Marruecos quiere más. Espoleado por el histórico apoyo estadounidense a su soberanía sobre el Sáhara Occidental a finales de 20202, Rabat pretende ahora que dos de sus principales socios, Israel y Francia, que han apoyado su propuesta marroquí de autonomía para la que fuera colonia española, sigan los pasos de Washington.
El pasado día 4 de enero el medio estadounidense Axios –que puede presumir de haber dado la exclusiva, meses antes de que saltara la noticia en Twitter, del reconocimiento por parte de la Administración Trump de la marroquinidad del Sáhara Occidental- informaba citando hasta cuatro oficiales israelíes no sólo de que Rabat insiste a las autoridades israelíes para que reconozcan definitivamente la soberanía marroquí sobre el territorio, sino que además vincula la apertura de su embajada en Tel Aviv –anunciada por Mohamed VI a Benjamin Netanyahu en enero de 2021- a dicho reconocimiento. La información ha sido avalada por medios marroquíes e israelíes en las últimas jornadas.
Recordemos que el nombramiento del primer embajador israelí en Rabat –aunque sin embajada, pues a día de hoy sendas representaciones diplomáticas se siguen denominando bureaux de liaison, ‘oficinas de enlace’ en español- estuvo rodeado por el escándalo: el pasado mes de septiembre el diplomático David Govrin fue retirado de manera fulminante por el Gobierno israelí tras ser denunciado por supuesto acoso sexual. A día de hoy no se ha producido el relevo.
Marruecos desea, pues, claridad en la cuestión y ha demostrado no tener reparos en enfriar hasta descender a temperaturas gélidas las relaciones con países amigos, como ocurrió en sus recientes enfrentamientos con tres de las principales potencias de la UE, España, Alemania y la propia Francia, su tradicional aliado por antonomasia en el ámbito europeo. Las autoridades marroquíes solo pasaron página de los respectivos desencuentros una vez hubieron alcanzado sus objetivos diplomáticos. El ejemplo más cercano para los españoles ha sido una larga crisis bilateral de más de un año que el presidente del Gobierno Pedro Sánchez fue capaz de superar defendiendo el plan de autonomía de Rabat para el Sáhara como “la base más seria, creíble y realista” para la resolución del conflicto.
En realidad, el reconocimiento de la marroquinidad del Sáhara Occidental es algo que han hecho ya en el pasado autoridades israelíes. No en vano, en junio del año pasado la entonces ministra del Interior Ayelet Shaked apoyó por primera vez en público la soberanía marroquí sobre la ex colonia española en su visita a Rabat. Sin embargo, el ministro de Exteriores a la sazón, Yair Lapid, sin desmentirla, matizó posteriormente sus palabras, afirmando que el plan de autonomía marroquí era “un desarrollo positivo”. Los hechos se repetirían apenas semanas después tras la visita a Marruecos del ministro israelí de Justicia Gideon Saar en julio a Rabat: el jefe de la diplomacia israelí salía al paso para desmarcarse del reconocimiento de la marroquinidad del Sáhara.
No faltan razones, con todo, para creer que el nuevo gobierno israelí, que vuelve a estar presidido por uno de los principales artífices de los Acuerdos de Abraham, Benjamin Netanyahu, podría despejar en las próximas semanas las dudas. No está tan claro, en cambio, si la exigencia marroquí responde a una necesidad imperiosa de sus autoridades por contar con el apoyo inequívoco de Israel en la cuestión del Sáhara o, en cambio, la monarquía alauita pretende matizar su apoyo a un Gobierno, el más conservador y nacionalista de la historia israelí, que a buen seguro despierta escasas simpatías entre los marroquíes.
Entretanto, la alianza israelo-marroquí, sellada a partir del acuerdo tripartito firmado por Estados Unidos, Marruecos e Israel en Rabat en diciembre de 2020, sigue dando señales de vigor. Este mismo martes los dos países se comprometían en la capital marroquí a extender su cooperación en áreas como la inteligencia, la defensa aérea y la guerra electrónica. Lo hacían durante la primera reunión del comité de seguimiento de la colaboración de ambos países en el ámbito de la Defensa. En noviembre de 2021 Rabat y Tel Aviv firmaban en la capital marroquí el primer acuerdo en la materia suscrito entre Israel y un Estado árabe. Los acuerdos bilaterales y las visitas de altos responsables israelíes a Marruecos se han sucedido en estos más de dos años transcurridos.
A pesar de que Marruecos y Francia daban por finalizada la crisis bilateral que mantuvieron durante 2022 con la visita a Rabat de mediados de diciembre pasado de la ministra de Exteriores Catherine Colonna –el conflicto del Sáhara fue uno de los problemas de fondo entre ambas administraciones, aunque en el primer plano se situó el conflicto de la expedición de visados a los marroquíes-, Marruecos sigue aspirando a más. En presencia de su colega gala, el titular marroquí de Exteriores, Nasser Bourita, admitía que la posición francesa respecto al conflicto del Sáhara “nunca fue negativa”. Colonna se refirió al plan de autonomía marroquí como una base de discusión “seria y creíble” recordando que la posición francesa es “clara y constante”.
Ahora la posición marroquí ha sido trasmitida con mayor claridad. Y ha sido por boca del propio jefe del Gobierno, Aziz Akhannouch, quien lanzaba un mensaje claro a las autoridades galas en una entrevista publicada el pasado domingo por diario francés L’Opinion. El político marroquí recordaba que se están produciendo “grandes evoluciones en el reconocimiento por parte de grandes potencias de la soberanía de Marruecos sobre nuestras provincias del Sur”. “París no puede simplemente ser observadora”, apelaba Akhannouch, que desempeña el cargo de primer ministro desde septiembre de 2021. Por lo pronto, la visita de Emmanuel Macron a Marruecos, avanzada este verano por el propio mandatario para el mes de octubre pasado, sigue esperando fecha.
El fin del desencuentro entre París y Rabat, sellado hace ahora un mes en la capital marroquí, se ha producido en paralelo al buen momento que atraviesan las relaciones entre Argel y la antigua metrópoli. Después de la histórica visita de Macron a Argelia de finales del pasado mes de agosto –en la que el mandatario galo expresó su deseo de refundar la relación bilateral-, la semana pasada trascendía la noticia de que el presidente Abdelmajdid Tebboune hará lo propio visitando territorio francés el próximo mes de mayo. Una relación cuya evolución a buen seguro será observada con atención desde Rabat.