezas visibles que se ha atrevido a denunciar a Hollywood por intentar complacer a China para seguir accediendo a su mercado. En 2017, el intérprete estadounidense fue claro en una entrevista en Hollywood Reporter: “Hay películas en las que no puedo estar porque los chinos dirán: ‘con él no’. Hace poco tuve un episodio en el que alguien me dijo que no podía financiar una película conmigo porque molestaría a los chinos”, agregó.
De la autocensura al emplazamiento de productos chinos
Los guiños del entretenimiento estadounidense hacia la segunda superpotencia mundial son constantes. Por ejemplo, la bandera de Taiwán fue retirada de la chaqueta de Tom Cruise en ‘Top Gun: Maverick’. Marvel hizo desaparecer a un personaje tibetano de ‘Doctor Strange’ y luego está el capítulo aparte de ‘Transformers: La era de la extinción’, que de la autocensura pasó al emplazamiento de productos chinos. La estrategia ayudó, según la crítica, a recaudar 86 millones de euros en tres días. El personaje interpretado por Jack Reynor aparece bebiendo Red Bull chino en Texas, el de Mark Wahlberg sacando dinero de un cajero automático con el logotipo de un banco pekinés en ese mismo Estado y otro consumiendo proteínas chinas en Chicago. Según una crítica estadounidense, el filme deja en mejor lugar al sistema comunista que al democrático: “¿acaso el mensaje es que la democracia es débil e ineficaz, mientras que el Gobierno del Partido Comunista, con su intolerancia a la disidencia y su gobierno por decreto, es una forma mejor de hacer frente a ciborgs alienígenas enfadados, funcionarios corruptos de los servicios secretos o empresas enloquecidas?”.
El cambio de rumbo es evidente en cómo se tiene cada vez más presente al mercado chino a la hora de producir películas -hecho denunciado en 2020 por Pan America con un informe titulado, ‘Hecho en Hollywood, censurado por Pekín’-. Esta estrategia no está siendo bien acogida en EE.UU., por aquello de la competencia entre las dos superpotencias en el tablero geopolítico. Uno de los juicios más duros es que China está consiguiendo extender su propaganda a través del entretenimiento y crece un temor a largo plazo: ¿si Hollywood ha logrado durante años vender EE.UU. al resto del mundo, no estará China intentando hacer lo mismo? Esta tendencia hace que resulte imposible ver grandes producciones que hablen de la situación de los uigures, de cómo ha evolucionado Taiwán en las últimas décadas o retratar a personajes que participaran en la causa de Hong Kong o contra la política de covid cero. Ni siquiera es posible reírse de uno mismo en a través de episodios de Los Simpson. Muchos temen que China esté llevando a cabo una suerte de revolución cultural, la del siglo XXI.