¿Cómo ha conseguido Gautam Adani pasar del puesto 609 de personas más ricas del mundo a la segunda posición en tan solo ocho años? Esta es la cuestión que plantean con indignación al Partido Popular Indio (BJP) en el Gobierno las formaciones políticas de la oposición y sus seguidores, quienes han salido a la calle para pedir explicaciones al primer ministro, Narendra Modi, por un supuesto caso de fraude. Sólo hacía falta una chispa para que el conglomerado empresarial más importante de India, el Grupo Adani, se haya tambaleado y haya visto cómo, en cuestión de días, su estratosférica ascensión también se puede tornar en una caída en picado. En tan solo dos semanas, Adani ha perdido cerca de 115.000 millones de euros entre sus empresas que cotizan en bolsa, una cifra que se corresponde con más de la mitad de su valor y que le ha obligado a realizar ventas en corto.
Un informe publicado el 24 de enero por Hindenberg Research, una pequeña empresa estadounidense de investigación en inversión, ha precipitado esta abrupta caída con unos resultados esclarecedores: aparentemente, el grupo ha estado implicado en un “descarado plan de manipulación de acciones, blanqueo de dinero y fraude en su contabilidad” a través de una red de empresas internacionales. El grupo empresarial lo niega todo a través de su director de Finanzas, Jugeshinder Singh, quien afirmó que se trata de “una maliciosa combinación de desinformación selectiva y acusaciones rancias, infundadas y desacreditadas que han sido probadas y rechazadas por los más altos tribunales de la India”. A pesar de ello, desde su publicación, además de la colosal pérdida de sus valores, la sospecha se ha cernido sobre el Gobierno, elevando un asunto meramente económico a la esfera política. Los partidos de la oposición están presionando para que el caso sea investigado e incluso pase al ámbito judicial si fuera necesario ya que están convencidos de que el manantial de este supuesto fraude salpica directamente a Modi.
La cuestión inicial que fue formulada este martes en pleno debate parlamentario por Rahul Gandhi, líder de la oposición y del Partido Nacional Indio de centroizquierda, es para muchos retórica: ¿Cómo es posible que Adani haya pasado de ser una personalidad irrelevante en los rankings mundiales de riqueza a colocarse en segunda posición en tan sólo ocho años, es decir, en el mismo tiempo que lleva Modi en el poder? Entre los argumentos que intensifican las sospechas en el Parlamento indio y las protestas en las calles de Nueva Delhi se encuentran las inversiones realizadas por entidades que tienen el respaldo del Estado como ‘Life Insurance Corporation’ y el Banco Estatal de India en el Grupo Adani o el hecho de que tanto el primer ministro y el magnate son originarios del mismo Estado, Gujarat. Estas hipótesis apuntan a que el Gobierno ha protegido a Adani y, de ser demostrada, comprometería gravemente la integridad del máximo mandatario indio.
“La relación que tienen es que antes Modi viajaba en el avión de Adani y ahora Adani viaja en el avión de Modi”, esgrimió Gandhi durante la sesión parlamentaria de este martes mientras sostenía unas fotos en las que aparecen ambos en el jet privado del empresario tras ganar Modi las elecciones de 2014. Hubo espacio para que Gandhi formulara más preguntas al máximo mandatario indio: “¿Cuántas veces viajó usted a otros países con Adani? ¿Cuántas veces se unió a usted durante un viaje oficial? ¿Cuántas veces viajó Adani a algún país inmediatamente después de usted? ¿En cuántos de estos países consiguió contratos Adani?”, preguntó antes de poner sobre la mesa otro aspecto fundamental: ¿Cuánto dinero ha donado Adani al BJP en los últimos 20 años?
Hay pocos secretos en la relación entre ambos y tanto la carrera política de Modi como el ascenso del imperio Adani han ido de la mano. Desde las elecciones de 2014, el patrimonio del empresario ha crecido en un 250 por ciento gracias a sus inversiones en sectores en los que no tenía experiencia alguna, pero donde ha logrado prosperar. Uno de los ejemplos que ha mencionado Gandhi es el contrato que el magnate obtuvo en Israel después de una visita institucional del primer ministro indio. En este caso se acusa a Modi de usar políticas internacionales para ayudar a Adani a producir armas y drones sin tener un bagaje en este sector. Tampoco lo tenía en otros en los que tiene una fuerte presencia nacional e internacional, como los puertos (controla el más importante de India), aeropuertos (es el mayor operador del país), cementeras (segundo mayor productor de la nación tras adquirir a la suiza, Holcim, por 9,7 millones de euros), infraestructura, energía o renovables. Uno de sus emprendimientos más recientes ha sido la adquisición del 29,18 por ciento de acciones (y quiere asegurarse un 26 por ciento más) de uno de los últimos bastiones del periodismo independiente en India, el canal Nueva Delhi Television (NDTV). Se trata de una de las pocas voces que se atreven a criticar al Gobierno de Modi y este movimiento ha sido interpretado como una manera de acallar a los críticos con el máximo mandatario.
Su agresividad empresarial le convirtió en el hombre más rico de Asia hasta hace apenas dos semanas. Hasta entonces, se codeaba con Jeff Bezos o Bill Gates, y ahora ha abandonado el top 20 de personas con mayor patrimonio del mundo, según Bloomberg. Los que reman a favor de Adani alegan que ha sido una de las piezas fundamentales para impulsar la economía de India, que recientemente superó a Gran Bretaña como la quinta economía mundial, y que incomodan algunas estimaciones que afirman que va camino de ocupar el tercer puesto detrás de Estados Unidos y China en 2030. Los que no comulgan con sus prácticas le ponen frente al espejo. Si cientos de sus trabajadores se han echado a la calle en Nueva Delhi en los últimos días indignados tras la publicación del informe de Hindenberg Research, otras tantas personas hicieron lo mismo hace dos meses en el Estado de Kerala para frenar la construcción de un proyecto portuario de casi 840 millones de euros en una zona pesquera. Los que protestaban eran pescadores que formaban parte de la minoría cristiana y que lograron paralizar las obras temporalmente para que su producción no resultara perjudicada.
Uno de los proyectos que más ampollas ha levantado es el que el Grupo Adani lleva a cabo en Queensland, Australia. Se trata de la gigantesca mina de carbón, Carmichael, que también ha sido mencionada en el informe como una de las empresas, ‘Carmichael Rail and Port Singapore’, que participó en un conglomerado de “transferencia de pérdidas para aumentar los beneficios declarados y mover subrepticiamente dinero para sostener a otras entidades del grupo”. Estas supuestas irregularidades se unen a otros factores no menos controvertidos: masivas emisiones de gases de efecto invernadero (200 millones de toneladas de CO2 en 60 años de actividad), impacto en los sistemas de aguas subterráneas y en el Río Belyando, en la fauna y la flora del área o la perspectiva aborigen que afirma que nunca fueron consultados sobre el alquiler de su tierra por parte del Gobierno australiano.
Las acciones de activistas australianos e internacionales -incluida Greta Thunberg- han sido numerosas en la mina de carbón. De hecho, Adani tiene una demanda abierta contra Ben Pennings, un activista medioambiental y portavoz del grupo Galilee Blockade, al que acusó en 2020 de “perturbar las operaciones, sus proveedores y contratistas” durante una protesta. La causa sigue abierta y una de las pruebas que intentaron aportar los abogados de Adani fueron fotografías a Pennings y a su familia por parte de un investigador privado. Desde el punto de vista judicial, las imágenes no sirvieron de nada (algunas muestran a su hija de nueve años) tras el rechazo del Tribunal Supremo de Queensland; desde el prisma moral, aquella acción fue para muchos un indicativo de las “malas prácticas” del empresario. “Sentí pánico y me enfurecí cuando descubrí que Adani había contratado a fornidos contratistas de seguridad de la guerra de Afganistán para que me siguieran y me fotografiaran en secreto a mi hija de nueve años. Dos años después, sigo sintiendo escalofríos”, afirmó Pennings en noviembre en una carta enviada a Adani según publica The Guardian.
El impacto del reporte está siendo millonario para Adani y la integridad de Hinderburg Research está en entredicho, especialmente para aquellos que perciben los resultados como infundados y un ataque a India. Lo cierto es que esta pequeña empresa neoyorquina que en 2020 ya fue contra Nikola, compañía de coches eléctricos, estuvo acertada en sus alegaciones. Por otro lado, según publica Times, Hinderburg puede obtener beneficios con este tipo de acusaciones si apuesta por posiciones en corto. Precisamente en su informe precisó que había tomado una “posición corta en Adani Group Companies” a través de bonos que cotizan en Estados Unidos y otras inversiones que cotizan fuera de India. Esta misma práctica ha sido repetida en otras compañías sobre las que hizo informes similares y que provocaron caídas de los valores que les surtieron beneficios.
De estar en la cima de los magnates más poderosos de nuestro tiempo, Adani ha sido acusado por Hindenburg Research de llevar a cabo “la mayor estafa de la historia empresarial”. Ni siquiera la extensa respuesta del empresario, con un escrito de 413 páginas, ha podido amortiguar una caída de la que busca salir mientras apela al nacionalismo que comparte con Modi. De esta manera ha sostenido que el informe es un “ataque calculado contra la India, la independencia, la integridad y la calidad de las instituciones indias, y la historia de crecimiento y la ambición de la India”.
Aunque dentro de sus fronteras tanto el empresario como el primer ministro están en el punto de mira por amiguismo, el Banco de la Reserva de la India aboga por la independencia y está requiriendo información a todas las entidades financieras que hayan tenido vínculos con el grupo Adani. Su grado de influencia se diluye claramente en el exterior. El departamento de patrimonio de Citigroup ha decidido reducir a cero la relación préstamo-valor contra valores de Adani Group y Credit Suisse ha dejado de aceptar bonos de empresa del grupo como garantía. Estas son dos de las medidas internacionales que se han llevado a cabo, aunque se esperan más en una crisis del Grupo Adani que para muchos no ha hecho más que empezar.