No hubo sorpresas en la “histórica” XII Reunión de Alto Nivel hispano-marroquí, la cumbre de la reconciliación y el inicio de una etapa con carácter casi de refundación llamada a acabar para siempre con las crisis cíclicas –cualquiera que observe la historia hispano-marroquí del último siglo sabe de la osadía del Gobierno de la nación- entre los dos países. Una etapa que las autoridades españolas sólo pudieron abrir aplacando la cólera marroquí de la única manera posible: apoyando la propuesta de autonomía marroquí para resolver en su favor el conflicto del Sáhara, un paso que nunca antes en la historia había dado la diplomacia española.
Como estaba previsto, a pesar del retraso acumulado por la cumbre bilateral –inicialmente prevista para diciembre de 2020- de la XII Reunión de Alto Nivel no salió ningún gran acuerdo ni político ni económico especialmente beneficioso para los intereses españoles ni primer paso para desencallar alguno de los aún numerosos frentes abiertos con Marruecos.
El tono y el lenguaje empleado por ambas partes reitera, con términos casi calcados, lo pactado en el curso de la visita efectuada por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a Rabat el pasado 7 de abril. El propio presidente ha vuelto a referirse hoy a la necesidad de “recurrir siempre al diálogo y no a los hechos consumados”, que debe interpretarse como un rechazo a situaciones como la vivida en Ceuta en mayo de 2021, cuando en torno a 10.000 jóvenes accedieron irregularmente a territorio español gracias a la inhibición de las fuerzas de seguridad marroquíes, o cuando las autoridades marroquíes deciden en agosto de 2018 cerrar la aduana comercial de Melilla.
Las dos delegaciones firmaron hasta 18 memorandos de entendimiento vinculados a las distintas áreas de gobierno (primero se prometió un centenar hasta rebajarse a la veintena) sin que ninguno destaque por su relevancia ni concreción. Entre ellos, el suscrito entre el Ministerio marroquí de Exteriores y el de Inclusión español “en materia de gestión de migraciones”.
Pero, como se esperaba, no ha habido avances en relación a la apertura de las aduanas comerciales de Ceuta y Melilla, que seguirá sometida a futuras negociaciones –desde el Gobierno se ha vuelto a repetir la coletilla de que la apertura será “gradual y ordenada”- entre ambas partes. Tras llevarse a cabo una primera “prueba piloto” el pasado viernes, el Gobierno vinculaba a la evaluación de la RAN el calendario definitivo de apertura de las instalaciones. Para desesperación de los empresarios de las dos ciudades autónomas españolas, que lamenta la falta de información, habrá que seguir esperando que Marruecos lo tenga más claro al respecto de unas fronteras que solo acepta a regañadientes.
Tampoco ha habido grandes avances en la delimitación de las aguas territoriales en la fachada atlántica, la negociación sobre la plataforma continental al oeste de Canarias o la gestión del espacio aéreo en el Sáhara Occidental. De la misma manera no ha servido la RAN 2023 para procurar la anunciada actualización del Tratado de Amistad, que ambas capitales firmaron hace más de treinta años, en 1991.
Como tampoco se ha abierto el melón de cuándo el Gobierno de España comenzará a estimular de manera específica las inversiones en el Sáhara Occidental: tras el respaldo, muchos a ambos lados del Estrecho, entre ellos empresarios e inversores españolas, aguardan que el Gobierno mueva ficha al respecto. Con independencia del destino, el Gobierno aprovechó el I Foro Empresarial Marruecos-España de este miércoles para anunciar que destinará 800 millones de euros a la línea de crédito para las empresas españolas inversoras en el país norteafricano.
En relación a la cuestión del Sáhara Occidental, centro de gravedad de las preocupaciones de la diplomacia marroquí, no ha desaprovechado el primer ministro marroquí, Aziz Akhannouch, la ocasión para hacer mención al giro español: “Saludamos la posición de España a propósito de nuestra primera causa nacional, que apoya la propuesta marroquí de autonomía en el Sáhara Marroquí, presentada por Marruecos en 2007 y la considera como la base más seria, realista y creíble para la solución de este conflicto ficticio”. Por si quedaban dudas, en el octavo punto de la Declaración conjunta final, “España reitera la posición expresada en la Declaración Conjunta adoptada el 7 de abril de 2022, con motivo del encuentro entre SM el Rey Mohammed VI y el Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez”.
Lo importante de la cita fue eso, la propia cita. No la foto… con el rey Mohamed VI, porque no la hubo –el monarca no quiso volver a recibir a Sánchez-, pero sí la de la amplia representación gubernamental por ambas partes en la mañana de este jueves invernal en el Ministerio de Exteriores marroquí. El balón sigue rodando. Atrás quedaron los meses agrios de crisis diplomática. La paz con Marruecos es el gran logro de Sánchez, que gana, como otros frentes, tiempo.
El ritmo lo marca (siempre) Marruecos –y en este caso su jefe de Estado, el rey Mohamed VI, que es quien establece las directrices en política exterior-, que ha vuelto a emplazar a Pedro Sánchez a visitar oficialmente el país “en próximas fechas”. De acuerdo con lo avanzado por Rabat, la buena, la que servirá para alcanzar los más suculentos acuerdos, será la siguiente vez. ¿Será posible antes de las próximas elecciones generales?