De las fosforeras a las enfermeras: 135 años de huelgas en el Reino Unido
Prácticamente todos los colectivos profesionales del sector público británico se ha sumado a la ola de huelgas más intensa desde las de 1984 contra Thatcher
La primera gran huelga que se recuerda en el país es la de las fosforeras en 1888 y la más violenta, la de los mineros de 1972 que dejó al país a oscuras
Churchill aplacó las acciones sindicales mineras de 1911 con el envío de las fuerzas armadas en una controvertida decisión que le acompañaría toda la vida
La ola de huelgas que se está produciendo en el Reino Unido amenaza con poner en jaque al gobierno. Todos los sectores públicos han convocado huelgas, desde los trabajadores de los ferrocarriles, los de correos o los conductores de ambulancias hasta los maestros de escuela, los abogados de oficio o los oficiales de fronteras. Todos piden una subida de los salarios acorde con la inflación, que ya supera el 11%. La legislación británica hace que sea muy complicado poder convocar una huelga ya que cada sindicato requiere de un mínimo de participantes en las votaciones. El gobierno conservador, primero de Johnson, después de Truss y ahora de Sunak, está intentando aprobar nueva legislación para debilitar todavía más a los sindicatos de tal forma que sea más complicado votar.
Es especialmente significativa la huelga de enfermería. Primero porque es la primera vez que, en sus 106 años de historia, el colegio de enfermería, que funciona también como sindicado, ha convocado un paro. Y segundo, porque afecta al Servicio Nacional de Salud, que es el buque insignia del Estado del Bienestar británico. La estrategia de los distintos sindicatos, ante la dificultad de convocar una huelga general, es la de tratar que haya al menos una huelga al día para presionar al gobierno. Las huelgas empezaron en el Reino Unido de forma contundente durante la Revolución Industrial, en el siglo XIX, cuando los trabajadores apenas tenían derechos. O sea, que son ya 135 años de acciones sindicales.
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Las fosforeras
La primera gran huelga fue el 2 de julio de 1888, cuando las fosforeras de la fábrica de cerillas Bryant & May, en Bow, en el este de Londres, se declararon en huelga. En la fábrica trabajaban 1.400 mujeres, muchas de ellas menores de catorce años, con salarios más bajos por ser mujeres, con castigos aleatorios, turnos de catorce horas sin descanso y con graves problemas de salud por la exposición al vapor fósforo blanco, que les provocaba necrosis de la mandíbula. Les podría los huesos de la boca y los dientes hasta desintegrarlos. Las mujeres escondían sus deformaciones faciales bajo pañoletas porque si los capataces se enteraban las despedían porque no querían casos de fosfonecrosis en sus libros.
Tres de las mujeres denunciaron sus condiciones a la prensa y fueron despedidas. Esa fue la gota que colmó el vaso. Las trabajadoras se echaron a la calle. En un primer momento fueron tachadas de mentirosas por los empresarios y vilipendiadas por la sociedad, que veía con malos ojos que las mujeres trabajaran. Pero ellas no se arrugaron y consiguieron llegar hasta el Parlamento y reunirse con algunos diputados, que se quedaron aterrados al escuchar los relatos de aquellas mujeres y niñas, algunas de tan solo doce años, y ver los efectos espantosos que el fósforo blanco les producía en los huesos de la cara. Consiguieron cambiar la opinión pública y, en cuestión de tres semanas, Bryant & May tuvo que aceptar sus peticiones. Formaron el primer sindicato de mujeres. Aquella reivindicación espoleó el movimiento sindicalista en Londres.
El gran malestar
Entre 1911 y 1914 se produjo el llamado el Gran Malestar, que fueron una serie de huelgas masivas de trabajadores, desde mineros hasta trabajadores de tranvías. Protestaban por la caída de los salarios y el aumento del coste de la vida. Los trabajadores organizaron alrededor de tres mil acciones sindicales en esos tres años y muchas de ellas se tornaron violentas.
Una de las más importantes fue la huelga general de transporte de Liverpool de 1911, capitaneada por el líder sindicalista Tom Mann. Involucró a estibadores, trabajadores ferroviarios, marineros y otros comerciantes. La huelga paralizó el comercio de Liverpool durante la mayor parte del verano de 1911 e impulsó el sindicalismo en esta ciudad del norte de Inglaterra. Los sindicatos generales se convirtieron en verdaderas organizaciones de masas de la clase obrera.
También dentro del Gran Malestar destacan las huelgas de mineros de sur de Gales de 1910 y 1911 que terminaron en graves enfrentamientos entre mineros y policía, conocidos como los disturbios de Tonypandy, la localidad donde se originaron. Y estos disturbios pasaron a la historia después de que el entonces ministro de Interior, Winston Churchill, enviara al Ejército a repeler a los manifestantes, en una decisión que pesó a lo largo de toda su carrera política por ser considerada desproporcionada. Las minas galesas estaban controladas por cárteles y los mineros tenían unos salarios deliberadamente bajos mientras los propietarios se forraban y las condiciones laborales eran miserables. También la huelga del carbón de 1912 en la que los mineros pedían un salario mínimo. Después de treinta y siete días de huelga, finalmente el gobierno cedió y aprobó una ley de minas de carbón en el parlamento, la primera del sector, en la que les garantizaba un sueldo mínimo.
La batalla de George Square
El Gran Malestar se expandió no solo por Gran Bretaña sino también por Irlanda, que por aquel entonces todavía era parte del Reino Unido. De hecho, esa rebelión de los trabajadores está muy vinculada al inicio del movimiento independentista irlandés. En Irlanda se produjo un cierre patronal salvaje que empezó en agosto de 2013 y duró siete meses. Los trabajadores se revelaron contra las míseras condiciones que tenían y contra la falta de derechos. Las huelgas estuvieron lideradas por James Larkin, un irlandés que fue estibador en Liverpool, en Inglaterra, y que se trasladó a Belfast para organizar el sindicato en Irlanda. Y por James Connolly, republicano irlandés que más tarde alentó el Alzamiento del lunes de Pascua de 1916 de los irlandeses contra la ocupación británica de la isla y terminaría siendo ejecutado por los británicos como instigador de la rebelión.
En 1919 se produjo la la batalla de George Square, un violento enfrentamiento entre la policía y los trabajadores que tuvo lugar en Glasgow, en Escocia, solo unos meses después del fin de la Primera Guerra Mundial. Tras la guerra, subió el desempleo. Los grupos sindicales esperaban generar más puestos de trabajo reduciendo las horas de trabajo semanales, pero esto no sucedió y, en respuesta, los trabajadores de las industrias de ingeniería y construcción naval convocaron una huelga.
Se concentraron en la céntrica plaza glasgowiana de George Square y acabó con disturbios entre los manifestantes y la policía local y con el despliegue de las fuerzas tropas armadas, que acudieron con tanques para aplacar a los trabajadores. Pese a la dureza de los enfrentamientos, no hubo víctimas mortales. Los impulsores de la huelga fueron arrestados. Los trabajadores se aseguraron una semana laboral de cuarenta y siete horas. A partir de entonces empezó a crecer el movimiento laborista en Escocia.
La huelga general de 1926
En 1926 se produjo la primera y única huelga general que ha habido en el Reino Unido. Durante nueve días, en 1926, alrededor de 1,7 millones de trabajadores se declararon en huelga en todo el país. La huelga fue convocada por el Consejo General del Congreso de Sindicatos (TUC), que es la federación de sindicatos británica, para evitar reducciones salariales y de las condiciones laborales. Buenas parte de los huelguistas era mineros ( 1,2 millones de mineros del carbón).
Muchos de los yacimientos de carbón se agotaron durante la Primera Guerra Mundial. La exportación de carbón había disminuido tras la guerra y otros países tomaron el relevo como Alemania, Polonia o Estados Unidos. En solidaridad con los mineros, los trabajadores de otras industrias se declararon en huelga. En mayo de 1926, el entonces primer ministro conservador, Stanley Baldwin, acusó a los huelguistas de estar llevando el país a la anarquía. Unos días más tarde los huelguistas hicieron descarrilar el tren de Londres a Edimburgo, conocido el “escocés volador”. Después de nueve días de huelga, el TUC tuvo que dar marcha atrás y los mineros volvieron a trabajar porque necesitaban el dinero y no podían estar más día parados sin ingresos. Muchos fueron despedidos y los que no, tuvieron que trabajar con salarios inferiores y más horas. La huelga fue un fracaso.
Los mineros
Los mineros ya no volvieron a parar hasta 1972, cuarenta y seis años más tarde, cuando el sindicato de mineros (NUM) convocó el paro nacional el 9 de enero, en pleno invierno, y duró un mes y medio. La huelga de mineros era la más temida porque en los años setenta era la principal fuente de energía del país. El paro dejó al país a oscuras, sin electricidad y sin calefacción. El gobierno conservador de Edward declaró el estado de emergencia. Los apagones planificados intentaron conservar las reservas de energía restantes mientras los británicos aprendían a vivir a la luz de las velas.
Aunque finalmente se llegó a un acuerdo después de unas semanas, el aumento de la inflación pronto eliminó cualquier ganancia que hubieran obtenido los trabajadores. Esto condujo a más acciones sindicales en 1973 que obligaron al gobierno a introducir la semana de tres días que consistía en permitir únicamente el consumo de energía durante tres días seguidos para conservar las existencias de carbón que consistían en
El invierno de finales de 1978 y 1979 se conoció como el “invierno del descontento”, en referencia a la primera línea de Shakespeare en Ricardo III, por las huelgas generalizadas en múltiples sindicatos que paralizaron el país. Para hacer frente a la creciente inflación, el gobierno laborista de James Callaghan había impuesto límites salariales, con mucha oposición del TUC. A esto se sumó que fue el invierno más frío en dieciséis años, provocando que los trabajadores de todo el país se declararan en huelga. Esta serie de huelgas, que recuerdan a las que se están produciendo en estos momentos en Reino Unido, provocaron la caída del gobierno laborista de James Callaghan y con la convocatoria de elecciones llevando al poder a los conservadores y a Margaret Thatcher que, tras su elección, aprobó leyes que restringían los poderes de los sindicatos.
Desafío al neoliberalismo
A principios de la década de 1980, las importaciones baratas provocaron el cierre de muchas fábricas y pozos de carbón, disparando el desempleo a niveles que no se habían visto en medio siglo. El gobierno conservador de Thatcher quería reducir todavía más la producción de carbón, una acción que conduciría a más pérdidas de empleos. El NUM, el sindicato de mineros, presidido por Arthur Scargill, decidió ir a la huelga en la mina de Cortonwood , en Inglaterra, el 6 de marzo de 1984, sin votación y el gobierno la declaró ilegal.
A medida que las huelgas comenzaron a estallar en todo el país, algunas se volvieron violentas. La peor fue la confrontación entre los piquetes y la policía en la planta de coque de Orgreave, cerca de Rotherham, en el norte de Inglaterra. La lucha trascendió la disputa sindical. Iba más allá. Era además la lucha contra el neoliberalismo de Thatcher y de Reagan. Se acumulaba también la rabia por haber perdido derechos adquiridos durante todo el siglo en los cinco años que llevaba en el poder la Dama de Hierro. El gobierno de Thatcher había aprendido la lección de la huelga minera de 1972 cuando los mineros dejaron al país a oscuras. Esta era la estrategia de los mineros, presionar al gobierno parando la producción de carbón para que la huelga fuera lo más breve posible.
Pero Thatcher se había preparado para una larga lucha, reuniendo importantes reservas de carbón. Cuanto más tiempo durara la lucha, más complicado sería para los mineros poder aguantar sin trabajar porque no cobraban. También se centró en la neutralización de los piquetes. La huelga duró un año, desde marzo de 1984 hasta marzo de 1985. Al final los mineros tuvieron que dar marcha atrás y volver al trabajo. Fue la huelga más dura que se recuerda en el país y una de las más violentas en Europa. Fue una victoria no solo para Thatcher sino para el neoliberalismo que representaba. Thatcher pudo llevar a cabo su plan económico y en los siguientes años acabó con el poder de los sindicatos. Hasta ahora, treinta y siete años después, que no se recordaba en Reino Unido un pulso al gobierno tan fuerte.